CRÍTICA DE:
'Picasso, lo sagrado y lo profano', en el Museo Thyssen: El artista en sus fundamentos
MADRID
Nueva incursión en el universo picassiano del Museo Thyssen, que aborda ahora la 'dimensión sagrada' del arte en el autor

En 'Lo sagrado y lo profano' (1957), Mircea Eliade afirma que «lo sagrado es fuente de poder y fundamenta ontológicamente el mundo, y lo profano está afectado de irrealidad o pobreza ontológica». Inicia así Paloma Alarcó el brillante ensayo que fundamenta ... esta exposición, la última que el Museo Thyssen le dedica a Picasso en su 50 aniversario y que va mucho más allá del habitual 'diálogo' entre sus obras y las de los maestros a los que admiraba (Picasso ya se había confrontado él mismo con los maestros en el Louvre en 1971 y, además, en 2022, el museo parisino le dedicó una cita a los 'louvres' de Picasso) para ir a la raíz de su arte, que es, como señala la comisaria, su intuición de que «desde el pasado más ancestral, las expresiones artísticas habían adoptado una dimensión sagrada».
De ahí que su interés inagotable –«iconofagia», dice Alarcó– por el arte antiguo, desde el mesopotámico hasta Ingres, pasando por El Greco y la escultura grecorromana, no fuera simplemente formal. Sin ir más lejos, las manidas máscaras africanas que vio en el Trocadero y que dan origen a 'Desnudo con paños' (se expone un estudio de 1907) y 'Les demoiselles' no le importaron tanto por razones estéticas –o por su potencial revolucionario– cuanto porque eran «cosas mágicas»: «Las máscaras no eran esculturas como las demás. Para nada. Eran cosas mágicas, eran intercesores contra todo; contra espíritus desconocidos, amenazadores». Además de conside- rarse a sí mismo un chamán, Picasso era supersticioso.
De la bohemia a la consagración
La exposición reúne las ocho obras de Picasso que posee el Thyssen, realizadas todas entre 1904 y 1934 –, o sea, desde la época de la bohemia hasta su consagración–, a las que se suman otras 12 procedentes de diversas colecciones, y se confrontan con una selección de una veintena de cuadros y esculturas de maestros antiguos pertenecientes al museo.



Este estudio de su fundamental relación con lo sagrado –que se conecta con las tesis del René Girard de 'La violencia y lo sagrado' (2006), con la práctica del ritual y el sacrificio y con los grandes temas universales y picassianos: La vida, la muerte, el sexo, la violencia y el dolor– se compone de tres apartados: 'Iconofagia', donde se examinan apropiaciones de aspectos del pasado a través de las obras que vio en los museos en las numerosas fotos que recopilaba, una 'usurpación' –dice la comisaria– «que desvela su forma de mirar y sentir el arte». Aquí están 'La comida frugal' (1904), 'Hombre con clarinete' (1911), cuadro cubista enfrentado con un 'Cristo abrazando la Cruz' de El Greco, o un 'San Jerónimo penitente' de Ribera junto a una obra del período surrealista: 'Mujer sentada en un sillón rojo', de 1932.
En 'Laberinto personal', esta fagotización de los mitos y epopeyas clásicos se estudia en relación con sus obsesiones personales. Hay un precioso 'Arlequín con espejo' de 1923 junto a un igualmente deslumbrante 'Retrato de un joven como San Sebastián', de Bronzino; un minotauro de la 'Suite Vollard' junto a 'Galatea', de Moreau…

'Picasso, lo sagrado y lo profano'
Colectiva. Cuatro estrellas. Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid. Paseo del Prado, 6. Comisaria: Paloma Alarcó. Patrocinio: Telefónica. Hasta el 14 de enero
Finalmente, 'Ritos sagrados y profanos' se centra sobre todo en su relación con la iconología cristiana; se incluyen, lógicamente, 'Corrida de toros' (1934) o una talla de Pedro de Mena. Además, obras de Zurbarán, Van der Hamen, Delacroix o Goya.
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