El dardo
Lo woke
«Antes de lo woke estábamos mejor y éramos más libres. Ahora toca el combate»
La denominada cultura woke o de la cancelación ha ganado significado en el debate público, por fortuna vemos sus trampas. El término ha evolucionado hasta convertirse en un movimiento que genera polarización, censura y un ambiente de intolerancia hacia las ideas contrarias. Sí, porque tiende ... al extremismo. En lugar de fomentar debates abiertos, promueve la cancelación de los que no se alinean completamente con los ideales de la falsa izquierda. Tanto es así que ha conducido a la pérdida de empleos, la marginación social o a ser objeto de acoso por expresar opiniones divergentes. En una sociedad democrática, en las naciones liberales, menoscabar la libertad de expresión en nombre del progreso social es un dique al intercambio de ideas y al avance de la diversidad.
Lo woke debilita los problemas complejos, minimizándolos en una mala novela de opresores y oprimidos, cargándose de paso las zonas grises donde el pensamiento debe actuar con mayor fortaleza. El enfoque, maniqueo y manierista, desprecia las sutilezas de las realidades sociales y agita divisiones en lugar de edificar puentes. Al etiquetar a las personas basándose en su raza, género o afiliación política, se aceran las identidades, así que se orilla al colectivo, y se miente descaradamente al hablar de política social: solo lo particular importa, el catalanismo excluyente, los idiomas nacionalistas frente al castellano, el andalucismo frente a lo andaluz y un largo etcétera.
La cultura de la cancelación impone un código moral rígido, que nos dice qué es aceptable y qué no lo es en todos los aspectos de la vida, lo que fomenta la autocensura. Que no nos engañen, la cultura de la cancelación no nace de la nobleza de espíritu o del mundo crítico de las ideas, la forja una élite cultural afín a la falsa izquierda que ha estudiado y bebe directamente de las fuentes del fascismo. La idea es vieja ya, impedir desde el estado el uso de palabras y términos para que al final amemos a un estado unicolor. Pero la receta de la derecha tampoco es buena, el individualismo. Antes de lo woke estábamos mejor y éramos más libres. Ahora toca el combate.
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