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Las raíces shakespearianas de 'Succession': un culebrón de ricos que se apuñalan

La serie, que encara su final en HBO, es una sátira descarnada sobre una familia de ricos que juegan a mantener o heredar un imperio mediático

Brian Cox ('Succession'): «Vivimos una época terrible. Odio la corrección política, no la soporto»

Shiv, Roman y Kendall Roy, los hijos del magnate del imperio de 'Succession' HBO
Lucía Cabanelas

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Mi reino por un caballo. O por un despacho. Cuatro siglos separan a la obra de William Shakespeare de la de Jesse Armstrong y, sin embargo, el eco del bardo inmortal resuena en los rascacielos de Manhattan, en cada intriga, en cada disputa interna y en cada puñalada de la familia Roy en 'Succession', que estrenó el lunes el primer capítulo de su cuarta y última temporada.

Imposible no advertir la sombra del Rey Lear en ese malhablado patriarca de Brian Cox que ve amenazado su imperio de comunicación cuando la muerte, lo único que de momento no puede comprar el dinero, apremia. O al príncipe Hamlet en el declive de su hijo Kendall (Jeremy Strong). O a Horatio en el interesado primo Greg, que cambia de bando como de americana. Al igual que los buitres al acecho de carroña, los herederos del conglomerado conspiran contra el padre como los asesinos lo hicieron al organizar la muerte de Julio César en un 'Juego de tronos' moderno que cambia las espadas y los dragones por las oficinas y los helicópteros. Los movimientos, sibilinos a veces y otras torpes, son los mismos; lo que cambia es el tablero.

Brian Cox como el magnate multimillonario Logan Roy, el patriarca de la familia HBO

Con 'zooms' nerviosos y estilo casi documental, herencia de comedias como 'The Office', en 'Succession' sigue habiendo reyes tiranos, hijos ambiciosos y hasta un par de bufones, como en toda buena corte. «Es muy difícil en el mundo anglosajón encontrar una sola obra que no le deba algo al viejo William», afirma Luis Alberto de Cuenca, experto en la obra del dramaturgo que atribuye la casi omnipresencia de Shakespeare en la cultural popular a que todo lo que escribió carecía de tiempo, de ahí su vigencia. «Shakespeare nunca inventó un argumento, pero era tan profundo que su originalidad era manejar fabulosos materiales que tenía en su mano y hacerlos suyos», asegura.

La alargada sombra del bardo

Le sucede lo mismo a Jesse Armstrong. La premiada serie de HBO alterna tramas propias de Macbeth o perfiles de personajes como Tito Andrónico con influencias clásicas como menciones a Esporo y la más evidente 'Saturno devorando a su hijo', cuadro en el que, tras su visita al Museo del Prado, el propio Brian Cox, actor de tradición shakespeariana, admitió que representa a su personaje, Logan Roy.

Más allá de referencias de altura, hay quien reconoce en 'Succession' la actualización de una tradición televisiva que se ejemplifica en series como 'Los Colby', 'Falcon Crest' o 'Dinastía'. «En estas series los protagonistas eran multimillonarios que seguían comportándose como seres humanos, con las propiedades sentimentales de la gente normal. 'Succession' amplía la condición patológica de saberse élite, de saberse perteneciente a un grupúsculo de personas que se enfrentan a la normalidad desde la distancia, lo que conlleva una infelicidad constante y muy compleja», reflexiona el director Nacho Vigalondo. Pesa también la influencia de Armando Iannucci, creador de 'Veep', con quien trabajó Jesse Armstrong. «Es un culebrón de lujo con el cinismo y mala leche necesarios para el público de nuestra época. Un folletín de toda la vida sin la ingenuidad de los clásicos y con unos diálogos divertidísimos y muy ácidos, propios de series de comedia inglesa como 'The thick of it'», resume Borja Cobeaga, creador de la ficción 'No me gusta conducir'.

En esta fábula sobre la podredumbre moral abundan los cuchillos, las venganzas. Las traiciones son el plato diario en la mesa de esta familia inspirada en el imperio de Rupert Murdoch. Y, pese a todo, subyace un amor que no va nada en consonancia con esas interesadas maquinaciones por mantener o heredar un legado. Se aprecia en el primer capítulo de la cuarta temporada, cuando Logan, tras la maniobra del final de la pasada entrega, celebra su cumpleaños sin sus hijos. En el fondo, echa de menos que le apuñalen, pero en persona. Porque por encima de todo, 'Succession' es una serie sobre la familia, sobre una que se quiere querer pero no sabe cómo, que distorsiona las relaciones humanas porque no ha conocido otra forma de sentir que con dinero de por medio. De ahí que Logan confunda a su guardaespaldas con su mejor amigo o a sus vástagos con empleados.

