CRÍTICA DE:
'Via Gemito', de Domenico Starnone: artista y tirano doméstico
NARRATIVA
Esta novela del gran autor italiano obtuvo los premios Strega y Nápoles. Narra algo parecido a unas memorias, no declaradas como tales, de sus primeros años, durante la posguerra, en la ciudad de Nápoles, con un padre iracundo y violento
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Publicada en el año 2000, y obteniendo poco después los premios Strega y Nápoles, la espléndida obra 'Via Gemito', del novelista, periodista y ensayista Domenico Starnone (Nápoles, 1943) merece ser considerada como un clásico de su literatura.
Con un lenguaje fastuoso y admirable, ... combinando un bellísimo y amargo lirismo retrospectivo con pasajes de gran dureza, dentro de un ámbito familiar y secreto, como sucedía habitualmente, y aún sucede, con los maltratadores de cualquier época, Starnone narraría algo parecido a unas memorias, no declaradas como tales, de sus primeros años, durante la posguerra, en la ciudad de Nápoles.
«Cuando mi padre —escribe Starnone nada más comenzar 'Via Gemito'— me dijo que solo le había pegado a mi madre una vez durante los veintitrés años que estuvieron casados ni siquiera le respondí. Hacía tiempo que no objetaba nada a sus historias llenas de acontecimientos, fechas y detalles completamente inventados. De joven lo consideraba un mentiroso y me avergonzaba como si sus mentiras me pertenecieran».
NOVELA
'Via Gemito'

- Autor Domenico Starnone
- Editorial Altamarea
- Año 2024
- Páginas 483
- Precio 23,90 euros
A la muerte de Federì, su padre, el narrador de esta historia emprende lo más duro y difícil que puede llevar a cabo un hijo: ofrecer el retrato y réquiem más realista posible, sin disfraces consolatorios, de un personaje que vivió siempre entre la mentira y las fabulaciones más desatadas propias de un megalómano que trastocaba y violentaba la realidad hasta reducirla a un mero espejismo sometido a su voluntad y capricho.
Así sucedía con toda su familia, tiranizada a diario en el humilde apartamento napolitano de Via Gemito, donde vivían. Porque Federì, de carácter iracundo y paranoico, que reina de forma incontestada, sometiendo sobre todo a su bella mujer Rosinè, pero también a sus hijos, a los que hace pagar decepciones y frustraciones, es un artista local, fanfarrón y desafiante, iluminado únicamente por la devoción a su propia obra. Algo que combina, mal que bien, con su profesión de ferroviario.
Lenguaje fastuoso, combinando un bellísimo y amargo lirismo retrospectivo con pasajes de gran dureza
Por su parte, en el reciente libro de Starnone 'El viejo en el mar', (Lumen. 176 páginas. 19,90 euros) volvemos a encontrarnos con aquella figura primordial en la vida del autor que era su joven y despampanante madre, centro de los celos furibundos del que era su marido. Una madre, modista de profesión, fallecida con tan solo cuarenta años. Una mujer de gran fascinación que se sigue imponiendo poderosamente al presente de su hijo, ya anciano. Un hijo, alter ego del autor, llamado en la novela Nicola Gamurra que, en sus paseos diarios frente al mar, parece encontrarla de nuevo, reencarnada en una joven que maneja una canoa. Se llama Lu y tiene los mismos años, veinte, que tenía su madre cuando su padre se enamoró perdidamente de ella.
Sentado en una silla de la playa, Nicola observa todo a su alrededor, mientras deja volar la mente, en una especie de duermevela que le lleva, sin cesar, entre imágenes oníricas, a escenas y recuerdos del pasado. «Me fastidian estos sueños imprevistos de anciano», se reprocha, mientras rememora la pasión que le dominaba en otros tiempos, con aquellos «arrebatos del mundo real, reservados solo para mí», como pensaba con arrogancia. Ahora, el deambular nostálgico por sus distintas edades le lleva a reflexionar, a sus 82 años, sobre su trabajo de siempre, la escritura, y cómo la vivió y la vive en el presente. Aquella ambición tumultuosa, inquieta, que no descansaba, ahora ha pasado a ser sino un letargo, sí una invitación diaria a envolverse en la calma y la distancia necesarias con las que observar y sopesar las pequeñas cosas de la vida.
También el cuerpo ha ido cambiando con el paso de los años: «Llega la desgana, el cuerpo se vuelve menos receptivo, menos audaz, la realidad parece haberse entumecido». De joven, atrapado por la ansiedad y ambición de escribir una obra «fundacional», manipulaba esa realidad, ahora inmutable, como le venía en gana. Se valía de ella «para sacar invenciones con destellos de verdad”. Una bella reflexión, por parte de un autor excelente, Starnone, sobre las edades de la creación de un escritor.
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