EN PERSPECTIVA
Víctimas y victimarios
Nos sentimos inclinados a estar de parte de los que pierden. Por eso mi piedad, hoy, mi solidaridad, está con Palestina
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![Ginzburg era judía, y escribió sobre los judíos de manera inteligente](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/11/29/natalia_20231129172058-R7wFgAQH8z0jskkgi62eYuJ-1200x840@abc.jpg)
En octubre de 1970 Natalia Ginzburg escribió un artículo titulado ‘Piedad universal’ que comienza así: «Considero que la peor desgracia que ha sucedido actualmente a los seres humanos es la de encontrar tan difícil identificar, en los hechos que ocurren, a las víctimas de ... los opresores». A raíz de la guerra infame entre Israel y el grupo Hamás, que ha arrasado con la vida de miles de inocentes, he estado pensando en si estoy de acuerdo con esa aseveración. Es verdad, como ella afirma a continuación, que debajo de todo suceso «subyacen infinitas ramificaciones de otros sucesos que los han precedido y que son su origen», y que rastrear a culpables e inocentes en esas circunstancias «parece una empresa desesperada».
Y, sin embargo, lo intentamos. Queriendo ser justos y objetivos, tratamos de ir hasta las raíces y de informarnos concienzudamente; y por esa vía nos encontramos con hechos constatables, como que el Imperio romano en el año 135 cambió el nombre de Judea a Palestina, pero también con interpretaciones polémicas como que eso sucedió en un intento de borrar de esa región la memoria judía. «La verdad es siempre maraña, incluso la verdad ya desentrañada», escribió Javier Marías. Comprendemos que «la inocencia y la culpa muchas veces están mezcladas y enmarañadas» y por eso no sabemos a veces cómo juzgar. Se nos imponen entonces nuestros sentimientos y nuestras emociones. Pensamos en lo admirable de la cultura judía, y a nuestra memoria vienen infinidad de nombres de escritores y músicos y pintores y filósofos y pensadores judíos que amamos y admiramos.
Pero también nos indignamos recordando la Nabka, esa catástrofe nacional que hizo que 750.000 palestinos tuvieran que abandonar sus tierras para que en ella se instaurara el Estado de Israel y su gobierno sionista. Y la tragedia espantosa del Holocausto, con seis millones de judíos asesinados por los nazis. Y el ataque de Hamás.
Y la ofensiva inmisericorde de Netanyahu y sus ejércitos. «Estamos llenos de amor y de odio, y querríamos saber siempre y en cada momento hacia dónde dirigirlo», escribe Natalia Ginzburg. Ella era judía, y escribió sobre los judíos de manera inteligente y desapasionada. Por eso estas palabras suyas, que podrían aplicarse a los dirigentes sionistas —en los que muy probablemente no estaba pensando— nos estremecen: «Hemos visto con nuestros ojos (…) que aquellos a los que hemos querido o compadecido como víctimas pueden cambiar de pronto, aparecérsenos de golpe entre los restos odiosos de la crueldad y la persecución. (…) No sabemos si debemos seguir viéndolos y compadeciéndolos como víctimas o sí, por el contrario, debemos juzgar solamente su nuevo aspecto».
Ante tanta confusión la única opción que tenemos sólo pareciera venir de contestarnos honestamente por quién nos inclinamos en el presente, y sólo en el presente. Lo que concluye Ginzburg es cierto: nos sentimos inclinados a estar de parte de los que pierden. Sólo en ellos «nos parece poder reconocer a nuestros semejantes, porque si los llamamos víctimas desgraciadas y pisoteadas, al menos en el momento presente estamos segurísimos de no equivocarnos». Por eso mi piedad, hoy, mi solidaridad, está con Palestina.
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