crítica de:
'Los reinos de allí. Poesía reunida (1940-2010)', de Carlos Edmundo de Ory: un poeta posmoderno
POESÍA
Adentrarse en la lectura de este libro monumental, con el que se hace, por fin, justicia, a uno de nuestros más grandes bardos del siglo XX, supone una tremenda experiencia
Otras críticas del autor
Estudiábamos la poesía de la posguerra y nos decían que los grandes poetas eran Blas de Otero, Gabriel Celaya y los de la Generación del 50. Era poesía 'existencial', 'desarraigada', 'social', etc. y la verdad, no nos interesaba lo más mínimo. Los manuales ... y los profesores nos aseguraban que esa poesía era urgente, necesaria y no sé cuántas cosas más.
Y entonces descubrimos la poesía de Juan Eduardo Cirlot y de Carlos Edmundo de Ory en sendas antologías aparecidas en la editorial Cátedra, y nos dimos cuenta de que no todo estaba perdido, y que en el período de posguerra también había habido grandes luminarias de la poesía.
POESÍA
'Los reinos de allí. Poesía reunida (1940-2010)'

- Autor Carlos Edmundo de Ory
- Editorial Galaxia Gutenberg
- Año 2023
- Páginas 1.646
- Precio 39 euros
La antología de Ory se llamaba 'Metanoia', un concepto que nos volvía locos porque 'metanoia' significa «lo que está más allá del conocimiento», lo cual nos parecía ya una perfecta definición de lo que es la poesía. El poema 'Metanoia' que cerraba el volumen, escrito en sueltos serventesios en alejandrinos, estaba presidido por una cita de Carlos Castaneda del libro 'Relatos de poder'.
Los versos, con esa referencia, «en el no-hacer y a veces en la pseudotarea», revelaban no sólo un interés pasajero en Castaneda, sino una lectura atenta y extensa, ya que el concepto de «no-hacer» es de 'Una realidad aparte'. ¿Y de dónde venía todo esto, este poeta que mezclaba las imágenes desbocadas del surrealismo con las formas clásicas, alejandrino, serventesio, y que citaba además con toda seriedad al mágico aprendiz de Don Juan Matus?
Su variedad de tonos y de registros es fascinante. A veces es ferozmente barroco, otras tan suave y lírico como un trovador provenzal
El interés de Carlos Edmundo de Ory por el misterio y por la 'magia' tiene su origen, desde luego, en su interés por el surrealismo. Recordemos el gran libro 'El arte mágico' de André Breton. El surrealismo siempre sería una referencia ineludible de la poesía de Ory, pero él quería ir más allá y por eso, junto con Eduardo Chicharro creó el 'postismo' (que contaría con simpatizantes tan significativos y brillantes como Francisco Nieva, Fernando Arrabal, Gloria Fuertes, Ángel Crespo, etc.) que estaba destinado a ser «el ismo que viene tras todos los ismos».
Pero el ismo que viene tras todos los ismos no puede ser otro que el posmodernismo, y eso es realmente lo que fue Carlos Edmundo de Ory, un poeta posmoderno que practicó una estética del 'post' que incluía la libre exploración de lenguajes y géneros distintos, la vanguardia que lleva la sintaxis al límite con la tradición e incluso lo sapiencial y lo gnómico, la revisitación de los géneros clásicos (su fantástica transformación del romancero en 'Las patitas de la sombra', la originalidad desconcertante de sus cientos de sonetos, cuya variedad de temas y motivos podemos comparar con la de Góngora), la combinación de un genuino interés por el romanticismo germánico con la práctica de una poesía humorística basada muchas veces en las transformaciones fonéticas y los juegos verbales que no tiene paralelo en nuestra lírica ('Arte de la fuga o Rig'), la poesía de amor, el himno, ese arte personal del aforismo que él llamó 'aerolitos'...
Temperamento libre
Únase a esto, a partir de 'Agni' (1970) un creciente interés por diversas extensiones de la metanoia: los Vedas, el vedanta, el yoga, el prana, el zen, el orfismo, el chamanismo, la meditación, los nombres de Carlos Castaneda, Aurobindo y el anónimo tibetano autor de 'Corazón', intereses y lecturas que me parecen enormemente atrevidos para la época, signo de un temperamento libre y desasido de cualquier convención.
Adentrarse en la lectura de este libro monumental con el que Galaxia Gutenberg hace, por fin, justicia, a uno de nuestros más grandes poetas del siglo XX, supone una tremenda experiencia. Es hundirse en el metal líquido de unos colores de la poesía cuyo atrevimiento puede a menudo parecernos casi excesivo, y que apenas se irá calmando con los años. La variedad de tonos y de registros de esta poesía es fascinante. A veces es ferozmente barroco, a veces tan suave y lírico como un trovador provenzal. Dos estrofas: «Máquina de dolor es ya mi ser / y mucho tiempo hace que funciona / tengo un motor moderno en mi persona / que nadie puede oír ni puede ver» y otra: «Profundo y bello como las serpientes / Bello y profundo como los diamantes / cruzo la nieve pura de los puentes / donde me esperan naves almirantes». Y un final: «Sé mi gacela libre en el olvido / Muerte doncella de mi amor pequeño».
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