CRÍTICA DE:
'Yo me quedé allá para siempre', de Alfonso Reyes: retrato de una década prodigiosa
ENSAYO
Además de dramaturgo, traductor y poeta, fue uno de los mejores ensayistas del siglo XX. Esta antología lo muestra
Otros textos del autor
![El académico mexicano Alfonso Reyes (1889-1959)](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/06/04/alfonso.jpg)
Borges dijo de él que era «infinitamente superior a Ortega». Pero, desde hace décadas, no ha sido fácil leer en nuestro país al escritor mexicano Alfonso Reyes. Esta afortunada antología contiene un medio centenar de textos que publicó durante la década que pasó en ... Madrid, ciudad en la que recaló nada más estallar la Gran Guerra.
Al poco tiempo, ya frecuentaba a figuras como Unamuno, Juan Ramón o Azaña. Al hilo de esos diez años, de 1914 a 1824, el llamado «Regiomontano Universal» escribió sobre prácticamente todo: desde las leyendas artúricas a la vejez de Galdós, pasando por los males del academicismo, la compra de votos, el paso de H. G. Wells y Einstein por la Residencia de Estudiantes o el pintoresquismo andaluz. Y siempre con ese estilo tan propio: sencillo y elevado, pulcro pero fulgurante.
ENSAYO
'Yo me quedé allá para siempre. Antología'
![Imagen - 'Yo me quedé allá para siempre. Antología'](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/06/04/1620portafreire.jpg)
- Autor Alfonso Reyes
- Editorial Debate
- Año 2024
- Páginas 408
- Precio 21,90 euros
Opiniones contundentes haberlas, hay unas cuantas. Una: para la literatura española de su época, la frescura es el salvoconducto de la desvergüenza y lo gracioso es mera bufonada (p. 21). Otra: la crítica literaria no conoce más elogio ni más denuesto que el servilismo y el palo (p. 22). Más madera: el ansia de renovación del 98 es una vana tentativa de negar el pasado y el presente: «el alma española se sacude; está, si vale decirlo, aleteando para que le crezcan nuevas alas» (p. 84)… Se las arregla Reyes para arrojar opiniones sin indisponer al lector. Incluso cuando se deja llevar por sus aseveraciones más apasionadas, que van desde la ocurrencia amable (defiende que las citas nunca han de ir entre comillas, pues solo cabe hacerlas de memoria, p. 32) a la generalización osada (interpreta el auge de los escritores como la profesionalización de la maledicencia, p. 319), sus frases mantienen una contenida elegancia. Son piezas de un ebanista cuidadoso, consciente de que el taraceado nunca es más importante que la buena labra.
Se las arregla Alfonso Reyes para arrojar opiniones sin indisponer al lector
Las comparaciones son odiosas e innumerables son los hallazgos que contiene este libro. Ora sintetiza el carácter atemporal de Valle-Inclán con un dicharacho («¿A qué hora escribe? A la hora veinticinco», p. 107), ora define la prosa de Azorín con una frase redonda («a veces no retrata, sino que deletrea el objeto, como un primitivo», p. 126). El propio Azorín entabla un bello diálogo con Reyes a cuento de Baltasar Gracián, cuyas páginas se cuentan entre lo mejor de este florilegio, junto con el brioso retrato de la tertulia de Gómez de la Serna en el Café Pombo, una estampa tan lograda que rivaliza con la de Gutiérrez Solana. Entre una cosa y otra, sus casi cuatrocientas hojas se quedan cortas.
Conque, ¿era «infinitamente mejor que Ortega»? Sin duda, Borges metía el dedo en una llaga abierta, pues las rencillas entre Reyes y el autor de 'La rebelión de las masas' eran cuento viejo. Que estas probablemente respondieran a pendencias de muy burda naturaleza, como sugiere Soler en el prólogo, es razón de más para no enredarnos en la 'boutade' borgeana. Además de dramaturgo, traductor y poeta, Reyes fue uno de los mejores ensayistas en español del siglo XX. Resuenen salvas de veintiún cañonazos para celebrar esta antología. Y confiemos, cruzando los dedos, en que esta recuperación sea la primera de muchas.
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