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TODAS LAS MUERTES DE JAMES W.

2. De lo que le sucedió en Barcelona

Segunda entrega de la serie ideada por el columnista José F. Peláez

Primer artículo de la serie

José F. Peláez

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Ya en casa, José María no pudo ni dormir. La adrenalina, supongo. Por muy feliz que hubiera sido el final del cuento de su no-suicidio, la realidad es que uno no se mete un revolver en la boca todos los días. Eso te da ... un extra de cortisol incompatible con el descanso, que tarda horas en desaparecer del cuerpo y que te mantiene en guardia contra ti mismo, origen y fin de toda alerta. Y sus glándulas suprarrenales aquella noche eran una industria química a pleno rendimiento. Algo tendrían que ver también las metanfetaminas que le dieron en el baño, ese 'speed' malo y sin sentido. Porque si la raya de irse a dormir no tiene sentido, ya me dirán ustedes la raya de irse a morir. Y la promesa, claro, ese compromiso crismal consigo mismo, ese auto bautismo de un artista recién nacido. Si el matrimonio es el único sacramento en el que el contrayente es a la vez ministro, tenía sentido que este nuevo sacramento—la unción de artista—, funcionara igual. Un matrimonio de él con su arte que le obligaba a comenzar desde cero y a mirar a la vida como el 'plan b' mientras llegaba la muerte como una diana que te hace señales.

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