CRÍTICA DE:
'Pobres criaturas', de Alasdair Gray, la novela que ha inspirado la nueva película de Yorgos Lanthimos
narrativa
Lo que primero se presenta como una suerte de pastiche victoriano gótico-'steampunk' pronto se revela y se rebela como algo mucho más interesante
Otras críticas del autor
Alasdair Gray (Glasgow, 1934-2019)
A veces pasa y está muy bien que así sea: una muy buena película (o, últimamente, como con el Walter Tevis de 'Gambito de dama', una serie de TV) se las arregla para que vuelva a reestrenarse y proyectarse con más luces que nunca ... la figura de un gran escritor.
Tal es el caso del filme 'Pobres criaturas' —a estrenarse en España el 26 de enero y definido con gracia y precisión por un deslumbrado crítico como 'Barbie en absenta'— dirigido por el formidable Yorgos Lanthimos y protagonizado por una aún más formidable Emma Stone.
NOVELA
'Pobres criaturas'
- Autor Alasdair Gray
- Editorial Walden
- Año 2023
- Páginas 344
- Precio 17 euros
Y ambos iluminando la novela homónima del más formidable de todos Alasdair Gray (Glasgow, 1934-2019). Escritor y artista gráfico de culto (pero culto grande e influencia admitida por compatriotas como Ali Smith, Irvine Welsh, Val McDermid, Ian Banks y A. L. Kennedy). Tesoro nacional escocés, Gray fue entendido por Anthony Burgess (otro genial raro polimorfo) como el escritor más importante de su país desde Walter Scott y comparado por otros con Kafka y Borges y Calvino. ¿Razones? Varias. Pero sin lugar a dudas Gray fue responsable de una obra maestra indiscutible: la torrencial 'Lanark' (1981) escrita a lo largo de tres décadas y donde parecen convivir los espíritus del James Joyce de 'Retrato del artista adolescente' y el George Orwell de '1984'.
'Pobres criaturas' (de 1992) es, tan solo en volumen y apariencia, más humilde en sus intenciones (lo que no impidió que se convirtiese en la novela más exitosa comercialmente de Gray). Pero lo que en ella primero se presenta como una suerte de pastiche victoriano gótico-'steampunk' pronto se revela y se rebela como algo mucho más interesante. Estas supuestas memorias de juventud de un tal Archibald 'Archie' McCandless —doctor entusiasta en la Glasgow de finales del XIX— son, bajo la superficie, una suerte de comentario y crítica y denuncia política, con modales casi dickensianos, del modo en que el Imperio entendía a los escoceses como casi especímenes a colonizar superponiéndola, casi subliminalmente, a las distorsiones con las que Britania los seguía 'narrando' a finales de milenio.
Se expande una de las más logradas y originales y graciosas (por llena de gracia) variaciones sobre el mito de Frankenstein
Por encima de eso, se eleva y se expande una de las más logradas y originales y graciosas (por llena de gracia) variaciones sobre el mito de Frankenstein. Aquí, la 'criatura' es Bella Baxter: supuesto cadáver al que el doctor y colega de McCandless (el siniestro Godwin Bysshe Baxter, nombre que remite y guiña a los apellidos del padre y del esposo y de una amiga de juventud deMary Shelley) le ha vaciado el cráneo para implantarle allí el cerebro del feto nonato de su hija.
Resultado: Bella es una bella nada durmiente y muy despierta. Bella es una criatura de sexualidad insaciable que —sin importarle el ser desposada por Archie o el fugarse con el sinuoso y más bien fuera de la ley abogado Duncan — no deja que se le escape 'gentleman' o vasallo sin antes pasar por entre sus piernas. Secciones posteriores de la novela —en una suerte de desenfreno metaficcional— lo complican aún más todo: una versión alternativa de Bella (o de Victoria) quien refuta todo lo expuesto por su marido como el producto de una mente alucinada por la adicción a la lectura de folletines y 'penny dreadfuls', así como una serie de documentos pretendidamente históricos y hasta reseñas ficticias de la novela (algunas muy negativas) que, sí, desarman y rearman este modelo para armar.
Mejor que la película
El prefacio del propio Gray (quien también inserta ilustraciones suyas que no vacila en atribuir a William Strang) cuenta cómo y por qué se cruzó con todo este material al que anota tan demencial como generosamente en las páginas finales. Artefacto que acaba resultando algo que recuerda tanto a Angela Carter como anticipa mucho de lo que en estos días practica Edward Carey pero que, a no dudarlo, empieza y acaba siendo 100% muy colorido a la vez que oscuro Gray.
Alguien quien inicialmente —enfrentado a la ninfo-saga internacional de Bella Baxter— piensa que se trata de una ficción/delirio digno de admiración y pena por la salud mental de ese atormentado y corneado marido. Después y casi enseguida, claro, Gray ya no está tan seguro de que nada de esto no sea verdadero o, por lo más digno de serlo.
En resumen: eso que pasa con y provocan las (in)creíbles y muy buenas novelas. Y esta —suele ocurrir— es aún mejor que la inmejorable y extática película que supo inspirar y jadear.