La enigmática mujer enterrada entre caballeros de Calatrava que también luchó
Los huesos hallados en el castillo de Zorita de los Canes se corresponden con los de monjes guerreros que pudieron luchar en la batalla de Alarcos o en las Navas de Tolosa
Estudios de su dieta revelan un alto consumo de carne y en el caso de las élites, de aves y pescado de mar
Cara a cara con los caballeros calatravos que lucharon en las Navas de Tolosa
![Tumba de un guerrero del cementerio del Corral de los Condes del castillo de Zorita de los Canes (Guadalajara)](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/25/Photo2Tumbaguerrero.AutoresDionisioUrbina-CatalinaUrquijo-R2QJJsEgrfVKM6jBqumw1sJ-1200x840@diario_abc.jpg)
Cuando hace dos años le entregaron a Carme Rissech una colección de huesos desenterrados en el castillo de Zorita de los Canes para que los analizara, le dijeron que pertenecerían a caballeros de Calatrava, pues esta fortaleza de Guadalajara se convirtió en ... sede de la orden militar tras la derrota de Alarcos (1195 d.C.) hasta su traslado a Calatrava la Nueva. La veterana antropóloga forense recuerda que entonces pensó: «Sí, sí, veremos». Hoy no alberga dudas. «Tienen muchas lesiones, eran guerreros, gente que batallaba», señala la profesora de Anatomía de la Universidad Rovira i Virgili.
«No es descartable que hubieran participado en la batalla de Alarcos o en las Navas de Tolosa (1212 d.C.)», le secunda el bioarqueólogo Patxi Pérez-Ramallo, investigador principal del estudio 'Desentrañando el estatus social en la primera orden militar medieval de la Península Ibérica mediante análisis isotópico', recientemente publicado en 'Scientific Reports'. Además de identificar «numerosas marcas de corte o traumas por heridas de combate o por haber sufrido un ataque», Pérez Ramallo destaca que el análisis de los huesos ha permitido descubrir aspectos sobre el origen social y modo de vida de 25 individuos, todos hombres adultos de distintas edades, salvo un bebé y una enigmática mujer.
Sus restos se hallaron en el cementerio del Corral de los Condes descubierto junto a la iglesia del castillo de Zorita, un espacio densamente poblado de tumbas donde los equipos de la escuela ArchaeoSpain, dirigidos por Dionisio Urbina y Catalina Urquijo, han recuperado ya más de 60 esqueletos más o menos completos y un centenar más de huesos.
En esta necrópolis de monjes guerreros, extrañó dar con un enterramiento femenino que los directores de las excavaciones describen como «singular». Era una de las tumbas construidas con lajas de piedra, sobre la que se desplomó después otra superior, y en su interior se halló una de las escasas pertenencias que se han recuperado en el lugar.
![Castillo de Zorita de los Canes](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/25/1458936970-U52333021103uPf-760x427@diario_abc.jpg)
A los calatravos se les solía sepultar con una humilde mortaja, siguiendo el voto de pobreza que asumían al ingresar en la orden. De ahí que hasta la fecha solo se hayan recuperado tres hebillas de cinturón y algunas monedas perdidas que han permitido datar la necrópolis entre los siglos XII y XV. En la tumba femenina, sin embargo, se encontró un anillo «liso, sencillo», que «no encajaba en un cementerio tan parco en ajuares y ahora -según Urbina- encaja».
Herida en alguna lucha
Los restos de la mujer también presentan marcas de heridas penetrantes y contundentes de arma blanca, señal de que participó en alguna lucha. «Tiene pinchazos, pero no tantos como los que hemos visto en los otros individuos», señala Rissech antes de explicar que este tipo de lesiones se debe a que la cota de malla de los combatientes medievales era más resistente a los cortes de espada que a las estocadas.
La antropóloga forense estima que la mujer, que «no era muy robusta», «podría haber sido una guerrera» porque presenta lesiones de guerra y «no tiene muchos marcadores de actividad física en el cuerpo» que revelen trabajos físicos, «excepto en el radio, lo que indica que podía haber manejado una espada». Hay casos documentados de mujeres guerreras de la época, asegura esta experta.
![Vista aérea del cementerio del Corral de los Condes del castillo de Zorita](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/25/CementerioCorralCondes-U38385268310CrB-760x427@diario_abc.jpg)
Tal vez «pudo sufrir los efectos de una batalla y que se le intentara dignificar a su muerte, a la altura de los guerreros calatravos», como especula Urbina. A su juicio, la difunta debió de tener algún vínculo con los caballeros de Zorita para que, por su comportamiento en la batalla o por haber dado su vida por Dios como otros combatientes caídos, decidieran igualarla a ellos en su sepultura. En ese caso, ¿quién pudo ser esta mujer y qué relación tuvo con los monjes de Calatrava? «Es un enigma», reconoce el arqueólogo, que recuerda que existió una rama femenina en la orden, formada en muchas ocasiones por familiares de los caballeros. «Hubo monjas de Calatrava en Almonacid», señala aludiendo a una localidad cercana a Zorita de los Canes. Aunque éstas, añade, no intervenían en conflictos bélicos.
