Iluminaciones
Edvard Munch, los colores de la depresión
El pintor noruego Edvard Munch logró expresar en 'El grito' (1893) la angustia existencial que acompaña a toda vida humana
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![Una de las cuatro variaciones que pintó Munch de 'El grito'](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/11/15/grito-RGQcyzirLSxCPPEKxdPzTXM-1200x840@abc.jpg)
Escribió Bernard Shaw que los espejos se emplean para ver la cara y el arte para ver el alma. Pocos cuadros en la historia de la pintura reflejan la angustia existencial como 'El grito' de Munch, una obra hipnótica que atrapa al que la ... mira y que se ha convertido en un icono del expresionismo del que se considera precursor. Resulta imposible definir los motivos por los que este cuadro de 91 centímetros de altura y 74 de ancho suscita esa atracción que va más allá del transcurso de las generaciones y de los cánones de la estética.
Pintado con una técnica esquemática, casi infantil y con vivos colores, la obra tiene tal poder de captación que imanta al espectador. He experimentado la sensación de ser absorbido por la pintura cuando observo una de sus reproducciones.
Acudí a la exposición monográfica de Munch en el Museo de Orsay en París a finales de 2021 con la esperanza de disfrutar de 'El grito', pero lo que estaba allí expuesto era una litografía que me dejo frío. Había una enorme cola y tuve que esperar muchos minutos para poder entrar en la sala. Fue una decepción. Ello no ha disminuido mi interés por el cuadro, sino que, por el contrario, ha incrementado mi deseo de ir a Oslo para contemplar las versiones expuestas en la Galería Nacional de Noruega y el museo que lleva el nombre del artista.
Munch pintó cuatro variaciones, la primera en 1893. Tres se hallan en la capital nórdica y la otra fue comprada en una subasta de Sotheby`s por un magnate noruego en 2012. Pagó 120 millones de dólares. Si algún día puedo ir a ver la obra, no sé si me sucederá como cuando viajé a Illiers-Combray para recrear el mundo de Proust.
Me di la vuelta por miedo a sufrir una decepción. No creo que esto me pueda pasar con 'El grito', que se convirtió en una obsesión cuando lo descubrí de adolescente. Una y otra vez, volvía a mirarlo y no podía apartar la vista como si una fuerza magnética me retuviera.
Pintado con una técnica esquemática, tiene tal poder de captación que imanta al espectador
Ese hombre que se tapa los oídos, similar a una máscara azteca, con la boca desmesuradamente abierta y una expresión de espanto en los ojos, es la inefable expresión de la angustia. Pero no una angustia abstracta e imaginaria sino la que hemos sentido todos alguna vez cuando no sentimos sobrepasados por el dolor y la incertidumbre. Flotan sobre el personaje unas nubes con una gradación de colores amarillos y naranjas que contrastan con el azul que emerge de la pasarela por la que avanza.
Aparecen en segundo plano las figuras estilizadas de dos caminantes que parecen indiferentes al sentimiento que transmite la representación. Podemos intuir en el fondo dos minúsculas embarcaciones, apenas perceptibles, que se alejan de la escena. Recurramos a sus palabras para entender la génesis del cuadro: «Paseaba por un sendero con dos amigos. El sol se puso. De repente, el cielo se tiñó de rojo, me detuve y me apoyé en una valla, muerto de cansancio. Sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad. Mis amigos continuaron y yo me quede quieto, temblando de ansiedad. Sentí un grito infinito que atravesaba la Naturaleza».
La angustia de vivir, expresada décadas después por el existencialismo, atraviesa toda la pintura del artista noruego, nacido en Leten en 1863. Hijo de un médico militar muy severo, de estricta observancia religiosa, Edvard perdió a su madre cuando era niño y sufrió por las enfermades de sus hermanas. Abandonó la carrera de ingeniería porque descubrió que sólo le interesaba la pintura. Era alcohólico y depresivo, por lo que tuvo que ser internado en una clínica de Copenhague en 1908 durante siete meses.
«Mi arte se basa en una sola reflexión: ¿por qué no soy como los demás», dijo. Munch siempre se sintió un ser solitario y atormentado, carcomido por la melancolía y los celos. Nunca logró superar las reprimendas de su padre, que le repetía que su madre reprobaba desde el cielo su mala conducta. No se casó ni tuvo una vida estable. Sin embargo, pocos artistas han logrado reflejar su mundo interior como Munch, que encontró la fuente de inspiración en un dolor y un desarraigo que le acompañaron durante toda su existencia. Su obra no fue comprendida por sus contemporáneos, que le consideraban una mala influencia. «Su mezquindad y su pesimismo eclipsa los pecados de los impresionistas», afirmó un crítico de la época. Munch sólo cometió un error: adelantarse a su tiempo.
Hoy, 130 años después, 'El grito' sigue siendo la expresión de esa angustia donde también reside la salvación humana, como escribió Kierkegaard, alma gemela cuya filosofía está muy vinculada a la obra del pintor noruego.
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