LO MODERNO
El ojo del cíclope
El espectador debe ser capaz de pasear por los museos del mundo enfrentándose a sus prejuicios y a sus fantasmas
Otros textos de la autora
El pintor Michelangelo Merisi da Caravaggio (Milán, 1571-Porto Ercole, 1610)
Como a estas alturas sabrán ustedes, hay un nuevo presunto Caravaggio en el Prado y esta servidora, aprovechando el derbi futbolero de la pasada semana, fue a hacerle una visita. Me gusta mucho el fútbol porque desengrasa los museos. Paseando por sus salas casi ... vacías, algo insólito en los tiempos de masas que corren, pensé en la hipócrita mutilación a la que nos están acostumbrado las redes sociales, la perversión de una censura estúpida calando en una sociedad cada vez más enganchada a los eslóganes sin fondo.
El desnudo de las modelos en los siglos pasados, sobre todo el de las prostitutas, ha sido una constante en la Historia del Arte. De ahí que los artistas malditos como Caravaggio, deformes como Toulouse-Lautrec, exitosos como Rubens, las eligieran no tanto como placer o fácil acceso, sino como inspiración.
Había una especie de hermandad que unía a uno y otro gremio, una complicidad consciente y una casi inconsciente admiración: pintar a la Virgen de los Palafreneros sirviéndose para ello como modelo de una famosa prostituta del Trastévere no era tanto un acto de desvergüenza del joven Caravaggio cuanto un deseo de humanizar la pintura y su contenido.
El desnudo de las modelos en los siglos pasados, sobre todo el de las prostitutas, ha sido una constante en la Historia del Arte
Recordémoslas, pues tal vez un día nos las arrebaten de la memoria: mujeres solitarias esperando el amanecer frente a un vaso de absenta; mujeres risueñas agitando sus faldas en el escenario de cualquier tugurio de Montparnasse; mujeres desnudas posando en grupo como en un retrato de familia, en la mancebía de la barcelonesa calle de Avignon.
La seducción del artista por retratarlas es tan natural como interminable, pues su ojo de cíclope es el que va cambiando la manera de presentar a la puta de su siglo, que siempre oculta la misma historia de resignación y supervivencia.
Nuestra época canceladora, en pos de la dignidad, las está borrando del mapa, pero el ojo de cíclope del artista no hace más que cumplir con la tradición de adentrarse en la orilla oscura para pintar la luz de su venus, virgen, gioconda, maja, odalisca o puta. El espectador debe ser capaz de pasear por los museos del mundo enfrentándose a sus prejuicios y a sus fantasmas.
Quiero creer que los cíclopes, satisfechos, regresarán una y otra vez a sus cuevas de creación a buscar más sombras de las que alimentarse y por las que vivir.