en perspectiva
¿Cuánta verdad contar?
Cada escritor sabe hasta dónde arriesga sus vínculos afectivos a la hora del testimonio. Sabido es que la literatura puede servir como ajuste de cuentas
Otros artículos de la autora
![El escritor francés Emmanuel Carrère](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/10/30/carrere.jpg)
Hace unos meses publiqué un libro autobiográfico donde hablo de mis padres, mis maestros, mis colegas. Uno de sus epígrafes es de Jean-Paul Sartre: «Lo importante no es lo que hacemos de nosotros, sino lo que hacemos nosotros mismos con lo que hicieron de ... nosotros». Otro es de la escritora colombiana Margarita García Robayo: «Aunque mucha gente cree que al escribir uno se desnuda, en realidad uno se disfraza».
Las preguntas de mis lectores no se hicieron esperar: ¿de qué manera recibe su familia el hecho de aparecer con nombre propio en un libro testimonial? ¿No teme usted perder algún afecto por nombrar a gente cercana? ¿Qué tan difícil fue exponer sus flaquezas como aquí lo hizo?
Comienzo por responder esto último: no tendría sentido escribir unas memorias sólo para mostrar nuestros logros y fortalezas. Eso es lo que hacen en las suyas los hombres de Estado o los políticos y los magnates que quieren mostrar cuántas obras hicieron, y qué tan inteligentes y capaces fueron en su desempeño.
Tiene alcances mucho más hondos exponer nuestra vulnerabilidad, aunque nos cueste. Eso fue lo que hice, y lo que hizo también en 2020 Emmanuel Carrère en su libro ‘Yoga’, en el que nos narra el descubrimiento tardío de su trastorno bipolar, sus penalidades en un hospital mental, y la depresión profunda de la que emergió después de haber descendido a su propio infierno. En su testimonio habla también de algún enamoramiento, y de la separación de su exmujer, la periodista Hélène Devynck.
Pero Carrère olvidó un pequeño detalle: que en su contrato de divorcio él había firmado una cláusula que lo obligaba a obtener su consentimiento si quería nombrarla. «La aplicación de nuestro acuerdo fue ferozmente resistido por el autor», denunció la mujer en medio de un gran escándalo. Carrère lo niega, y dice que por cumplirle traicionó su propio credo: un libro autobiográfico es un sitio «donde uno no miente».
Estoy de acuerdo con Carrère: un solo dato falso dentro de un texto que se presenta como testimonial puede arruinarlo todo. Hacernos perder credibilidad. Lo que él parece omitir –porque lo sabe– es que no estamos obligados a contarlo todo. Doris Lessing se hace la pregunta en sus memorias: «¿Cuánta verdad contar?». La omisión es una posibilidad.
En ‘La mujer incierta’ yo apelé al truco —porque lo es— de no poner nombre a los personajes que denuncio o ridiculizo, primero, para evitarme pleitos como el que tuvo que enfrentar Carrère, y, segundo, porque estoy segura de que los lectores curiosos se las ingeniarán para descubrir de quién hablo.
En todos nosotros hay escondido un voyerista. En ‘Lo que no tiene nombre’, el libro en que narro la enfermedad y el suicidio de mi hijo Daniel, en cambio, omití muchos nombres incluidos los de los que nos hicieron algún daño, por otra razón: no quería enturbiar esas páginas con resentimientos o deseos de venganza.
Y es que cada escritor sabe hasta dónde arriesga sus vínculos afectivos a la hora del testimonio. Porque sabido es que la literatura puede servir como ajuste de cuentas. Pero también que no vale la pena perder un amigo por hacer un chiste. O una confidencia.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete