ILUMINACIONES
La octava maravilla del mundo
Nadie sabe con certeza el paradero de la Cámara de Ámbar, que estuvo en el Palacio de Catalina hasta que los nazis la desarbolaron en 1941
Otros artículos del autor

Si no fuera por las fotos y vídeos que se conservan, hoy parecerían irreales aquellas imágenes que muestran a Vladimir Putin junto al canciller Schröder en el Palacio de Catalina, cerca de San Petersburgo. Corría el año 2003 y las relaciones entre los dos países ... atravesaban una luna de miel. Ambos habían acudido a la antigua residencia veraniega de los zares para inaugurar la Cámara de Ámbar, reconstruida trabajosamente a lo largo de 23 años por decenas de artesanos. Los trabajos habían sido pagados por el Gobierno de Berlín.
La Cámara de Ambar, una habitación de 55 metros cuadrados, era considerada la octava maravilla del mundo. Construida con toneladas de paneles de ámbar, con paredes revestidas de pan de oro y espejos, fue llevada a Alemania en el otoño de 1941 cuando la Wehrmacht llegó a las puertas de San Petersburgo tras invadir Rusia. Los funcionarios de Stalin intentaron ocultar su existencia, recubriendo los muros de papel pintado. Y corrieron la voz de que el monumento había sido trasladado a Moscú. Pero los soldados alemanes descubrieron rápidamente que la Cámara seguía allí.
El desmantelamiento, coordinado por dos expertos, apenas duró dos días. Todo el material fue catalogado, embalado y enviado en camiones al castillo de Königsberg, la capital de Prusia Oriental. Allí fue exhibido durante algunas semanas. La propaganda nazi presentó el latrocinio como la recuperación de un patrimonio nacional, ya que Federico Guillermo I obsequió la Cámara al zar Pedro El Grande en 1716 tras firmar una alianza con Rusia. Hasta ese momento, había estado en la residencia del monarca prusiano en Berlín.
Lo último que se sabe con certeza es que Albert Speer, ministro de Armamento, ordenó en enero de 1945 que la Cámara fuera llevada a un lugar seguro, fuera del alcance de los rusos. La Wehrmacht se batía en retirada y el Ejército Rojo avanzaba a través de Polonia. Pocos después, la ciudad quedaría sitiada. Pero todo indica que antes fue de nuevo desmantelada y llevada a algún sitio que hoy se ignora. Durante más de medio siglo, investigadores, historiadores y aventureros intentaron descubrir sin éxito su paradero. Y circularon las teorías más disparatadas. Pero lo cierto es que nadie ha logrado averiguar dónde se halla si es que no fue destruida por algún bombardeo en las semanas finales de la guerra. Muchos creen que el tesoro sigue intacto en los sótanos de algún castillo en Alemania o en las galerías de una mina de sal. Existe el testimonio de dos personas que aseguran haber presenciado como los paneles de la Cámara eran llevados a las bodegas del Gustloff, un transatlántico que zarpó de un puerto cercano a Danzig el 30 de enero de 1945 y que fue hundido horas después por un submarino soviético con más de 9.000 personas a bordo.
Pero esta hipótesis, que durante mucho tiempo se dio por buena, fue cuestionada en 2004 por dos periodistas británicos, Catherine Scott-Clark y Adrian Levy. Ambos concluyeron que la Cámara nunca llegó a salir del castillo de Königsberg, destruido por la aviación inglesa y la rusa. Según su teoría, fue destruida y sepultada por las bombas, algo que fue negado de forma tajante por los investigadores designados por el Kremlin. La búsqueda ha seguido, pero nadie ha logrado descubrir donde se halla esta joya, cuya construcción se inició en 1701 en Berlín y fue concluida diez años después. Fue encargada al escultor Andreas Schlütter y al artesano Gottfried Wolfram, que emplearon seis toneladas de ámbar, una resina fosilizada extraordinariamente valiosa.
Merece la pena viajar a San Petersburgo para admirar la belleza de esta ciudad y acercarse al Palacio de Catalina para contemplar la Cámara, iluminada por las lámparas, cuyas paredes resplandecen hasta deslumbrar los ojos del espectador. Es una reproducción exacta de la original gracias a las fotos y los cuadros a los que recurrieron los técnicos que acometieron la reconstrucción, incluidos los muebles y los espejos que existían cuando fue trasladada a la residencia de los zares por orden de la hija de Pedro El Grande.
Probablemente nunca llegaremos a saber lo que sucedió con esta maravilla, cuya leyenda ha ido creciendo con el tiempo. Incluso se ha llegado a decir que la que incautaron los alemanes no era más que una réplica de la original. El misterio sigue alimentado el interés por el insólito trabajo de unos artistas que labraron el oro y el ámbar para crear algo sublime.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete