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ABC Cultural

Desvelan la verdadera historia del conseguidor de Velázquez: engañado «como un guiri» por sus amigos íntimos

Juan de Córdoba y su círculo de amigos consiguieron que el pintor sevillano escogiera tres obras menores para copiar y enviar al Palacio Real

Autorretrato de Diego Velázquez pintado en 1645 ABC
Manuel P. Villatoro

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Diego Velázquez no era otro artista más. El sevillano se ganó a la velocidad del rayo un hueco privilegiado en la corte de Felipe IV y, tras ser nombrado ayuda de cámara, el monarca le concedió el honor de viajar a Italia para adquirir pinturas y copias en yeso y bronce de las mejores esculturas clásicas del país. Su objetivo: decorar el Salón de los Espejos del Alcázar de Madrid. Casi nada. «Si hubiera querido, podría haberse presentado ante el mismo Papa y seleccionar sus predilectas, tenía credenciales para ello», explica a ABC José María Luzón, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y antiguo director del Museo Arqueológico Nacional y el Museo del Prado.

Sin embargo, las tres primeras obras que seleccionó el pintor no eran reconocidas ni populares. Luzón siempre se había preguntado la razón. ¿Qué vio en ellas? Ahora, ha dado respuesta al enigma tras una investigación de varios meses realizada mano a mano con media docena de expertos italianos y españoles: «Un grupo de amigos le llevó de la mano para que escogiera esas, y no otras». Aquel círculo de influencia giraba alrededor de Juan de Córdoba, el agente que ejerció de cicerone del sevillano en Italia. Fue su conseguidor.

Amigos con derechos

Pero esta es solo la punta del iceberg; uno inmenso en el que se entremezclan historias de amor, intereses políticos, amistades venidas a menos y hasta algún que otro envenenamiento. El académico esgrime que las conclusiones que han desvelado este jueves en el Centro Cultural 'Las Claras' de Murcia son solo el punto de partida para conocer el círculo más íntimo de Velázquez en Roma. «Queda mucho por investigar», incide con un característico acento andaluz. Aunque el camino por recorrer no desmerece el trabajo hecho. «Hemos hallado documentación desconocida sobre estos personajes», añade. Entre la pila de papeles que han mostrado destaca un contrato mediante el que el pintor encargó unos morillos al escultor Alessandro Algardi.

Retrato de hombre Velázquez

Con todo, el protagonista de las conferencias no ha sido el artista sevillano, sino su conseguidor. Un sujeto rodeado hasta ahora por la sombra de la desinformación y la incertidumbre y al que Velázquez inmortalizó en un cuadro –'Retrato de hombre'– que, durante dos siglos, llegó a ser interpretado como un autorretrato suyo. El mismo que acompaña este texto. El equipo liderado por Luzón ha desgranado su historia de principio a fin. «Era el mayor de una familia de diez o doce hermanos. Se fue a Roma para formarse con su tío, que vivía de las bulas, la notaría y las rentas», explica María del Carmen Alonso, una de las expertas de este equipo.

Los datos encontrados son inconmensurables. Juan de Córdoba, cuyo cuadro ha lucido durante varias semanas en Murcia cedido por la Pinacoteca Capitolonia, mantuvo un litigio con el Cabildo de Córdoba por sus antepasados judeoconversos. Y, por ello, prefirió quedarse en Roma, ciudad que consideraba «más abierta» en el campo religioso. En la década de los cincuenta recibió a Vélazquez y le abrió las puertas a sus contactos. Uno de ellos fue Juan de Acevedo, con el que compartió casa durante ocho años. «Este personaje, que era muy culto, presentó al pintor a la familia Vitelleschi, propietaria de un discóbolo que se convirtió en una de las tres primeras obras copiadas y enviadas a España», añade el experto.

Bien relacionados

El conseguidor hizo lo propio con el sátiro de la colección Caetani y el Germánico de Peretti Montalto. Luzón bromea: «Velázquez me recuerda a un guiri al que, según se baja del avión, llevan a ver Madrid». Los amigos del pintor se cuentan por docenas. Los nombres son inabarcables, cada uno relacionado de una u otra forma con el anterior. Y pasarán años hasta que la información de todos salga a la luz. «A Juan de Acevedo –Joannes de Acevedo– le tenemos que estudiar a fondo. De momento sabemos que contaba con grandes ingresos gracias a que tenía la exclusiva de la fabricación, distribución e impuestos de los naipes en los Estados Pontificios», sentencia.

Y es que esa era otra de las características del círculo de amigos de Velázquez en Roma: la mayoría eran pudientes, de buena cuna y con contactos en las altas esferas. Normal ya que, por entonces, la urbe apenas contaba con entre 60.000 y 80.000 habitantes. La pregunta es obligada: ¿es posible que recibieran una comisión por acercar a Velázquez a aquellas obras de segunda fila? El académico responde de forma tajante: «Lo es». Aunque, una vez más, queda trabajo para afirmarlo con rotundidad. El experto también baraja la posibilidad de que el sevillano pintara algún retrato de estas amistades. Aunque, como otros tantos que alumbró en Italia, es posible que estén perdidos o sin identificar.

La característica principal de la investigación –titulada 'Juan de Córdoba. Canonicus carthaginensis' y enmarcada dentro de una exposición de la Fundación Cajamurcia– es que se ha desarrollado a través de la red. Una enseñanza que trajo la pandemia y que ha permitido a los expertos acortar mucho los tiempos. A su vez, ha sido presentada por videoconferencia al público, y no mediante una revista académica, para darla a conocer a toda velocidad.

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