UNa mirada académica
La Pardo Bazán, la Caballé
En el caso de nuestras escritoras, ¿es imprescindible el artículo en «la Pardo Bazán», «la Matute», «la Avellaneda»?
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Si algún amable lector me queda, es probable que sepa cuán poco partidario soy de intervenir sobre la lengua, de 'dictar', en materia idiomática, no ya preceptos, mas ni siquiera consejos. Hoy, sin embargo, voy a comentar aquí una construcción que, estando ya seguramente ... en retroceso, bien podría, sin grave sentimiento por mi parte, caer en completo desuso. La razón, el cierto resabio sexista que, como veremos, implica.
En español los nombres propios no llevan, en principio, artículo. Decimos y escribimos —me limito aquí a los que designan persona— Juan, María, Cela, Picasso… Pero sí lo llevan cuando el nombre propio va seguido a su vez de un complemento que restringe o precisa su alcance. El Juan que te presenté manda recuerdos. El Cela de los años finales es muy distinto del Cela joven.
Al margen de esto, es característico de la lengua popular el uso de artículo determinado con nombres de pila e hipocorísticos: la Juana, el Ramón, el Paco, la Pili… La Nueva gramática de la lengua española de la Academia (12.7ñ) lo ejemplifica con un texto de Álvaro Pombo: «El chico, el Manolo, no subía últimamente tanto como antes…». Basta abrir al azar alguna de las novelas de Delibes de ambiente rural —o con personajes de extracción popular, como la inolvidable Desi de 'La hoja roja'— para encontrar ejemplos de ello por docenas.
Tal uso, explica la gramática académica, no suele darse en la lengua estándar, con la posible excepción de los alias y los apodos y de una muy precisa construcción a la que queríamos llegar: el uso del artículo femenino ante apellidos de mujeres renombradas, casi siempre artistas o escritoras.
La explicitación del sexo tiene un no sé qué de condescendiente ironía; de resabio sexista
Es sabido que en italiano el empleo del artículo con nombres de creadores, de uno u otro sexo, es habitual: «l'Ariosto», «il Tasso», «il Goldoni», «la Ginzburg», «la Deledda»… En algunas ocasiones, por ejemplo para referirnos a las dos absolutas cimas que alumbraron la 'Commedia' y el 'Canzoniere', el español mimetiza al italiano: «el Dante», «el Petrarca».
Muy probablemente, optar por «la Callas», «la Caballé», «la Malibrán» para referirnos a las grandes divas obedece asimismo a imitación italiana. Nada tiene de grave, por supuesto, pero sí de asimétrico: sería raro «el Pavarotti», insólito «el Carreras». En el caso de nuestras escritoras, ¿es imprescindible el artículo en «la Pardo Bazán», «la Matute», «la Avellaneda»?
La explicitación del sexo —que no se produce con los apellidos de otras profesionales afamadas (científicas, juristas, etc.), mucho menos con los de creadores varones—tiene un no sé qué de condescendiente ironía; de resabio sexista, decía arriba, y así lo creo: el artículo la marca sutilmente la excepcionalidad de haberse 'colado' tal o cual mujer en un mundo, el de la literatura, eminentemente masculino. Por fortuna, la caída en picado de tal excepcionalidad ha dado al traste con la construcción de marras cuando nos referimos a escritoras actuales.
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