Élisabeth Roudinesco: «La izquierda dejó sola a la clase obrera, que se fue con el Frente Nacional»
ENTREVISTA
Directa, polémica y vehemente, la intelectual y escritora francesa ha visitado Madrid para participar en el Festival de las Ideas
Sandel versus Sandel: «Cada generación tiene su propio desafío»

Discípula de Deleuze, Foucault y Derrida, antigua integrante de la Escuela Freudiana fundada por Lacan y experta en historia del psicoanálisis, Élisabeth Roudinesco es autora de una monumental biografía de Sigmund Freud. En aquellas páginas llevó la contraria tanto a los detractores como a los ... hagiógrafos del psiquiatra. Directa, polémica y vehemente, Roudinesco ha visitado Madrid para participar en el Festival de las Ideas en una sesión de pensamiento franco-alemán.
Autora también de una inmensa biografía de Lacan, Roudinesco (París, 1944) considera que a Freud había que releerlo como a Proust o Thomas Mann para entender lo que representó ideológicamente en la revolución cultural del siglo XX: un vienés de la Belle Époque, un súbdito del Imperio austrohúngaro, heredero de la Ilustración alemana y judía e incluso un conservador liberal que se convirtió en el creador de una de las corrientes intelectuales que mayor influencia en la sociedad occidental. El pensamiento freudiano coincide con el desmoronamiento de la Europa de los imperios y la eclosión de la Gran Guerra como punto de inflexión histórica.
—¿Hasta qué punto la Europa actual es tan contradictoria como la de Freud?
—Los biógrafos anteriores eran más de mostrar un Freud vienés, europeo, mientras que Peter Gay, que ha hecho una muy buena biografía, ha realizado un victoriano inglés. Lo que tampoco es mentira. Si queremos caracterizar a Freud, era un conservador iluminado. No reaccionario, pero sí conservador. Conservador en el sentido de que, dado que había teorizado sobre la idea de que el pasado ha desempeñado un papel en nuestro presente, era un hombre que pensaba, odiaba los nacionalismos. Para él, estábamos constituidos por genealogías y su modelo era de tragedia griega.
—Y, sin embargo, fue profundamente moderno.
—Estaba en el Renacimiento y en la Antigüedad, pero quizá no tenía suficientemente conciencia de que él mismo era un producto de la modernidad vienesa. Es decir, la característica de la modernidad vienesa, de la Belle Époque, en las artes, era haber aportado la intemporalidad. Y la idea de un inmovilismo inconsciente, esa es la característica. Que en el fondo la historia no servía de nada, que estábamos fijados en una eternidad y que era eso la modernidad.
—¿Cuál es su gran aporte?
—Freud ha cambiado el mundo y nuestras representaciones del mundo, diciendo que estábamos determinados por el inconsciente. El movimiento psicoanalítico ha sido emancipador. Freud era favorable al aborto, a los anticonceptivos, el final del tabú de la virginidad. Diría que ahí donde el movimiento psicoanalítico ha sido culpable y reaccionario es en cuanto a la homosexualidad masculina, también.
—¿Qué es lo que acerca nuestra época a la suya?
—El carácter trágico. La Gran Guerra destruye la Europa de Freud. Ahora tenemos el riesgo del nacionalismo. Existen las guerras, pero no los imperios. Hay la cuestión de la migración. Entonces diría que sí, hay similitudes. Lo trágico, sobre todo.
Foucault es inocente
Roudinesco se formó con los nombres esenciales del estructuralismo. Por eso muestra escándalo e indignación ante la pregunta sobre hasta qué punto las ideas de Michel Foucault sobre el poder desbordaron a su autor y a la izquierda académica y contribuyeron al desmantelamiento de la 'autoritas' de la democracia, los medios y las instituciones.
—¿Es Foucault y el estructuralismo responsable de la posverdad?
—Eso es una mitología de derechas. Yo conocí a Foucault. Fui alumna de Deleuze y muy amiga de Derrida. Foucault es probablemente uno de los mayores pensadores de la segunda mitad del siglo. Es imposible verle hoy como un destructor de una civilización. Es ridículo. Foucault introdujo la duda en el pensamiento. Forma parte de una generación poscomunista, possartreana y anticolonialista. Era liberal en economía, anticomunista y anticolonialista. Era favorable a la emancipación de todas las minorías.
