A LA CONTRA
El único límite del humor
En cuestión de humor, parece, no hemos avanzado demasiado: a unos nos hacen gracia cosas que no hacen ninguna gracia. ¿Hay posibilidad de acuerdo?
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![Un momento del ataque esta semana de Alberto Pugilato al cómico Jaime Caravaca](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/06/05/rebeca.jpg)
El primer chiste del que se tiene constancia es una coña sumeria de 1.900 a.C. («Lo que nunca ha ocurrido desde tiempos inmemorables es que una mujer joven no se haya tirado una flatulencia sobre las rodillas de su marido») y la primera ... risa en la literatura occidental aparece en 'La Iliada' (cuando los dioses del Olimpo se burlan de la cojera de Hefesto). La regla monástica más antigua conocida prohibía las bromas, como San Pablo en la 'Epístola a los efesios', y, para Platón, la comedia era propia de esclavos y extranjeros, y los poetas deberían salir de la ciudad ideal. En cuestión de humor, parece, no hemos avanzado demasiado: a unos nos hacen gracia cosas que no hacen ninguna gracia a otros y las élites continúan sin sentir demasiado aprecio por él.
En 2011, el cineasta Nacho Vigalondo era despedido de 'El País' por un comentario en 'X' en el que ironizaba sobre el Holocausto. En 2019, el cómico David Suárez fue denunciado y despedido por un chiste en la misma red sobre una (inexistente) niña con síndrome de Down. En 2023, el tuitero Camilo de Ory era condenado a cárcel por los comentarios humorísticos que publicó durante los días en que el niño Julen Roselló permaneció atrapado en el pozo de Totalán, en 2019. Hace unos días, se hacía viral el vídeo en que el humorista Jaime Caravaca era agredido en el escenario por un padre al que había dirigido en 'X' una broma de mal gusto sobre su bebé.
Para unos, el límite del humor está, claramente, en el genocidio. Para otros en la enfermedad, para otros en la tragedia y, para otros, en la infancia. Pero hubo a quien le hizo gracia el primer comentario humorístico, a quien le hizo el segundo, quien rio con el tercero y quien lo hizo con el cuarto de ellos. En lo único en lo que todos estamos de acuerdo, en cuestión de humor, es que el límite está en lo que para nosotros es lo más sagrado. Lo paradójico es que no entendamos que el de enfrente ponga su línea en el mismo punto, en lo más sagrado para él: su hijo, su dios, su patria. O la muerte, la identidad sexual, el color de la piel, su plato favorito, su mascota o, como Will Smith, la alopecia de su señora. ¿Hay posibilidad de acuerdo? ¿Qué es humor y qué no lo es? ¿Lo que me hace gracia a mí o lo que le hace gracia a usted?
El humor es universal pero no uniforme, nos reímos igual pero no de lo mismo. El escritor William Hazlitt decía que «(a veces) está escondido en una pregunta maliciosa, en una respuesta aguda, en un razonamiento estrafalario, en una insinuación ladina, en la astucia o la inteligencia con que anulamos o devolvemos una objeción; a veces está emboscado en un discurso planteado de manera audaz e imaginativa, en una ironía ácida, en una hipérbole exuberante, en una metáfora desconcertante, en una conciliación plausible de elementos contradictorios, o en el más puro sinsentido».
Para unos, el límite del humor está en el genocidio. Para otros en la enfermedad o en la tragedia
A veces nos provoca la risa una sofisticada e ingeniosa farsa (bendito Juan Carlos Ortega) y otras lo hace una aparatosa caída (bien lo sabe Carlos García-Hirschfeld). El humor nos permite manifestar nuestra alegría, pero también liberar tensiones, atenuar inhibiciones, lidiar con la tragedia, mitigar la culpa, desdramatizar. Y enfatizar, transgredir, cuestionar, criticar. Y sí, en ocasiones también molestar, incordiar, ofender, ridiculizar y despreciar. Un cuchillo puede untar deliciosa mantequilla o hundirse en el bazo. También hacer un rasguño en el antebrazo que a uno escueza mucho y otro ni lo note. No es en los extremos (mantequilla o muerte) donde se discrepa. Para los fundamentalistas que atentaron contra el semanario 'Charlie Hebdo' en 2015, asesinando a 12 personas y dejando a 11 heridas, el claro límite del humor, inaceptable, eran una caricaturas de Mahoma.
Convendremos todos, imagino, en que no se mata. Pero, ¿y el puñetazo a caricato, el empellón a impertinente, el mamporro correctivo? Hay quien celebra la agresión y quien celebra la ofensa. Y a lo mejor no estaría mal marcar ahí precisamente el límite, el acuerdo de lo sagrado: en no traspasar la línea que separa lo verbal de lo físico. La no agresión como pacto civilizatorio. Arriesgarnos a que, alguna vez, alguien nos miente a la madre entre las carcajadas del resto a cambio de que nadie, nunca, se lleve un sopapo. O algo peor.
No hace mucho, la activista transexual Elizabeth Duval me interpelaba en 'X' por un concepto jurídico y encabecé mi respuesta, explicándole en qué se equivocaba, con un chiste de muy mal gusto, que no me atrevo a repetir aquí pero que me hacía mucha gracia. Unos me llamaron genia y otros tránsfoba, y ni una cosa ni la otra: a lo mejor ahí sí estaría a favor de recibir una hostia. Pero luego volvería a decir lo mismo.
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