Y es ahí donde la analogía con 'El padrino' es no solo evidente sino inevitable, pues ambas ficciones se centran en una familia involucrada en la misma empresa, donde los negocios y el linaje terminan siendo lo mismo. «Es fácil ver paralelismos en la vida de uno. Aunque pertenezcas a la clase media o trabajadora, los conflictos de hermanos, padres e hijos son muy parecidos en todas las familias. Sea porque heredas un imperio mediático o un piso de cincuenta metros cuadrados en un barrio de las afueras», explica Cobeaga sobre lo universal del tema que vertebra 'Succession'.

Ricos infelices

La de los Roy, por supuesto, vive a lo grande. Alquilan yates millonarios, viajan en helicóptero casi para ir al supermercado. Suben la puja de una adquisición a diez mil millones de dólares por chulería. Derrochan porque pueden. Tom, el 'provinciano' marido de Shiv, se lo explica a Greg así: «Hay algo que está claro de ser rico: es una jodida maravilla. Es como ser un superhéroe, pero mejor. Haces lo que quieres sin que te pillen. Llevas traje, pero diseñado por Armani, y no te hace parecer un capullo». Eso sí, ni ellos, la élite, están libres del dolor. Sufre Tom con las manipulaciones de Shiv, también Roman con ese obsesivo miedo a su padre. Sufre el torturado Kendall. Y por supuesto Logan, el patriarca, cuyo baile con la muerte en la primera entrega, lejos de despertar la caridad en sus hijos, aviva las deslealtades de una familia caprichosa criada para poner la zancadilla al que asome por la retaguardia. La serie entera podría resumirse en dos frases: «Matar al padre», que dirían los hijos y «Por encima de mi cadáver», que diría el patriarca. Cría cuervos... «Nos gusta ver sufrir a los ricos porque anhelamos la libertad, privilegios y espacios de los que disfrutan», apunta la guionista Ángela Armero ('Cuéntame'). «Hay algo liberador. Y muy reaccionario en el fondo, ya que funciona como consuelo para la gente que tiene problemas para subsistir», matiza Cobeaga.

Greg y Tom, los 'hermanos guarrillos' de 'Succession' HBO

A pesar de la maldad, del daño que supura cada afilado diálogo, 'Succession' no es un drama. Es más bien una descarnada sátira, una negrísima comedia inmune a la corrección política. No es país para nuevas sensibilidades el de los Roy, repleto de palabras malsonantes. Principalmente por los 'fuck' que suelta el gruñón al que interpreta Brian Cox. En un solo episodio han llegado a decirse 119; nunca en ningún capítulo, en todas las temporadas, han sido menos de 40. Si en algo no escatima la ficción de Jesse Armstrong es en groserías. Y en humor, por los despropósitos de los vástagos en su incansable lucha por el poder, por el patetismo de los más cafres en este ajedrez empresarial e incluso por la iniquidad de un hombre de negocios que, pese a su senectud y vulnerabilidad, es incapaz de dejar de ser un tirano. «'Succession' no es un 'Los ricos también lloran' y punto. Los Roy son insufribles. Empatizas con ellos y al segundo siguiente ves cómo maltratan a un empleado. Simpatizas con ellos, pero enseguida te das cuenta de que son personas odiosas. Ahí está la clave, algo que es muy de nuestro tiempo. No hace falta el azúcar de Linda Evans, perfecta millonaria y víctima de 'Dinastía'», apunta Cobeaga.

No es 'Succession' una serie de principios. Cuesta entrar, para conocer y entender a los personajes. Sí es una serie de finales, por los giros, las maniobras que se reserva para las últimas jugadas. Tampoco es ficción para todos. «Tengo sentimientos ambivalentes. Siento que hace sentir al espectador más inteligente de lo que la serie en realidad le demanda ser, como hacía 'House of Cards', que era mucho más directa de lo que aparentaba ser, hacía sentirse sofisticado y complejo al mismo espectador que le ponía pegas, por ejemplo, a 'The Newsroom', que era mucho más inteligente, menos plana, y le daba a cada personaje la oportunidad de defender su posición desde el matiz. Es el arte entre el ser y el parecer», sugiere el cineasta Rodrigo Cortés. Para Vigalondo, en cambio, lo que no se ve pero se percibe es lo que hace que la serie merezca el título de «sofisticada e innovadora», porque se permite ser una comedia al mismo tiempo que el guion es casi elíptico. «En la tercera temporada la trama principal casi no se contaba delante de la cámara sino en 'off', a través de resquicios y a través de pistas. Algo que choca con el funcionamiento de la comedia, donde para que entendamos que un personaje es gracioso se suele exponer con claridad la situación a la que se enfrenta para ver cómo reacciona ante ella. 'Succession' es mucho más esquiva de lo que suele proponer la comedia. Eso es algo que no habíamos visto nunca», asegura el director de 'Colossal'.

Sea o no sea, la tragicomedia de Shakespeare se culmina, en pleno siglo veintiuno, en los despachos.

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