A LA CONTRA
'Woke' ya no es 'woke'
Lo 'woke' ya no es de izquierdas. Comienzan a alzarse las voces que señalan que, pese a partir de buenísimas intenciones (de izquierdas) lo hacen incorporando malos preceptos (de derechas)
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![La congresista norteamericana Marcia Fudge en una manifestación](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/03/14/woke-RlM8i16VN2zfgVChhrUotHL-1200x840@diario_abc.jpg)
Dicen que las ratas son las primeras en abandonar un barco que se hunde y que los canarios dejan de cantar ante un inminente escape de gas en la mina. Que un cielo rojo anuncia viento y, la lluvia, un dolor de articulaciones. Dicen que ... la señal de que una corriente de pensamiento empezará a hacer aguas en breve es que deja de considerarse de izquierdas.
Créanme: en cuanto algo, que ha venido siendo orgullosamente de izquierdas hasta ahora, de pronto ya no lo es, se avecina desplome. Corren las ratas, dejan de cantar los canarios, el cielo luce rojo, duele una rodilla y una filósofa socialista, un ministro de Cultura o un redactor entusiasta claman «eso no es de izquierdas». La izquierda siempre a salvo. Incluso de sí misma.
Lo 'woke' ya no es de izquierdas, les avanzo. Comienzan a alzarse las voces que señalan que, pese a partir de buenísimas intenciones (de izquierdas, claro) lo hacen incorporando malos preceptos (de derechas, por supuesto). Así que el resultado, ahora que empieza a perder adeptos (pero no antes, cuando lo aplaudía una gran mayoría), no es de izquierdas.
El ministro de Cultura, por su parte, no ve ni rastro de «despertares» en España
A mí me parece buen indicio: vaticina descalabro. Si a los movimientos identitarios más reaccionarios les esperase una larga vida, filósofas socialistas, ministros de Cultura y redactores entusiasmados estarían reclamando la 'izquierditud' del invento. En lugar de eso andan enunciando teorías, en ese afán por designar un ideal cuando lo que se está designando es un método: una cosa es la que es, y no la mejor de sus versiones imaginadas.
El esfuerzo ilustrado se hace claro con la aparición de libros como 'Izquierda no es woke', de Susan Neiman. En él defiende la tesis de que el fenómeno nace con unas nociones «muy de izquierdas» (estar del lado de la gente oprimida, luchar por los marginados, corregir las injusticias históricas), pero que todo lo que no funciona (a salvo lo que sí) son ideas reaccionarias, propias de la derecha.
El ministro de Cultura, por su parte, no ve ni rastro de «despertares» en España. Es cosa de gringos y, aquí, fabulaciones de fascistas y ultraderechistas. Jamás se ha visto una librería asediada en España porque en ella tuviese lugar la presentación de un libro incómodo para un colectivo identitario ('Nadie nace en un cuerpo equivocado', de José Errasti y Marino Pérez. Palma de Mallorca, 7/4/2022). Ni ha aparecido una universidad cubierta de páginas arrancadas de libros con amenazas plasmadas en ellas hacia profesores y autores (Universidad Complutense de Madrid, 29/10/2022).
Ni se ha impedido hablar a un catedrático para evitar que sus ideas fueran expresadas (Pablo de Lora, Universidad Pomeu Fabra de Barcelona, 18/12/2019) o la entrada a una personalidad pública porque alguien discrepa con sus ideas (Isabel Díaz Ayuso, 24/1/2023). Jamás se ha señalado a un creador por delitos sexuales no probados y denunciados desde los medios, nunca en sede judicial (Plácido Domingo, enero de 2020; Carlos Vermut, enero de 2024). Ernest Urtasun no ha visto nada de eso. O lo ha visto y no le ha parecido tan mal. Poco preocupante, si acaso.
Así, una minoría ha decidido que, esas minorías a las que tanto caso se les ha prestado, deben ser ahora ignoradas. Porque le hacen daño a la izquierda. Bien por ser de derechas, bien por ser instrumentalizadas por la derecha. Es, de nuevo, lo que el ensayista Nassim Taleb llama «la dictadura de la pequeña minoría». Según el filósofo americano-libanés, basta que una minoría intransigente (lo de «intransigente» es fundamental en la oración) alcance un minúsculo nivel de influencia para que toda la población se vea sometida a sus preferencias.
Se debe este fenómeno a la percepción de que, en realidad, estas responden a las de la mayoría y se explica porque las interacciones entre los individuos importan más que su naturaleza, por lo que el conjunto se comporta basándose en esas interacciones y no en la naturaleza de sus componentes. Así adquieren fuerza los movimientos identitarios y así enraízan los populismos.
Así adquieren fuerza los movimientos identitarios y así enraízan los populismos
Pero esta nueva minoría preclara, sin embargo, funciona exactamente igual que todas las minorías intransigentes, provengan de donde provengan, y se enuncia desde el mismo lugar: desde la exacerbación del yo (ellos saben, sin ningún género de dudas, cuál es la verdadera izquierda y la que no), la sublimación de lo emocional (esa imposición de la corrección política y de un supuesto derecho a no ser ofendido bajo ningún concepto) y el desprecio a la razón (se niega el debate y el intercambio de ideas, denostando cualquier discrepancia por mínima que esta sea).
El silencio del canario, que ya suena a derrumbe, vaticina que, más pronto que tarde, tendremos que jurar que les vimos abatir estatuas, asaltar museos y quemar libros. Ante el previsible «no fuimos nosotros, erais vosotros» no quedará otra que tirar de hemeroteca, que es muy puta.
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