El animal singular

El principio de irrealidad

Despertar esta mañana, revisar el celular y ver que Trump, de nuevo, estará en la Casa Blanca, me permitió dar nombre a esa extraña sensación

Otros textos del autor

Trump celebrando su victoria

Entregar mis columnas a última hora a veces tiene beneficios. Por ejemplo, esta que ahora les escribo en una habitación de hotel, en Lyon, a donde he venido por unos días para participar en el Festival Belles Latinas. Despertar esta mañana, revisar el celular y ... ver que Trump, de nuevo, estará en la Casa Blanca, me permitió dar nombre a esa extraña sensación sobre la que, desde hace días, quería escribir pero que no terminaba de identificar: el principio de irrealidad.

Esa sensación es como un ‘jetlag’ con respecto al mundo. Un desfase interno que te hace llegar siempre tarde al andén de las respuestas, cuando ya el tren ha partido. Es lo mismo que experimenté hace casi exactamente ocho años cuando me encontraba en Biarritz, en otro evento literario absolutamente fantasmal, del que he dado ya cuenta en un relato y cuyo final ocurrió en la recepción vacía de aquel hotel, viendo en la pantalla de un televisor una noticia absurda: Donald Trump era presidente de los Estados Unidos. Que estas dos victorias de Trump me haya tocado verlas desde alguna ciudad de Francia, el país antiamericano ‘par excellence’, hace que todo sea aún más extraño.

Aunque Trump es el paradigma indiscutible de este «tiempo fuera de quicio», como diría el príncipe Hamlet, no es, por supuesto, su único ejemplo. La tragedia de la DANA, en Valencia, además de las imágenes de catástrofe y horror a las que, en el fondo, estamos habituados (otra cosa es que por fortuna no suelan sucedernos a nosotros), trajo otras que me dejaron verdaderamente perplejo: las de los Reyes de España manchados del barro arrojado por la gente indignada.

Aunque Trump es el paradigma de este «tiempo fuera de quicio», como diría Hamlet, no es su único ejemplo

Ver a Felipe VI y a la Reina Leticia asediados por los gritos, el lodo y el trato frontal de los afectados por las inundaciones, me recordó lo obvio: los reyes son personas. Todo el boato monárquico que los sostiene es una ficción que, al igual que las otras ficciones que nos gobiernan, puede ser derribada con la cantidad suficiente de agua. Como será borrada del planeta nuestra especie cuando se concrete eso que algunos estudiosos llaman «la sexta extinción». No obstante, antes de que esta llegue, nos ha tocado ser testigos de otras disoluciones no menos perturbadoras que van desde el sexo, pasando por la política y hasta las nociones mismas de lo que consideramos verdad o mentira.

Al menos en esto no se equivocaron Marx y Engels: todo lo sólido se desvanece en el aire. Estos «desvanecimientos» los solemos interpretar como retrocesos. La ilusión del progreso nos impide plantearnos la posibilidad más radical, más real, quizás: que los insólitos acontecimientos que estamos presenciando no son simplemente obstáculos que unos desadaptados voraces (llámense ultra derecha, ‘wokismo’, yihadismo, Sillicon Valley, Elon Musk) interponen en el proyecto de la razón.

Es un cambio en las reglas de juego que anuncian una nueva civilización, en donde instituciones y valores que creíamos eternos, como la democracia, el sexo o la humanidad, están dando paso a reconfiguraciones que poco o nada tendrán que ver con el mundo que conocimos. El principio de irrealidad, lo llamo yo. Otros lo llaman futuro.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 20€
110€ 20€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios