Crítica De:
'Ropa de casa', de Ignacio Martínez de Pisón: la formación de un escritor
AUTOBIOGRAFÍA
Uno cierra esta autobiografía consciente de que su autor, escriba sobre lo que escriba, es sobre cualquier otra cosa novelista
Otras críticas del autor
A la edad de sesenta y tres años decide Ignacio Martínez de Pisón publicar la primera parte de su autobiografía, que abarca desde su nacimiento en 1960 hasta que comienza a publicar novela en la Barcelona de los años ochenta.
La autobiografía de ... escritor es un género con muy diferentes acentos y obliga a ciertas elecciones. Si nos fijamos en las de tres escritores varones de la generación de los cincuenta: Castilla del Pino, Juan Goytisolo y Caballero Bonald, la de Martínez de Pisón estaría más próxima a la del psiquiatra cordobés que a la de los novelistas, por una condición de su estilo: sitúa la veracidad de lo que cuenta por encima de la construcción estilística de un escritor 'interesante'.
AUTOBIOGRAFÍA
'Ropa de casa'
![Imagen - 'Ropa de casa'](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/09/02/1628portapozu.jpg)
- Autor Ignacio Martínez de Pisón
- Editorial Seix Barral
- Año 2024
- Páginas 304
- Precio 20,90 euros
Lo que Pisón cuenta parece estar dicho con ánimo de ser exacto y sincero, más que de impactar sobre el lector ninguna clase de interesante impostura o posición de autor. Nadie más lejos que él del malditismo del artista. Parece como si un amigo fuera el que contara a otros lo que ha sido su vida familiar y las decisiones que fue tomando hasta hacerse escritor. La condición principal de esta autobiografía tiene que ver mucho con el estilo de Pisón en sus novelas: es un narrador nato, que sabe cómo contar lo que quiere, pero sobre todo lo hace con una naturalidad que es su distintivo primero.
Todos los que conocen a Martínez de Pisón saben que parecen imposibles en su carácter la maldad o la alevosía; es esa clase de personas que nunca te darían gato por liebre, y eso tratándose de un novelista es mucho. Lo que uno aprende fundamentalmente es que Pisón nunca quiso ser quien no es. El libro tiene dos partes principales que coinciden con las tres ciudades en que se ha desarrollado su vida: infancia en Logroño, juventud primera en Zaragoza y escritor primerizo en Barcelona, aunque nunca deja de ser del Zaragoza club de fútbol, y su aragonesismo lo hereda de la militancia en él de su madre, capaz de desplazarse a Zaragoza desde Logroño a punto de dar a luz cada uno de sus hijos para que fueran maños.
Es como si Martínez de Pisón mirara su propia vida como frontón de la de sus amigos
Y no dejan de ser aragoneses muchas de las figuras literarias de las que habla, desde su mítico Buñuel, a quien solo ve una vez en la calle, el raro Javier Tomeo, brillando su gran amigo Félix Romeo que mueve las páginas elegíacas finales, las únicas que concede a la melancolía que se encuentre quizá en el origen de la escritura del libro. Es como si Pisón mirara su propia vida como frontón de la de sus amigos, incluso cuando se trata de narrar su relación con los dos escritores reconocidos más próximos a él como Enrique Vila-Matas y Bernardo Atxaga los trata más como personas compañeros de episodios vitales que como escritores.
Únicamente el espejo de la relación truncada con Javier Marías mueve en él la duda de si ambos hicieron todo lo posible para no terminar como hicieron una relación que había nacido rica. Valora mucho a Elvira Lindo, en especial su libro 'A corazón abierto'. Mientras leía disfrutando mucho estas páginas me he preguntado si acaso podían interesar a lectores jóvenes que no estén interesados en conocer la radiografía, verdaderamente valiosa, que se traza de la vida editorial barcelonesa en los primeros ochenta del siglo pasado, con editores como Herralde o Beatriz de Moura en su centro y un Barral convertido en personaje de sí mismo.
Todos los que le conocen saben que parecen imposibles en su carácter la maldad o la alevosía
He pensado que, aparte de estos contextos vitales de la que fue cultura literaria en la segunda mitad, hay en la primera parte, la infancia y vida familiar, anécdotas que se parecen mucho a las de personajes de sus novelas, he visto en el retrato de su madre, interesante mujer viuda de posguerra, la lucha de una burguesía por no dejar de serlo, y por señalar hitos de ciertos cambios que fueron profundos y que Pisón tiene el acierto de no tratar como sociólogo, sino como narrador novelista.
No hay persona que toque, sean abuelos o padres (poco hay de los hermanos) que no sea susceptible de albergar la dimensión de personaje. Uno cierra esta autobiografía consciente de que Pisón, escriba sobre lo que escriba, es sobre cualquier otra cosa novelista, incluso cuando cuenta de las dificultades para serlo, que son eso, vida verdadera, que María José acompaña desde jovencito como una hermosa bendición.
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