«España es el último buen país»
Se cumplen cien años de la visita de Hemingway, en 1923, a Pamplona y Madrid
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![Ernest Hemingway, Antonio Ordoñez y Pepe Luis Vázquez](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/07/09/CANO-RjvctAOhtAcQdwGLWcIqVhO-1200x840@abc.jpg)
Son las cinco de la tarde de un siete de julio. La madrileña cuesta de Moyano se convierte en la de Santo Domingo durante el centenario de la primera visita de Ernest Hemingway a España. Se trata de la tertulia 'Toros y literatura', el ... evento que inaugura el programa organizado por la Asociación ciudadana Soy de la Cuesta, en colaboración con la Asociación de comerciantes del Barrio de Las Letras, para conmemorar el episodio. Los escritores y periodistas Rubén Amón, Verónica del Haro, Jorge F. Fernández y Antonio Pradel están aquí para inaugurar el centenario dedicado al Nobel. Parece que hablan de toros, pero detrás hay mucho más.
España y la tauromaquia ejercieron un influjo poderoso sobre Ernest Hemingway, desde su primera visita a Pamplona y Madrid en 1923. De esa incursión nació 'Fiesta', su primera novela y la que preside esa trilogía taurina que completan 'Muerte en la tarde' y 'El verano peligroso'. Nada es anecdótico en la vida de Ernst Hemingway, un ser a todas luces hiperbólico. Estuvo una veintena de veces en suelo español, de ahí que de junio a noviembre se dedique no sólo un programa de conferencias, sino también una ruta gastronómica, que incluye el Museo Chicote, la Cervecería Alemana o el hostal Aguilar, primer alojamiento donde se hospedó Hemingway y en el que se inspiró para escribir su relato 'La capital del mundo'.
Gerturde Stein debió de ser una visionaria o una astuta. Fue ella quien acuñó lo de «La generación perdida». Los bautizó y los maldijo, a la vez. A Robert Graves le habló de Palma de Mallorca como un paraíso, siempre que fuese capaz de soportarlo. A Hemingway lo conminó a venir a España, «un país lleno de gente espontánea» y al que la primera guerra mundial no había machacado. Tuvo razón la Stein, porque aquí Hemingway consiguió la materia prima de '¿Por quién doblan las campanas?', la cantera de su personalidad desbordante y desbordada. «No es las campanas, sino la campana», puntualiza Ramón Bluckley, hijo del corresponsal del 'Daily Telegraph' en España, Henry Buckley. «El título en inglés es 'For whom the bell tolls'», refiere sobre aquella historia de Robert Jordan, un profesor de español oriundo de Montana, que lucha como especialista en explosivos en el lado republicano y a quien el general Golz le encarga la destrucción de un puente decisivo para evitar el paso de os nacionales durante la ofensiva de Segovia.
Frente a la estatua de Pío Baroja, a quien Hemingway visitó en su lecho de muerte para decirle que si alguien se merecía un Nobel era él, estas glosas aluden una gran ficción, la que Hemingway escribió para sí mismo sobre España, los toros, el valor, la hombría, las mujeres, incluso sobre sí mismo. «España es el último buen país», dijo Hemingway a un periodista del Diario de Navarra: «Spain is the last good country», esas fueron las palabras con las que el Premio Nobel se inventó una España a la medida de sus ensoñaciones, como lo hicieron los franceses e ingleses que viajaron en los siglos XIX y XX y acuñaron la imagen de España como «un lugar diferente y excepcional», acaso exótico. La España de los Sanfermines, contada por Hemingway, se parece a la de Merimée. Una bellísima ficción, un retrato desde dentro escrito por gente de fuera.
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