—En su libro 'Yo, soberano' es crítica con el auge de las identidades.
—Pienso en los excesos de las derivas identitarias. Foucault y Derrida tienen que estar retorciéndose en sus tumbas y advirtieron sobre ellas, porque teníamos derivas identitarias en el medio psicoanalítico. Eran conscientes de ellas, pero pensaban que no se podían controlar. Pienso que tenía razón. A partir del momento en el que se considera que lo que es primero en un individuo es la identidad, se inicia una espiral: «yo soy negro, entonces soy víctima del racismo». Eso es verdad. «Pero entonces, ¿ya solo soy negro?» Pues no. No eres solo negro. Eres todo. Hay que pensarse en términos de universalidad, porque qué significa ser negro: es una pigmentación con una historia, no es una raza ni una identidad.
—¿Las identidades sustituyeron a la lucha de clases?
—La lucha de clases existe, pero ya no queremos pensarla más hoy. Hemos desplazado el análisis, ya no en el examen de la lucha de clases, pero sí en la lucha de las identidades. Y creo que es algo regresivo. Pensar un sujeto es pensar todo a su vez: la subjetividad inconsciente, el género, las representaciones que se tiene de sí mismo, el entorno social, los orígenes, pero no podemos conformarnos con una identidad.
Francia en decadencia
Desde hace más de una década, Francia experimenta una fragmentación que el adelanto electoral de Macron sólo ha conseguido empeorar. El auge del Frente Nacional de Marine Le Pen y la formación de un Nuevo Frente Popular conformado por distintas agrupaciones de izquierda agrava la polarización entre extremos.
—¿Los conflictos de la Francia actual explican lo que pasa en Europa?
—Uno de los rasgos de Francia es nuestro concepto de la laicidad de la república. Somos únicos en el mundo. No digo que sea bueno o malo. Hemos sido un imperio colonialista. Por tanto, el número de inmigrantes es considerable. Somos un país franco-argelino. Entonces nos enfrentamos al islam, que es segunda religión en Francia. Hay que integrar a las personas en ese modelo.
—¿Cómo ve hoy el ataque contra 'Charlie Hebdo'?
—'Charlie Hebdo' es la herencia de Voltaire: la caricatura de las religiones, la libertad de expresión, los derechos humanos. Somos mucho más modernos en la libertad de expresión contra las religiones. En otros lugares del mundo eso es algo chocante. Ahí también soy favorable a que se conserve eso, aunque se pague un precio muy alto. Francia pretende asimilar el islam, es decir, obligar a los musulmanes a funcionar a través de nuestro laicismo.
—¿Qué consecuencias tuvo?
—Después de los asesinatos de 'Charlie Hebdo' se desató una preocupante ola antimusulmana. El riesgo lo representa una derecha que es una extrema derecha y una izquierda que va a la extrema izquierda y alimenta el islamismo. La izquierda prestó demasiada atención a las minorías y dejó a la clase obrera sola, que se ha ido hacia el Frente Nacional. Eso es una catástrofe. Y nos hemos polarizado en dos bandos.
—¿Entre Le Pen y Melenchon?
—Espero que lo que está ocurriendo en Francia sea pasajero. Tenemos una derecha que va a la extrema derecha y una izquierda que va a la extrema izquierda. El principal peligro es la extrema derecha, porque están dispuestos a fundirse en la democracia para tomar el poder. Entonces son mucho más peligrosos, porque han conseguido hacerse aceptables. Van eliminando las partes demasiado visibles de su fascismo, tienen buen comportamiento en la Asamblea Nacional, llevan corbatas, ¿y desde cuándo eso impide que sean fascistas? Una vez que se está en el poder, en ese momento se ejerce la dictadura, no la dictadura política, sino la dictadura cultural. Y eso es algo muy peligroso. Y así es como se piensa que Foucault es un destructor de la civilización.
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