'Pájaros azules en Roma', de Miguel Ángel Nievas: a la busca de un destino propio

En su primera incursión, Miguel Ángel Nievas superó el reto y en ‘El copista de Carthago’ nos ofrece una buena historia protagonizada por Craso, un muchacho al que detienen por cometer un pequeño hurto de pescado y será vendido como esclavo. Desarrollada en tiempos del emperador Constantino, pasará por numerosos avatares y se convertirá al cristianismo consiguiendo sobrevivir a la feroz persecución del emperador Diocleciano contra todo aquel que profesara esta fe.

NOVELA

'Pájaros azules en Roma'

• Autor Miguel Ángel Nievas
• Editorial Pregunta
• Año 2024
• Páginas 300
• Precio 19 euros

En ‘Pájaros azules en Roma’ continúa en el ámbito de la novela histórica y da nueva cuenta de su buen hacer como narrador. Ahora, nos sumerge en dos ciudades en el momento de la Antigüedad tardía. Por un lado, la Roma de un imperio en declive, y, por otro, una Alejandría bullente en lo cultural y con su célebre biblioteca, pero políticamente inestable. El protagonista de ‘Pájaros azules en Roma’ es Paulo, hijo de Sekani, encargado de un taller de papiros en Alejandría. Paulo, voz narradora en primera persona, está destinado a seguir la tradición familiar, pero él no se conforma con ello y lucha por desarrollar su vocación artística. Logra llegar a ser un famoso pintor en Roma, muy solicitado y con una marca personal: «Ahora los patricios me ofrecen una fortuna para que llene de pajarillos azules sus ‘domus’ y sus villas. […] Del pajarillo y de mí, se ha empezado a hablar incluso en las tertulias donde se habla de literatura y de arte, que ahora proliferan en esta ciudad decadente».

En algunos capítulos, en cursiva, cambia la voz narradora y toma la palabra Claudia, una viuda romana que, como Paulo, no está dispuesta a seguir la senda convencional que quieren imponerle: «Una viuda como yo, y más aún siéndolo de un magistrado, debería limitarse a tejer la lana, a organizar la rutina de la casa y esperar noticias de su hijo legionario».

En un determinado momento, los caminos de Paulo y Claudia se cruzarán en una trama convenientemente urdida con cierto regusto a novela de aprendizaje: «¿Yo no soy aquel Paulo? Seguramente sí, igual que soy este pintor reconocido en Roma, el mismo que se negó a seguir el camino que ya tenía marcado y pavimentado por mi padre.[…] Contra eso me rebelé cuando descargaba como esclavo, llevaba cuentas en las ‘cauponas’, cuando amontonaba ladrillos. Cada paso que he dado ha sido decisión mía». Aunque no reniega de su padre: «Sigo siendo el orgulloso hijo de Sekani, pero no era cierto que elaborar papiros es lo único que sabemos hacer».