CÓMIC
María Médem: «Las onomatopeyas ya no suenan a nada»
Con 'Por culpa de una flor' la sevillana María Medem vuelve a llevarnos a mundos poéticos de paisajes desiertos y colores puros

Ya con su primer libro, 'Cenit', publicado por Apa Apa en 2021, María Medem (Sevilla, 1994) se confirmó como una de las mayores revelaciones del cómic español en los últimos años. Tras ello, llegaron ilustraciones para 'The New York Times' o 'The New Yorker', ... piezas para exposiciones sobre cómic y ahora una segunda obra larga, 'Por culpa de una flor' (Apa Apa/Blackie Books, 2023), que nos devuelve a su absolutamente fascinante universo de paisajes vacíos, colores puros y personajes enigmáticos, a caballo entre el misterio y la poesía.
–'Cenit' y 'Por culpa de una flor' son dos cómics con mucho en común y, a la vez, muy diferentes. Entre los puntos comunes está esa forma de narrar que deja muchas cosas por explicar, con muchas elipsis. ¿Qué le lleva a contar historias de esa forma?
–No me gusta ser muy evidente en las cosas, tanto en la parte gráfica como en la narración. Procuro que tenga intriga, que no esté muy 'mascado', por así decirlo. Que tenga ese toque natural, de la vida, en la que de las cosas te enteras de a poquito, no todo desde el principio.
–Eso entronca también con esos paisajes medio desiertos, medio abandonados por los que se mueven sus personajes.
–Me gusta mucho mirar fotografías para inspirarme y suelo fijarme en las de lugares desiertos. Si me gusta una fotografía con gente y dibujo un paisaje similar, le quito la gente. No sé de dónde me viene eso. Me gusta mucho la obra de De Chirico, por ejemplo. Y los lugares abandonados también le dan la importancia que tiene a la persona que está ahí, solitaria. Y también la importancia al entorno: en el caso de 'Por culpa de una flor', el propio pueblo se convierte en un protagonista de la historia.
–Por otro lado, las historias de ambos cómics van casi en direcciones opuestas. 'Cenit' parte de una amistad bajo la que subyace un enfrentamiento y 'Por culpa de una flor' parte de la desconfianza y acaba llegando a un sentimiento de comunidad. ¿Esa contraposición fue algo casual, o buscado?
–Quería hacerlo así. En 'Cenit' los personajes no se entienden; me parece que es imposible que se pudieran llevar bien, ni aunque lo intentaran. Y en este segundo cómic, la cosa es complicada por los miedos de la protagonista, pero, poco a poco y con la naturalidad con que se dan a veces las relaciones humanas, se acaba llegando a un punto de encuentro.
–La faja de este cómic lleva citas de la cineasta Carla Simón y de la poeta Elena Medel, algo que no parece casual. Realmente, 'Por culpa de una flor' es un cómic sumamente poético.
–La poesía que más leo y que más me impresionó cuando la descubrí es la de Lorca, que también está muy presente en otra cosa que me encanta como es el flamenco. Para mí las letras del flamenco son poesías muy cortas que encierran un significado muy potente en muy pocas palabras. Cuando escucho o leo algo que me deja ese poso, me dan ganas de crear algo que sea capaz de causar esa sensación. Y las cosas que me provocan eso son las que hablan de cosas que no se ven a primera vista, poco tangibles. Y por eso me sirve bien el cómic para plasmarlas.
«Llegué al último año de la carrera de Bellas Artes pensando que no sabía usar el color»
–Hablando del flamenco, es fascinante que en este cómic –un arte mudo por necesidad– tenga tanto protagonismo el sonido. ¿Cómo ha trabajado ese aspecto?
–Era un reto, porque quería evitar las onomatopeyas y otros recursos típicos, porque creo que -de tanto verlos- ya no suenan a nada. Lees 'clonc' y ya no escuchas el sonido de campanas, piensas en un sonido de campanas de cómic. Así que quería volver al principio, antes de que existiera la onomatopeya, y que el lector se imaginara y se metiera bien en ese sonido. Me alegra mucho que se perciba como un cómic con sonido, porque cuando yo me imagino las escenas y los paisajes, para mí son indivisibles del sonido.
–En cuanto al flamenco, también le ha servido para marcar el ritmo del cómic. Por ejemplo en esa doble página en la que una mano va marcando el ritmo de una melodía dando golpes sobre una superficie.
–El ritmo es algo que me interesa mucho. En esas páginas que comentas, la historia participa de ese compás que se va marcando. Según la lectura que hagas, es un compás más rápido o más lento. Y el compás del flamenco está también en otras partes, como en las escenas de la fiesta en el pueblo.
–Ese ritmo lo consigue a través de repeticiones y de centrarse mucho en los detalles. ¿Cómo es su proceso de trabajo a la hora de componer las páginas?
–Primero escribo, tengo toda la historia escrita antes de nada y voy trasladando ese texto a imágenes, quitando muchas partes. Para componer las páginas me tengo que concentrar bastante, porque no hago 'storyboards' de todo el cómic, sino que voy al día.
–Usa mucho elementos simbólicos: aquí la flor, en 'Cenit' la alfarería. ¿Están ya en el guion escrito, o surgen al pasarlo a imágenes?
–Los símbolos me interesan por lo que comentaba antes sobre evitar lo evidente, intentar sugerir y no explicitar, porque a veces, al hacer las cosas explícitas pierden la carga que tienen. Los símbolos los tengo ya escritos, pero con el dibujo voy viendo qué funciona.



