PUES DICES TÚ
Estás hecho un poeta
Una nueva conversación entre las dos personas 'normales'. Continúa la diversión con la serie
![Estás hecho un poeta](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2022/11/17/rodri.jpg)
Las dos personas normales caminan junto a la orilla del mar en una fría tarde de otoño, sobre esa parte húmeda y compacta del suelo que las olas han abandonado hace poco. Una de las personas normales suspira. La otra la mira.
—¿Has dicho ... algo?
—¿Cómo?
—¿Has dicho algo?
—No, no. Suspiraba sin más.
—Pues sonaba como si dijeras algo.
—Sonaría más a olas, digo yo. No sé ni cómo me has oído.
—Pues te he oído.
—Pues mal, parece. Suspiraba, solamente.
—¿Y por qué suspirabas?
—Por la vida.
—Por la vida ¿qué?
—Por la vida nada. Por la vida y ya. Por la vida esta que vivimos, que ni sabemos de dónde venimos ni sabemos adónde vamos ni sabemos nada.
—Estás hecho un poeta.
—… Por la vida esta de sinsabores, que pasa tan rápido, ¡así! —la persona normal hace chascar los dedos—, así pasa. Como una estrella fugaz, pasa. ¡Así! -Vuelve a chascar los dedos-. La vida es una caja de bombones, como digo yo.
—A mí también me gustan los refranes.
—Pues a mí no.
Las dos personas normales dejan huellas en la arena que, por un instante, parecieran cambiar de color: primero oscuras, claras luego...
—Pues dices tú, pero el otro día fui con el pequeño a una cosa de Rumanía.
—¿Cómo «una cosa»?
—A una cosa de hablar, a una charla de esas. A una conferencia.
—¿Y por qué?
—Por el pequeño.
—¿Quería que fueras?
-Quería que le llevara en coche.
—Ah.
—Pues fui a una cosa de Rumanía. Y primero hablaban de Drácula, y luego decían que qué aburrimiento Drácula, que siempre Drácula, que siempre Drácula, como si no hubiera más cosas en Rumanía…
—A mí me gusta mucho Drácula.
—Y a mí. Pero ellos, que siempre Drácula…
—Rumanía es la que está en Budapest, ¿no?
—Creo que sí. Y decían que ya estaba bien de Drácula, y se pusieron a hablar de Chauchescu.
—Ah, sí. Qué malo era. Parecía Drácula.
—… Y luego de otro. De un músico, me parece. Y luego de Tarzán, que también era rumano, decían. Y luego de la niña esa, Nadia no sé qué, la que hacía gimnasia antes, la rusa, que por lo visto es rumana también. Y luego otro poco de Drácula, que qué aburrimiento Drácula, y luego de Cacarescu…
—¿De quién?
—De Cacarescu. Uno de Budapest que hace poesías. Y pusieron cosas de él, fotos y cosas, y luego salía leyendo en un vídeo con el color así, como raro, con el pelo largo, pero sin pasarse, y el pequeño aplaudía y aplaudía, y yo no sabía qué hacer, porque resulta que el rumano -el idioma, quiero decir- se parece un poco al español, que quién iba a decirlo, así que se entendían cosas, menos mal, porque las letras no las veía yo bien de lejos, sin las gafas. Y me puse como a pensar en la vida, no sé por qué. Y en la fugacidad de todo. Y ahora, aparte de saber que es mejor no hablar de Drácula, que eso ya me ha quedado claro, no sé qué pensar.
La segunda persona normal se queda un poco abrumada por lo que ha dicho la primera. Pero tampoco tanto, porque sigue caminando sin descuidar el ritmo, que al fin y al cabo es a andar a lo que ha ido a la playa.
—Pues dices tú, pero ese Catarete será muy importante, pero el que me suena a mí es Drácula.
—Cacarescu.
—Catarescu. Menudos sustos Drácula en el cine, cuando salía y, ¡buh!, te saltaba encima; o vamos, le saltaba a la chica. O a un científico. ¡Buh!
—El de verdad no saltaba, por lo visto. Clavaba a la gente en unos palos y tenía un gorro así como de pitufo.
—Ah, sí, ya sé quién es, que parecía catalán.
—El rey de Rumanía, me parece, y vivía de beberse la sangre de la gente, y luego vino un escritor y le puso ya los colmillos.
—¿Capuchinsqui?
—Cacarescu. Creo que sí.
—¿Y la capa?
—También se la pondría él. Y por eso no querrá que se hable más de Drácula, supongo, porque habrá escrito más cosas. Será como María Jesús, que le estarán hablando todo el día de Los pajaritos, todo el día de Los pajaritos, y seguro que se sabe más canciones, que estará ya harta de Los pajaritos.
—Ya te entiendo.
—Por eso me parece a mí que la vida es a veces un sinsentido. Como estas olas que van y vienen…
—¿Eso decía Cataplasma?
—Cacarescu. Que no sé qué diría, porque no se leían las letras, ya te digo, pero se le notaba todo, con esa cara que tiene que parece el nazi de la de Tarantino. El nazi bueno.
—Ah, sí, ya sé quién dices. El que primero parece amable y luego no.
—… Pero con el pelo largo.
—Sí, sí, me hago una idea.
—Y por eso voy a ponerme a pensar ahora. Ahora mismo. En soledad. Si no te parece mal.
La segunda persona normal se detiene en el acto para que la primera pueda ganar ventaja. No se siente molesta, ni rechazada. Entiende que todos tenemos días tontos y que a veces hay que dedicar un rato a pensar en la vida y en la muerte.
Las olas siguen deslizándose, planas y calmas, calmas y planas, en la fría tarde otoñal.
Oscurece…
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