UNA MIRADA ACADémica
La política de los chimpancés
Las raíces de la conducta humana —incluida la política— son insondables y profundizan hasta nuestro origen común con los chimpancés
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El 'Diccionario de la Lengua Española' nos presenta hasta cinco acepciones para la palabra «política». Dos de ellas denotan un cierto comportamiento: actividad de los ciudadanos en cuestiones que interesan al gobierno de los Estados. Por su parte, tanto la primera como la última acepción ... elevan el término a la categoría de arte y doctrina. Practicar la política implica habilidades especiales enmarcadas en un conjunto de normas, ideas, directrices... La política, por tanto, sería una actividad compleja llevada a cabo por individuos con determinadas competencias intelectuales, que —en teoría— buscarían el bien común.
Pensamos que la política es un atributo propio y exclusivo de nuestra especie, que requiere una cierta inteligencia, anticipación, lenguaje, planificación, y otras habilidades que consideramos privativas de los seres humanos. Sin embargo, especialistas como Frans de Waal o Jane Goodall han dedicado su vida a investigar el comportamiento de los chimpancés (Pan troglodytes). Sus conclusiones fueron demoledoras para nuestro engreimiento y vanidad y quedaron confirmadas cuando los genetistas estimaron el porcentaje del genoma que compartimos con estos primates. Hace siete millones de años nuestros caminos divergieron en algún lugar de África. Desde entonces, hemos transitado por caminos evolutivos diferentes, aunque buena parte del comportamiento de los individuos de las dos genealogías apenas ha cambiado. Las raíces de la conducta humana -incluida la política- son insondables y profundizan hasta nuestro origen común con los chimpancés.
Los chimpancés, como nosotros, son primates sociales. Precisan el liderazgo de un guía (macho alfa) que organice la defensa del grupo o la búsqueda de alimentos. No se trata de altruismo, por supuesto: el macho alfa se reserva el mejor bocado y tiene preferencia para acceder a las hembras. Alcanzar la máxima categoría jerárquica no es cuestión de fuerza o fiereza, sino de astucia, habilidad social o calculada compasión con los especímenes que sufren algún percance. Si algún individuo logra el máximo estatus por la vía de la violencia, sus días al frente del grupo están contados. Lo normal es que los especímenes más inteligentes del grupo busquen alianzas y coaliciones con otros machos, a cambio de un reparto preferente del alimento.
Las hembras también pueden apoyar al macho alfa, si éste tiene detalles con sus crías —incluyendo el besuqueo—. Nada ha cambiado bajo el sol, excepto que nuestra política es más sofisticada y retorcida. Nicolás Maquiavelo hubiera disfrutado de haber podido estudiar la conducta de los chimpancés.
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