Enrique Krauze: «Es una desgracia que España retroceda en la defensa de su historia democrática»
El intelectual mexicano publica en España 'Spinoza en el Parque México' (Tusquets). Habla de los pecados ideológicos de su generación y del uso político de la historia
![El escritor e intelectual mexicano Enrique Krauze, en Madrid.](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2022/10/07/krauze_okok-RCR45HalRJpJPVHz8nuM5vL-1240x768@abc.jpg)
Su abuelo Saúl fue sastre, y socialista hasta que experimentó el desencanto soviético. Por eso se hizo lector de Spinoza, de cuyas ideas habló con su nieto en un banco del Parque México. Enrique Krauze aún no cumplía los quince. «Desde entonces, me aficioné ... a la costumbre de conversar. Luego adopté a los abuelos mexicanos, intelectuales y escritores sobre los que escribí mis primeras biografías. Conversar sobre ideas es más lúdico, más emotivo. Es un camino, un paseo». Una vuelta al Parque México, le falta decir.
De una conversación, mejor dicho, de las muchas que pueden sostenerse durante siete años, surgió el más reciente libro del historiador mexicano, un volumen a dos voces. Se trata de 'Spinoza en el parque México' (Tusquets), que reúne las pláticas entre Krauze y el político español José María Lassalle, con quien el mexicano comparte amistad y credo liberal. Estructurado en la lógica de la pregunta y la respuesta, el libro traza una historia intelectual, histórica, literaria, ideológica y cultural del México que Krauze ha vivido como testigo y protagonista.
Desencanto
A pesar de su aspecto de vademécum, 'Spinoza en el parque México' se lee con voracidad ante los detalles sobre las polémicas ideológicas, la de Monsiváis y la izquierda contra Octavio Paz, pero también paladeando los entresijos del siglo XX como episodio histórico e intelectual. «Fue muy doloroso para mis abuelos descubrir la verdad de la URSS tras la guerra. Mi abuelo Saúl, el sastre, que era socialista, y mi abuelo José, que era leninista. Para ellos había sido la mayor decepción de su vida, el sueño de su juventud hecho añicos. Octavio Paz tuvo el mismo periplo, fue un convencido de la URSS y, sin embargo, acabó señalándolo».
«Esta es la crisis que él refleja en la revista 'Plural'», dice Krauze refiriéndose a la publicación fundada por el Nobel mexicano y en la que se gestaban los debates intelectuales decisivos en esos años que continuaron en 'Vuelta'. «Entonces yo era un joven lector y me identifiqué. El siglo XX pudo comprender y reprobar de manera absoluta al nazismo, pero fue indulgente, olvidadizo, amnésico con el totalitarismo soviético. Octavio Paz levantó la voz para decir que existía ese otro totalitarismo vivo y que había que denunciarlo. Y así como denunciábamos el comunismo, al mismo tiempo luchábamos contra las dictaduras de derecha. Estábamos en contra el abuso del poder en cualquier ideología. Queríamos democracia liberal con responsabilidad social».
Soberbia
Hubo tres encuentros decisivos en la vida de Enrique Krauze. El primero con Daniel Cosío, fundador del Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México. «Era un liberal de museo. En el siglo XX era difícil ser liberal, editor, escritor, ensayista, historiador, un gran luchador crítico con el poder, incluso un poco anarquista. Yo quería ser como él». Luego está la figura enigmática de Gabriel Zaid, «el escritor más original de habla castellana, con una amplia obra en muchísimas materias». La tercera figura, por supuesto, fue Octavio Paz. «Trabajé 23 años con él. Marcó mi vida, fue un intelectual, poeta, ensayista brillante y un hombre de una gran valentía, porque fue contracorriente el grado de odio que despertaban sus opiniones en los de mi generación».
A la pregunta sobre cuál fue el mayor pecado de su generación, Krauze no duda: la soberbia. «Carlos Monsiváis, que era mi amigo, llamó a Octavio Paz de derechas, un reaccionario, cuando lo único que quería decirle a la izquierda es que viera la verdad de Cuba. Cuando Gabriel Zaid pidió elecciones en El Salvador y denunció a paramilitares y guerrilleros, lo atacaron. La polémica más dolorosa que viví fue la campaña de ataques que sufrió Zaid cuando escribió 'Colegas enemigos' donde demuestra que fueron los guerrilleros salvadoreños quienes mataron a Roque Dalton, el poeta guerrillero. Entonces, lo atacaron dentro y fuera de México porque reveló que todo lo que querían ocultar: eso no era una revolución, era el poder absoluto».
Enrique Krauze ha estudiado a fondo la historia de México, así como la naturaleza del poder y sus mutaciones. Tiene varios libros dedicados al tema, entre ellos 'El poder soy yo', 'El poder y el delirio' o 'El mesías tropical', donde analiza el fenómeno del populismo autoritario. «Toda esa revisión que algunos hicieron en el siglo XX me temo que se ha olvidado en el XXI y que ese olvido es costosísimo. El culto a la personalidad del nazi fascismo y la ideología autoritaria del comunismo se insinúan hoy en el populismo».
Destrucción
«Siempre he creído en los constructores, en los que crean: una empresa, un proyecto cultural, así he construido Letras Libres. Soy ingeniero industrial no civil, pero también la ingeniería industrial te enseña a creer en la creatividad y a criticar lo destructivo. Por eso creo que los poderosos tanto América Latina, como en el resto del mundo: creen que destruir es construir. Lo contrario de un ingeniero es un pirómano, incendiar algo es muy fácil: una institución, un museo, una biblioteca, un país. No se necesita mucho: un cerillo y un poco de gasolina, nada más», cuenta Krauze, sentado en una butaca del que alguna vez fue el hotel de los toreros.
Desde niño, el pasado fue importante para Enrique Krauze. «Vengo de una familia de inmigrantes que se salvaron del Holocausto en Polonia y llegaron a México. Soy el primer hijo, nieto y bisnieto hijo de esos inmigrantes. Muy pronto descubrí que vivía en un país con un pasado milenario riquísimo, azteca y español, lleno de presencias de toda índole», dice el historiador, editor y escritor mexicano. Amigo y discípulo del premio Nobel Octavio Paz, con quien trabajó en la revista 'Vuelta', Krauze ha estudiado a fondo la historia y el uso político que se ha hecho de ella, así que los días que corren son más que pertinentes para someter a revisión el discurso de cancelación que han llevado adelante personajes como Manuel Antonio López-Obrador, actual presidente mexicano.
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«Este libro es la defensa que hago de un grupo solitario de escritores que creer la democracia liberal cuando estaba completamente arrinconada y parecía anacrónica y superada. Es un libro de historia personal. En los años ochenta tuve una polémica sobre el uso político de la historia. El exceso de Putin en su uso de la historia imperial rusa para justificar su genocidio ucraniano le ha abierto los ojos a mucha gente», explica. A la pregunta sobre hasta dónde debe un estado legislar la memoria histórica, el escritor muestra su preocupación: «La historia es una de las químicas más peligrosas vuelve a los pueblos vanos, imperiosos, agresivos y cobardes. Cuando se usa para fines políticos conduce a la violencia y fratricidio. Por eso es una desgracia que el gobierno español, dando la espalda al gran legado del pacto democrático de los setenta y que nos iluminó a todos, tenga un retroceso en la defensa de su propia historia. Confío en que poco a poco triunfará en España la sensatez».
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