EL Animal singular
'Overbooking'
Mi biblioteca arrastra los libros que me traje de París, más los pocos que he recuperado de Caracas, junto a los que he acumulado en Málaga
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![Umberto Eco en su biblioteca](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/10/09/ECO.jpg)
Hace algunas semanas, en una de mis guerras intestinas con España, decidí que no aguantaba más y que me iba a vivir a los Estados Unidos. El arrebato me duró unos días y después entré en razón. Sin embargo, durante ese paréntesis en que mi ... destino de nuevo iba a cambiar para siempre, me puse a repasar mentalmente las muchas diligencias de las que tendría que ocuparme en los próximos meses. Una de las más importantes era ¿qué haría con mis libros?
Mi biblioteca actual arrastra los que me traje de mi residencia de tres años en París, más los pocos que he podido ir recuperando de los que dejé en Caracas, junto a los que he acumulado en los seis años que llevo viviendo en Málaga. Era obvio que no podía cruzar el Atlántico con todo eso.
A pesar de que mi rabia ibérica se calmó, me quedé con la certeza de que seguir acumulando libros de esa manera era absurdo. Yo, como todos, he leído las frases de Umberto Eco que circulan en las redes sociales justificando la bibliofilia. Especialmente aquella donde dice: «Quienes compran sólo un libro, leen sólo ese y luego se deshacen de él, simplemente aplican a los libros la mentalidad consumista, es decir, los consideran un producto de consumo, un bien. Quienes aman los libros saben que un libro es cualquier cosa menos una mercancía».
He leído las frases de Umberto Eco que circulan justificando la bibliofilia
Una frase muy bonita. Quizás, hasta cierta. El problema es que no todos tenemos el dinero y el espacio del que gozaba Umberto Eco. De modo que he renunciado a este afán de comprar libros como si fuera a vivir mil años. Al menos, hasta que yo tenga una casa propia, lo cual, en esta España de hoy, no luce muy probable.
Lo cierto es que, aunque aborté mi plan de escape, hice una purga de unos doscientos tomos de mi biblioteca y empecé a deshacerme de ellos. Logré vender una parte a una librería de libros usados que me los compró a buen precio, si tomamos como referencia los míseros 0,25 céntimos por libro que paga la cadena Re-Read, que es la más usada en estos casos. En la librería en cuestión me atendió un muchacho. Me dijo que podía dejar los libros para que su jefe hiciera la valoración y que me pasara a la mañana siguiente a cobrar. Me advirtió, eso sí, que no estaban pagando mucho: «Tenemos 'overbooking'», dijo, señalando los anaqueles abarrotados.
Salí de la librería emocionado, no tanto por la perspectiva de la venta sino por aquel hallazgo lingüístico. ¿No tenía mucho más sentido usar 'overbooking' para referirse a los demasiados libros en lugar de a esa práctica perversa de las aerolíneas de ofrecer más asientos de los que en realidad disponen? Estoy seguro de que Gabriel Zaid estaría de acuerdo.
Visto así, cada libro que compramos sabiendo que muy posiblemente no lo vamos a leer jamás, hace de ese ejemplar un viajero varado para siempre en la sala que le corresponda dentro de esa gran terminal que sería nuestra biblioteca. Habría que practicar la compasión hacia el objeto libro y humanizarlo. Mirarlo a los ojos, o, más bien, dotarlo de ojos con nuestra propia mirada y traerlo a la vida con ese poder sobrenatural que tiene un ser humano cuando le regala, a quien lo necesita, un poco de su atención.
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