EN PERSPECTIVA
Memorias, verdad y mentira
Los textos autobiográficos nos ponen en riesgo. Escribir sobre uno mismo exige una inmersión en el yo que implica un ejercicio de autoconocimiento
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![Jill Ciment y Arnold Mesches](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/07/10/jill.jpg)
Los escritores nutrimos las novelas con experiencias personales, pero es difícil que los lectores puedan distinguirlas de la ficción. En cambio, los textos de carácter autobiográfico nos ponen en riesgos muy particulares. Si incluyen personas del entorno familiar, por ejemplo, corremos el riesgo de ... herir susceptibilidades, de que alguien se ofenda y nos haga un reclamo o incluso nos aparte de su vida. La pregunta es si vale la pena romper un vínculo afectivo por cumplir estrictamente con el pacto con la verdad que ese tipo de literatura nos demanda.
Pero hay más: escribir sobre uno mismo exige una inmersión en el yo que implica un ejercicio de autoconocimiento. En ese proceso solemos descubrir que hemos creado mitologías sobre nosotros mismos que se derrumban con una revisión a fondo; si somos consecuentes con lo que redescubrimos tendríamos que tener el valor de consignarlo.
Ahora bien: si, pasado el tiempo, al hacer una relectura de las memorias que alguna vez publicamos, descubrimos que ya no vemos nuestro pasado de la misma manera, ¿sería legítimo reescribirlo para dar «una nueva versión de los hechos»? Pues es lo que hizo Jill Ciment, una escritora norteamericana, según revela Alexandra Alter en una crónica reciente en 'The New York Times'. Ciment publicó en 1996 'Half a Life', unas memorias en que narra cómo a los diecisiete se enamoró de Arnold Mesches, su profesor de pintura, un hombre casado y padre de dos adolescentes, treinta años mayor que ella, con el que terminó casándose.
Cuando Mesches murió, Jill releyó su libro y descubrió que había endulzado muchas cosas para no herirlo y seguramente para protegerse ella misma. Reescribió entonces sus memorias, que acaba de publicar como 'Consent' ('Consentimiento'). En ellas corrige los hechos y confiesa que no fue ella la que sedujo a su maestro, como había escrito, sino que fue él, un mujeriego con muchas amantes —entre ellas otras estudiantes— el que la abordó en clase con acercamientos impropios. Hoy sería juzgado por abuso a menores. También cuenta que ella hizo fraude para entrar a la escuela de pintura. Cuando le preguntaron qué pensaría Mesches de la forma en que ahora lo pinta, contestó que lo que más le dolería sería leer que lo muestra como un pintor fracasado.
Al leer la entrevista a Ciment no podemos dejar de preguntarnos: ¿es ético poner en evidencia lo que parece fue un abuso de poder de un cuarentón con una adolescente, ahora que su marido no puede defenderse? ¿O es un acto de honestidad que muestra cómo podemos tergiversar la verdad para no herir al que está vivo y para embellecer la realidad matrimonial? ¿Es la reescritura de 'Half a Life' un acto valiente que pone los acentos en la relatividad de la memoria y en la capacidad de mentirnos a nosotros mismos, de crear mitos con los que convivimos sin conflicto, o una sutil venganza a la luz de una conciencia feminista que antes no tenía?
Es interesante, en todo caso, lo que su ejercicio plantea: que no por ser autobiográfico debemos creerle todo a un texto. Porque, como dijo Machado, «Se miente más de la cuenta / por falta de fantasía: / también la verdad se inventa».
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