EN PERSPECTIVA
Los niños
El número de niños muertos en Gaza supera al de niños muertos en las guerras que se han producido en todo el mundo en los últimos 4 años
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![Niños refugiados en Gaza](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/04/18/gaza-RrfoOS3fdIWn4Gqxoh1eRVI-1200x840@diario_abc.jpg)
La foto es tan conmovedora que no podemos dejar de mirarla, aunque quisiéramos apartarla de inmediato de nuestra vista: Un hombre con laceraciones en su cara, aprieta contra su pecho lo que pareciera un envoltorio blanco. El pie de foto explica el dolor inmenso de ... su rostro: se trata de un padre que se aferra al cadáver de una de sus dos hijas —una pequeña de no más de dos años— muertas las dos esta semana bajo los bombardeos israelíes en la ciudad de Rafah, al sur de Gaza.
Según un reporte de Euronews del trece de marzo del 2024 «el número de niños muertos en Gaza desde el 7 de octubre supera al de niños muertos en las guerras que se han producido en todo el mundo durante los últimos 4 años». En las últimas semanas muchos han muerto por física hambre. ¿Cómo puede la civilización permitir eso?
La lucha por los derechos de los niños es relativamente reciente. Sabemos que antes del siglo XVIII eran considerados adultos pequeños y sometidos a las mismas leyes de los mayores. Rousseau fue uno de los que cambió el paradigma cuando escribió que «tiene la infancia modos de ver, pensar y sentir que le son peculiares: no hay mayor desatino que imponerles los nuestros». No obstante, todavía en 1856 la ley permitía que los niños mayores de 8 años trabajaran 60 horas a la semana, edad que se elevó a los 12 en 1901. Las cosas comenzaron a cambiar en 1924, cuando La Sociedad de Naciones aprobó la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño, elaborada por Eglantyne Jebb, fundadora de Save the Children. En 1959 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración de los Derechos del Niño «a la educación, el juego, la atención de la salud, y a un entorno que lo apoye». Y en 1974, hace apenas 50 años, estipuló la inviolabilidad de los derechos de las mujeres y los niños en contextos de conflicto armado.
Todo eso está en el papel, pero en la práctica los niños del mundo siguen siendo explotados, atropellados, asesinados. Leo en un informe escalofriante publicado en 'The New York Times' cuál es la situación de los niños migrantes —entre ellos muchos que llegan solos— en los centros de detención al aire libre de los Estados Unidos, donde todavía no están en custodia legal del Departamento de Seguridad Nacional. Allí permanecen, durante días, muchos con tobillos torcidos en la travesía, cortes profundos en la cabeza —hechos por los alambres de púas cuando intentan pasar por los huecos del muro— diarreas y fiebre, sin donde hacer sus necesidades, expuestos al frío, al calor, a la lluvia. Algunos tienen pesadillas, ataques de pánico, depresión. Si eso pasa 'ad portas' del país más poderoso de la tierra, ¿qué no pasará en tantos otros lugares?
Suena apocalíptico – y tal vez no quieran ustedes leer más– pero un estudio reciente, traído a colación por el ecologista Manuel Guzmán-Hennessey informa que, en razón del negacionismo climático, los niños de hoy, «experimentarán 7.5 veces más olas de calor, 3.6 veces más sequías, 3 veces más pérdidas de cosechas, 2.8 más inundaciones y 2 veces más incendios forestales» que los nacidos en los 60. Vergüenza. Estamos en deuda con ellos. Y tenemos mucho por hacer
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