en perspectiva
Las verdades de Avelina
Aventuras como la de Duchamp fueron las que abrieron el boquete por el que se coló lo que Avelina Lésper llamó «el fraude del arte contemporáneo»
![La historiadora Avelina Lésper](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/10/01/avelina.jpg)
Me envían las fotos de las chicas, una de diez y otra de trece, sonriendo en el enorme salón despojado. En las paredes se ve una serie de cuadros enteramente blancos. Le pregunto a su madre si les ha gustado el museo, uno de los ... más modernos y reputados. Me dice que «están desconcertadas», que no entienden por qué el pintor hizo eso: lienzos enteramente blancos.
En caso de estar enterada, la madre tendría que explicarles que se trata de pintura monocroma, minimalista, conceptual, y que lo que el artista quiso mostrar es que el blanco no es esa nada que percibimos; que el blanco absorbe la luz y la refracta de muchas maneras, que posiblemente se inspiró en la obra 'Blanco sobre blanco', que a veces menos es más, etc, etc. Podría tratar de que piensen, como el crítico que se ocupa de la obra, que «esa nada se ve endemoniadamente interesante». No sé hasta qué punto se interesarían, o si se encogerían de hombros ante tales abstractas disquisiciones.
No pretendo, tontamente, burlarme de la obra de Robert Ryman o de Kazimir Malévitch. Estoy segura de que, como tantos artistas, estos llevaron —y llevan— su indagación honestamente hasta lugares abismales, en su afán de indagar en la realidad y en las posibilidades del arte.
En literatura tenemos el ejemplo de una búsqueda semejante en Vallejo, un poeta que en 'Trilce' descompuso el lenguaje, un paso necesario para lograr después la maravillosa oscuridad expresiva de 'Poemas Humanos'. Pero no puedo dejar de pensar que aventuras como la de los suprematistas o como la de Duchamp fueron las que abrieron el boquete por el que se coló lo que Avelina Lésper llamó valientemente «el fraude del arte contemporáneo».
Imagino que esta última frase ha puesto nerviosos a algunos lectores, que están pensando que, de nuevo, se encuentran con una mentalidad cavernaria. No creo serlo. Pero sí que la línea entre el arte honesto —la honestidad también es un valor en el arte— y la impostura es delgadísima. Ejemplos podríamos dar por millones: el de la «obra de arte» en que un artista se mea sobre unas sábanas, o se corta un dedo delante del público; o las citadas por Lésper: el bombillo fundido y restos de tablas de Colby Bird, o 'Biblioteca', de Loreto Martínez, una pila de libros colocados en el piso del museo, explicada como «un palimpsesto en el que la intertextualidad se convierte en instrumento de comunicación».
El análisis crítico de Lésper es demoledor: «El cambio de sustancia que convirtió a un objeto cualquiera en arte es un fenómeno del lenguaje, se concentra en la conceptualización de la obra, en el significado, en la intención del artista, en el discurso curatorial, en una explicación crítica alineada y complaciente, esto es, en un ejercicio retórico».
Avelina Lésper señala otras características del fraude: «el arte son ideas, no obras», «el curador tiene supremacía sobre el artista», el contexto del museo convierte cualquier cosa en arte. En las verdades de Avelina pienso, sin saber qué decir, mientras mi amiga me «explica» en su instalación sentidos y significados que yo no veo por ninguna parte. O cuando veo a las chicas perdidas, literalmente, en el museo.
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