–Sus influencias son muy variadas, empezando por las que vienen de los propios cómics.
–Sí, pero el cómic que más me ha influido es el que se ha hecho más recientemente. Por ejemplo, todo lo que lanza Apa Apa; no porque sea la editorial que me publica, sino porque me gusta su línea. El primero de sus cómics que leí fue 'Gran bola de helado', de Conxita Herrero, que es una barbaridad. Andrés Magán también me vuelve loca, Begoña García-Alén hace cosas increíbles, Ana Galvañ por supuesto, las cosas geométricas tan poéticas de Cynthia Alfonso, Roberto Massó… Esos autores y autoras son los que realmente a mí me dan ganas de hacer cómic. Y tengo la suerte de conocerlos.
–Antes mencionó la fotografía, que es importantísima para su estética: Ramón Masats, Cristina García Rodero… Pero me parece muy interesante que se inspire en fotografías principalmente en blanco y negro, mientras que su obra se distingue por todo lo contrario: una paleta de colores tan singular.
–Ha sido algo progresivo. Al principio me daba mucho miedo usar el color, porque llegué al último año de la carrera de Bellas Artes con la idea de que no sabía hacerlo. Y a lo mejor no sabía, pero –como todo lo mío con el cómic– fue un proceso intuitivo y de aprendizaje. Porque en Bellas Artes se enseñaba a utilizar el color como se hace para el óleo, con la idea de no utilizar colores puros, sino hacerlos con mezclas. Unas reglas que no sirven para trabajos como este. Así que el color lo aprendí probando y equivocándome. Al principio utilizaba solo duotono negro y verde; y luego, tres colores, luego cuatro… Poco a poco hasta lo de ahora. Pero es cierto que me gusta mucho la fotografía en blanco y negro porque me aporta la imagen, pero me deja a mí trabajar el color.
–Eso que comenta me hace pensar en la sensación que he tenido hablando con otros autores de cómic de su generación que también estudiaron Bellas Artes: que han hecho carrera en el cómic a pesar de esos estudios, más que gracias a ellos.
–Creo que a Bellas Artes han llegado las cosas tarde. Pero a pesar de todo me alegro porque, como no me enseñaron, no iba con ideas preconcebidas de lo que está bien y lo que está mal, o del tipo de historias que vale contar, sino que lo he descubierto yo.
–Lo cual también entronca con que sus referencias en cómic sean recientes: no tiene ese peso de la historia del medio, de cómo se tienen que hacer las cosas.
–Totalmente. Esos clásicos del cómic son los que a mí me evitaban hacer cómic. Porque yo sí leía tebeos de pequeña, y de mayor; en la facultad leía cómic, por ejemplo a Daniel Clowes, no es que haya descubierto el cómic ahora. Pero no eran algo que me dieran ganas de hacer, porque veía imposible que yo pudiera hacer algo así. Mi proceso mental era: así es como se hace un cómic, yo no puedo hacer este cómic, luego no hago cómic. Y cuando vi este otro tipo, me di cuenta de que existía algo distinto.
«Cuando me imagino escenas y paisajes, para mí son indivisibles del sonido»
–Ha formado parte de la exposición 'Constelación gráfica', en el CCCB, que reunió a nueve autoras españolas de edad similar. ¿Se considera parte de una generación de autores de cómic?
–Sí me siento parte de una generación con la que he participado en 'fanzines'. A toda la gente que estuvo en 'Constelación gráfica' yo ya la conocía de antes, de los 'fanzines', de la librería Fatbottom y de cosas así. Así que me siento parte de un grupo de autores y autoras que hemos aprendido a hacer cómics con la autoedición, jugando, colaborando y participando juntos en cosas que te dan mucho aprendizaje.
–En ese sentido, se han tenido que adelantar a la propia industria del cómic en España.
–Pues sí. Menos Apa Apa, que es un caso muy particular y una editorial pequeña que no aspira a ser otra cosa. La gracia del 'fanzine', de toda esa escena más 'underground' es la libertad que te da. Es algo que no existiría si todos nosotros hubiésemos empezado rápidamente en editoriales, no habríamos podido encontrar nuestro lenguaje. Yo no voy a dejar de hacer 'fanzines'.
–Además, eso le da una vía para expresarse sin necesidad de crear una historia de cien, doscientas páginas.
–A partir de los 'fanzines' se me ocurren las cosas más largas. Este libro ha surgido gracias a uno llamado 'Tregua'.
–Viendo la instalación que hizo para 'Constelación gráfica' me surgió la pregunta de si tiene usted la tentación de pasarse al arte, digamos, 'de galería'.
–No me veo, pero sí que me gustó muchísimo hacer esa instalación. La idea de que gente como nosotras podamos hacer una instalación es un lujo. También me gusta contar historias, pero si yo pudiese hacer eso, lo haría todo el rato, porque es como una herramienta más con la que creas una escena, una escenografía, el sonido… Y puedes colaborar con gente, porque la música que suena en la instalación me la hizo Ilia Mayer: yo le pasé el cómic y él creó una banda sonora resumida en cinco minutos. Si te has leído el cómic y la escuchas, ves que van sucediendo las cosas por orden. Es una maravilla. Y poder colaborar con gente de otras disciplinas me encanta, porque creo que todo se puede enriquecer mucho.
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