CRÍTICA DE:
'La vida por delante', de Magalí Etchebarne: la fiesta de la existencia adulta
NARRATIVA
La autora, VIII Premio Ribera del Duero, se cuela por las grietas que se abren en la vida en determinados momentos
Otras críticas de la autora
![Magalí Etchebarne (Buenos Aires, 1983](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/06/04/megali.jpg)
Titular un libro 'La vida por delante' cuando sus temas principales son la muerte, la vejez o el paso del tiempo tiene mucho de desafío. Es toda una declaración de intenciones que Magalí Etchebarne (Buenos Aires, 1983) lanza a sus lectores y que parece ... decirles que, si bien los asuntos que trata son hondos y suelen ser narrados con gravedad, aquí no van a encontrar un texto solemne ni triste. Más bien al contrario, una fina capa de humor negro impregna estas historias y logra arrancar una sonrisa hasta en los momentos más oscuros.
Los cuatro relatos son independientes —aunque dos comparten narradora y personajes—, pero están inmersos en una atmósfera común, un aire que los emparenta y hacen que dialoguen, que resuenen unos en otros, que se sujeten en una misma tensión subterránea. Si bien los cuatro son estupendos, en mi opinión sobresalen el primero y el tercero, soberbios en forma y en fondo.
RELATOS
'La vida por delante'
![Imagen - 'La vida por delante'](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/06/04/1620portaeva.jpg)
- Autora Magalí Etchebarne
- Editorial Páginas de Espuma
- Año 2024
- Páginas 113
- Precio 16 euros
La autora se cuela en estos cuentos por las grietas que se abren en la vida en determinados momentos en que las cosas no marchan como debieran. En ellos hay viajes —físicos y metafóricos— para abrir paréntesis e intentar escapar de una existencia incómoda (un personaje lamenta «Ser culpable de ser siempre ella misma, a pesar de usar su mejor ropa o de haber recorrido kilómetros»); está la extrañeza de la propia vejez («Tu verdadero cuerpo guardado adentro de otro cuerpo guardado adentro de otro cuerpo y tu alma al final de todo, chiquita, sin futuro, un pedacito entumecido») y de la vejez ajena («Una madre vieja es un hijo a contramano»); está la «trenza de mujeres emparentadas por un hombre» que las ha ido abandonando progresivamente, reemplazándolas siempre por otra más joven, y la severidad con la que nos juzgamos («Cualquier mujer está entrenada para descuartizarse»); está el trabajo y está el amor, la memoria, el peso del pasado, las expectativas que no suelen cumplirse y las decepciones que vienen detrás. Algunas de las imágenes que utiliza Etchebarne son maravillosas, como cuando describe el desgaste de los cuidados de su madre enferma: «Cuando volvía a mi casa, estaba cansada, o algo más ácido. Se parecía a haberme asustado».
Estos cuentos siguen sonando en la memoria mucho después de llegar al final
Una de las claves del libro es la voz narrativa que Etchebarne ha elegido para contar estas historias: es una voz serena, un tanto despegada del relato, que pone la distancia justa con lo que cuenta para que la narración coja vuelo y se eleve. También es muy acertada la forma en que la autora administra la información, cómo va revelando detalles de un modo muy sutil, casi casual, que hace que lo leído adquiera un sentido que hasta entonces no tenía. Y es notable el modo en que emplea los objetos para evocar historias mucho más profundas que la anécdota donde están enmarcados: un pijama que asoma bajo la almohada recuerda inevitablemente al marido que se ha marchado, unos cubiertos de plata representan pruebas imposibles de superar, las cajas de medicamentos, cremas y gasas que puestas sobre la cómoda forman una ciudad anuncian una muerte cuando se vuelven inútiles. Escritos con una prosa elegante, poética pero despojada de adornos, estos hermosos cuentos siguen sonando en la memoria mucho después de llegar al final.
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