Aves y pescado de mar
Su dieta, además, difiere de la de los freires. Los análisis isotópicos sugieren que en el cementerio del Corral de los Condes del castillo de Zorita fueron sepultaron miembros de la élite de la orden de Calatrava, pertenecientes a la alta nobleza medieval. «Hemos descubierto en su dieta mucha proteína de origen animal, rica en aves (las más apreciadas por las élites sociales de la época) y peces marinos, con valores semejantes a los de la realeza», detalla Pérez-Ramallo.
El pescado se convirtió en la época en un alimento básico debido a las restricciones religiosas sobre la carne (en fechas como la Semana Santa o los viernes especialmente de Cuaresma), pero llama la atención el alto porcentaje de pescado de mar que se consumía en un enclave del interior peninsular como Zorita. «Es significativo», dice el investigador postdoctoral del departamento de Arqueología e Historia Cultural NTNU y del Instituto Max Planck de Geoantropología, que también ha estudiado los enterramientos de la catedral de Santiago de Compostela.
El consumo de peces marinos, que se transportaban ahumados o en salazón, denota el alto poder adquisitivo de la jerarquía de la orden y la relevancia de este enclave en el tráfico comercial entre el norte y el sur peninsular. «En 1223, Fernando III establece el paso obligado de todas las mercancías que deban cruzar el Tajo por los puentes de Toledo, Alharilla y Zorita» y «la importancia de este privilegio fue enorme, puesto que canalizaba el flujo de mercancías y el pago del correspondiente pontazgo o impuestos por cruzar el puente hacia Zorita», explica Urbina.
![Dos sepultados en el cementerio de Zorita](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/25/Photo3.Tumbaguerreros.AutoresDionisioUrbina-CatalinaUrquijo-U81357406613Mzi-760x427@diario_abc.jpg)
El grueso de los estudiados, con una dieta algo más pobre, pertenecía a la baja nobleza o la élite urbana de la que principalmente se nutrían las huestes calatravas y también había gentes de rango más humilde (mercenarios u hombres que se alistaban para luchar y prosperar en la sociedad de la época), que consumían menos carne y pescado de río.
Hasta la fecha no se habían hecho estudios detallados sobre los miembros de una orden militar medieval y los valores obtenidos «encajan con lo que cuentan las fuentes históricas», resalta el bioarqueólogo, que emplaza a futuras investigaciones para saber si la pertenencia a la orden mejoró las condiciones de vida de sus miembros.
Sin vínculos con el bebé
A la cola de los analizados, entre los que comían más pobremente, se encuentra esta mujer. «Lo que está muy claro es que es la que tiene un nivel más bajo de nitrógeno y, por lo tanto, la que comía menos proteínas de animal», remarca Rissech.
Por esta razón los investigadores consideran que pudo ser una sirviente o trabajadora en el castillo de Zorita que, tras luchar por su vida ante un ataque o un asedio, fue enterrada en el cementerio calatravo. Rissech recuerda, por ejemplo, que en el claustro del convento de Santa Catalina, en Barcelona, se hallaron tumbas de mujeres que limpiaron o cocinaron para los dominicos. «Las sirvientas de Santa Catalina están enterradas con los monjes y no son concubinas», aclara.
La presencia de la difunta en la necrópolis de los freires también podría estar asociada a la repoblación de esta fortaleza de origen musulmán tras su conquista cristiana en el siglo XI, antes de que el rey Alfonso VIII se la cediera a la orden de Calatrava en el 1174 d.C. Sin embargo, hasta que no realicen pruebas de radiocarbono no podrán datar con precisión sus restos.
De lo que están seguros los investigadores es que no estaba relacionada con el bebé cuyos restos han estudiado, pues debido a los bajos niveles de nitrógeno de sus huesos no podría estar alimentándolo. Quizá el pequeño esté vinculado con otra mujer, de la que solo cuentan por ahora con un hueso. Y puede que se remonte al periodo de repoblación del castillo aunque Urbina sospecha que estos bebés pertenecían a familias de donantes con las que los monjes guerreros se sentían en deuda. «Había gente que hacía donaciones a la orden, por ejemplo cediendo sus tierras, y para reseñar la importancia que tenían esas familias, como muestra de respeto, pudieron ser enterrados con los calatravos», explica.
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