En perspectiva
Saber o no saber
Vemos cómo empresas privadas se erigen en guardianes de nuestras emociones y, por ende, del pensamiento. En nombre de nuestro bienestar
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![Logos de distintas redes sociales](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/16/logos-RjEVYNuT3KJKLu3KJ618yxN-1200x840@diario_abc.jpg)
En pandemia me vi obligada a abrir Instagram y Facebook, pero no las uso. Ni esa ni ninguna otra red, porque considero que a mi edad el tiempo debo dedicárselo a mis prioridades; pero además, para ser sincera, porque temo que me seduzcan y ... termine adicta. Hace poco el escritor Juan Esteban Constaín escribió una graciosa columna diciendo que envidia profundamente a los que podemos prescindir de las redes, algo que él no logra a pesar de sus buenos propósitos. Como yo deduzco que muchos de sus textos, de una inteligencia exquisita, se nutren de historias curiosas que él encuentra en ellas, a menudo me pregunto de qué me estaré perdiendo.
¿Soy, acaso, un ser obsoleto, que por alimentarse sólo de fuentes más tradicionales se está quedando al margen de lo que nuestra época efervescente nos ofrece? ¿Qué tanta razón tienen las personas todavía más radicales, que confiesan que sólo oyen música o ven series, sin jamás enterarse de lo que pasa en el mundo? ¿Es posible, realmente, permanecer al margen, como un monje de clausura?
Una posible respuesta, muy inquietante, me llegó en estos días mientras leía 'Gratitud', un breve opúsculo que contiene cuatro ensayos de Oliver Sacks, tres de ellos escritos después de haber sabido que el melanoma que alguna vez le afectó un ojo le había hecho metástasis en el hígado y que su muerte estaba próxima. Sacks escribe: «De repente veo las cosas con claridad y perspectiva. No queda tiempo para lo superfluo. Debo concentrarme en mi mismo, en mi trabajo y mis amigos. Ya no veré cada noche el noticiario en televisión.
Ya no prestaré atención a los políticos ni a los debates sobre el calentamiento global». Más adelante aclara por qué: «…ya no son asunto mío; pertenecen al futuro». La contundencia despiadada de su realismo me causó gran admiración. Yo no logro prescindir de los noticieros. También es cierto que mi muerte no parece inminente. O al menos eso espero.
¿Hasta dónde elegir informarnos? Esta pregunta nos traslada a otro aspecto del problema: la desconfianza en la información se ha apoderado del mundo. Según Reporteros sin Fronteras los ciudadanos se «están desapegando» de la actualidad porque creen que el periodismo es tendencioso. Que se deja instrumentalizar por los poderosos, y que no escapa a la desinformación masiva.
No creo que eso sea cierto, pero puedo entender el escepticismo. Los algoritmos, de hecho, también nos manipulan, llevándonos por los caminos trillados que ellos deducen de nuestras elecciones. Pero hay algo más grave: que el conocimiento de la realidad nos sea controlado por otros.
En marzo de este año, por ejemplo, Meta, antes Facebook, limitó para sus usuarios el contenido político de lo que pueden ver, con el fin de no «alterarlos». Threads anunció que no promoverá noticias. Todo indica que Facebook viene ocultando por años información polémica. En otras palabras, estamos viendo cómo empresas privadas se erigen en guardianes de nuestras emociones y, por ende, de nuestro pensamiento. Como quien dice, censura en nombre de nuestro bienestar, que afecta a los que creemos que nos hace más humanos ver toda la realidad, hasta la más cruda.
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