en perspectiva
Tenis
En cualquier indumentaria podemos advertir «la moral y la estética de la época». Nadie podrá negar que nos vestimos para comunicar
![Gandhi vestido con su famoso 'dhoti', símbolo de su reivindicación](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/01/04/gandhi.jpg)
Hace unos meses la ministra de Minas de Colombia, Irene Vélez, apareció de tenis blancos en un acto protocolario con su homóloga de Turismo de España, María Reyes Maroto, quien vestía un traje casual pero más convencional que el de su colega. En ... las redes el hecho desató un pequeño y divertido escándalo que repercutió en los medios. Mientras algunos celebraban el desenfado de la ministra, otros la criticaban por estar fuera de lugar. Lógicamente se habló de cómo el aislamiento causado por la pandemia trajo como consecuencia que valoráramos más la comodidad que el 'glamour', de que el hábito no hace al monje, de que la visión de los críticos era machista, porque si un hombre se pusiera tenis, …etc.
Hubo también quienes dijeron, de manera previsible, que era una idiotez detenerse en el detalle de unos tenis. A mí, en cambio la polémica me pareció fascinante, porque desde que hace muchos años leí 'Lo bello, la moda y la felicidad' de Charles Baudelaire, me atrae el tema de que en cualquier indumentaria podemos advertir «la moral y la estética de la época». Sé que estas palabras resultan pomposas aplicadas a los tenis que hoy se usan hasta en las bodas, pero nadie podrá negar que nos vestimos para comunicar, y que, como dijo María José Pizarro, líder de izquierda que le impuso la banda presidencial a Gustavo Petro llevando también ella un par de tenis, «nuestra estética es también una apuesta y reivindicación política».
El 'dhoti' que Gandhi eligió llevar, las ropas étnicas de Frida Kahlo, el sombrero rural de Pedro Castillo, las camisas de Evo Morales, se llevan para aludir a creencias, costumbres y hasta causas. Cuando la ministra se pone tenis para una reunión institucional está diciendo tácitamente: «me importa un bledo el protocolo», «este es el gobierno del cambio y yo estoy rompiendo con la tradición», «soy moderna», «quiero parecer joven y audaz», y probablemente otras cosas.
Me cuenta un periodista que cuando era niño descubrió en una vitrina los tenis de sus sueños, inaccesibles por el precio, y que cada vez que pasaba los miraba con doloroso arrobamiento. En el barrio obrero donde creció, lleno de matoncitos adolescentes, algunos de ellos peligrosos, los tenis eran símbolo de poder y de status. Mientras más caros, más posibilidad había de seducir a las chicas, y también de que se los robaran en cualquier callejón. Y es que en Colombia y en otros países con altos índices de pobreza la prensa reporta a menudo robos y hasta asesinatos por hacerse a un par de tenis. Mi amigo periodista terminó su historia contando que cuando ya era un hombre con poder adquisitivo volvió a ver los tenis que anhelaba de niño, y los compró sin dudarlo, en un acto de revancha contra su infancia de pobreza.
Lo increíble es que en esta devoradora sociedad de consumo, donde todos, desde el ministro hasta el obrero, llevan tenis y «vaqueros», la moda parecería ser igualadora, democratizante. Falso. Las marcas crean cada día modelos más caros y exclusivos, para garantizar que no los pueda llevar el obrero, y este, deseoso de tenerlos, también se toma su revancha, como mi amigo periodista, y se compra una imitación perfecta, 'made in China'.
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