PUES DICES TÚ
Verso suelto
Las dos personas normales suben y bajan por las mil y una escaleras de unos conocidos centros comerciales, mientras beben de sendas latas de un conocido refresco bajo en calorías
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Las dos personas normales suben y bajan por las mil y una escaleras de unos conocidos centros comerciales. El Corte Inglés. Mientras beben de sendas latas de un conocido refresco bajo en calorías. Coca-Cola Zero. La primera persona normal da un buen trago y ... exhala de forma sonora. La segunda persona normal la mira.
—¿Eres un anuncio?
—¿Qué?
—Que si eres un anuncio.
—¿Por?
—Como has respirado fuerte, pues por eso.
—Es que está fresquita.
—¿Y qué? Muchas cosas están fresquitas. El agua está fresquita.
—Cuando está fresquita.
—Cuando está fresquita. Muchas cosas están fresquitas cuando están fresquitas y no anda todo el mundo respirando fuerte, que lo fresquito está muy bien, no digo yo que no, pero luego está la educación.
—No sabía que había respirado tan fuerte.
—Pues sí.
—A ver. Dale un trago tú...
La segunda persona normal se lleva la lata a los labios, deja que la garganta suba y baje un par de veces y emite una exhalación prolongada.
—¡¿Lo ves?!
—¡¿Qué me ha pasado?!
—Has respirado larguísimo, eso ha pasado. Has exhalado largo, o como se diga. Ha sonado largo todo.
—¿Muy largo?
—Muy largo.
—¿Y por qué?
—No sé por qué, a saber por qué. Por ver anuncios será, que no hacemos otra cosa que ver anuncios y esas cosas se quedan, como el perro ruso de la campanilla, que se comía las campanillas del hambre que le hacían pasar.
—¿Pablo?
—¡Justo! ¡El perro de Pablo! ¡Eso! El perro ruso de Pablo, que se hinchaba a campanillas porque era lo que le daban. Y, como estaba condicionado, pues eso, en cuanto veía una campanilla, ¡hala!, se le tiraba encima y a comer. Como nosotros con lo de respirar fuerte.
—No veo la relación.
—Ni falta que hace, de eso se trata. Nos manipulan en silencio. Desde las sombras.
—¿Estás bien?
—Nos manipulan desde detrás de las bambalinas, o como se llamen las luces esas.
—¿Las candilejas?
—Como se llamen. Por eso respiramos fuerte, por culpa de las candilejas. Te lo digo yo.
Las dos personas normales tiran las latas a una papelera, cambian de planta y se dan de bruces contra la sección de libros. Su primera reacción es la de cambiar de planta, naturalmente, pero, como aún queda mañana por delante, se resignan a las leyes del vagar, que se cumplen o no se cumplen, pero no se discuten.
—Pues dices tú lo de Pablo, pero el pequeño está que no duerme con un libro viejo de Neruda.
—Ah, sí, que era Pablo también.
—Igual que Picasso, ¿no?
—Y como todos los Pablos. ¿Será un nombre ruso, Pablo?
—Yo creo que no, yo creo que el ruso era el perro.
—Ah, ya, es verdad. Pero Neruda era comunista, ¿no?
—Pues igual sí, porque era un marinero en paro, o algo. La cosa es que lo lee sin parar. Y a veces lo lee en voz alta y nos pone la cabeza como un bombo a todos.
—A la mía también le gusta. O le gustaba, vamos, cuando estaba enamorada. Desde que tiene trabajo, ya no lee poesías casi.
—Es normal.
—Pero me acuerdo de cuando sí. La del camino al andar, por ejemplo.
—Ah, sí, esa es que es muy buena. Y la de los locos bajitos.
—Esa está muy bien también. Me gusta mucho a mí la poesía, pero no para leer, para cantar y eso. Para decir que me gusta.
—Yo también lo digo mucho.
—Sobre todo cuando rima, ¿no?
—Toma, claro, es que, si no rima, no es poesía. Si no rima, es como hablar normal, pero haciendo las líneas más cortas.
—Pues eso.
—Verso suelto, creo que lo llaman.
—No, eso es cuando eres de un partido pero enfadas mucho al jefe.
—O a la jefa.
—O a la jefa. Eso es cuando te van a echar pero gustas a los del otro lado. Lo que tú dices es verso blanco.
—¿No es rima asonante?
—Pues igual. O consonante.
—Consonante es cuando no pones las vocales, ¿no?
—¿Como los judíos?
—Pues seguro. O como cuando canta Dani Martín.
—No, no, eso es al revés, Dani Martín se salta las consonantes, me parece; para él son vocales todas.
—Ah, ya. ¿Cómo con Rosana?
—Justo, como con Rosana. Igual.
Las dos personas normales se cansan de desvariar, aunque, al consultar el reloj, ven que se aproxima la hora del vermú y que han solucionado muy bien la mañana
—La poesía es muy difícil, si lo piensas. Si no, la haría todo el mundo. Que si ocho sílabas, que si once, que si hay que acabar parecido.
—Que si las perlas de tus dientes, que si las aguas cristalinas, que si el rubicundo Apolo.
—Eso es el sol, ¿no?
—Justo. El sol.
—Lo sabía.
—No es para todos, ¿no crees?
—¿La poesía? Yo creo que no
—Por eso no la anuncian en la tele, ni siquiera en Movistar, y eso que te calzan un anuncio de lo que ellos quieran.
—Ni en las paradas de los autobuses.
—Pues por eso mismo será, ¿no? Salvo que sea por otra cosa.
—Será por cosa de la rosa. La rosa es así y ya está. No la toques.
—¿No toco la rosa?
—No la toques.
—¿Seguro?
— Te lo digo yo. No la toques, hazme caso. Segurísimo.