EN PERSPECTIVA
Intelectuales y compromiso
Hay lectores que ignoran que los músicos, los artistas plásticos, los escritores, los filósofos, somos intelectuales. Yo creo firmemente en su papel político
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![El director de orquesta y pianista argentino israelí, Daniel Barenboim](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/01/25/barenboim-RZ0zN771ZM3RGF3IytWfaHK-758x531@abc.jpg)
Circula en Internet un vídeo en el que el pianista argentino-israelí Daniel Barenboim lee, en la ceremonia de recibimiento del Premio Wolf, la proclamación de Independencia el Estado de Israel, que da cuenta de sus compromisos con los demás pueblos.
El vídeo, de ... 2004, fue extraído de la película 'Knowledge Is the Begginning', de Paul Smaczny, y en él Barenboim —que fundó con su amigo, el intelectual palestino Edward Saíd, un taller musical para jóvenes judíos y árabes— se pregunta en su discurso, «profundamente dolorido», si esos principios se están cumpliendo y si un pueblo «cuya historia se ha caracterizado por el sufrimiento y la persecución, puede ser indiferente con el sufrimiento y la violación de los derechos fundamentales de un Estado vecino». La Ministra de Cultura israelí, airada, califica las palabras de Barenboim como un ataque al Estado de Israel.
Ese vídeo me hizo pensar en aquellos lectores que a los escritores que nos atrevemos a opinar de política nos despachan con el proverbial «zapatero a tus zapatos». Ellos creen que sólo podemos escribir de «otras cosas», tal vez poemas etéreos o sagas de amor o de violencia que nada tienen que ver con problemas políticos, morales o éticos. Ignoran que los músicos, los artistas plásticos, los escritores, los filósofos, somos intelectuales, un término que —nos lo recuerda Carlos Altamirano en 'Intelectuales, notas de investigación sobre una tribu inquieta'— apareció en Francia a finales del siglo XIX a raíz del Caso Dreyfus.
Como se sabe, a Dreyfus, militar judío nacido en Alsacia, lo acusó la ultraderecha antisemita de entregar información secreta a los alemanes en París, lo cual le valió la condena de prisión perpetua en la Guyana Francesa. Como las pruebas eran endebles, Zola, el novelista, lo defendió aguerridamente en su '!Yo acuso…¡' y un manifiesto a su favor fue firmado por un número considerable de escritores, entre ellos Anatole France, André Gide y Proust. Cuenta Altamirano que fue entonces cuando Clemenceau, líder de la izquierda parlamentaria, elogió a «esos intelectuales» por defender inquebrantablemente sus ideas, y que Barrés, escritor antidreyfus, denigró de «esos supuestos intelectuales» acusándolos de pretender ser una élite del pensamiento. Desde entonces, el término intelectual es defendido y atacado con los mismos argumentos.
Yo creo firmemente en el papel político de los intelectuales, término que hoy incluye también a pensadores de otras disciplinas. Y como Sartre y como Said, creo que un intelectual no es un predicador que navega en la abstracción de ideas universales y eternas, sino un hombre «en situación», que observa con mirada crítica su momento histórico y busca la verdad y la justicia. ¿A quién representa el intelectual?, se pregunta Altamirano. Y a esto contesta con las palabras de Said: el intelectual puede escoger «poniéndose de parte de los más débiles, los peor representados, los olvidados o ignorados, o bien alineándose con el más poderoso». Si hace esto último, el intelectual estará traicionando su condición de tal.
Interesante reflexión en estos tiempos difíciles, que nos piden lucidez y valentía
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