LO MODERNO

Un extraño en mi vida

La película, moderna y olvidada, hoy se comprende mejor que entonces. Como casi siempre ocurre en las grandes creaciones

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Kim Novak y Kirk Douglas, protagonistas de 'Un extraño en mi vida' (1960), de Richard Quine

Un día del año 1960, dos cerebros privilegiados se unieron para abrir una brecha en el muro de la sociedad 'newdealista' americana y llevarla a la realidad del cine. Ambos, el director Richard Quine y un excepcional guionista, Evan Hunter (seudónimo de Salvatore Lombino), urdieron ... el plan de demostrar en la gran pantalla que, en aquel ecosistema ordenado de familia, jardín, supermercado y barbacoa, el sexo podía irrumpir construyendo una arquitectura de vida nueva, atrevida, prohibida y plena. El reto estaba en hacerlo sin caer en el melodrama y sin juzgar, pues la profundidad de los personajes debía ser completada, en una lectura silenciosa, por el espectador.

La pareja elegida, Kirk Douglas como exitoso arquitecto, y Kim Novak, encarnación de la enigmática mujer pintada por Hopper, terrenal y etérea, ordinaria y extraordinaria a la vez; desgarradoramente vulnerable, se adelantaron en sus actuaciones a su propio tiempo; por eso la película, moderna y olvidada, hoy se comprende mejor que entonces. Como casi siempre ocurre en las grandes creaciones y precisamente por eso lo son, subyace en ella una historia capaz de nutrirla de algo más que de cine; algo espeso, vital y doloroso.

El director se enamoraba locamente de Kim Novak, evocando en cada plano al Godard obnubilado ante Anna Karina

Así, mientras Hunter, guionista de 'Los pájaros' de Hitchcock y autor de la novela 'El infierno del odio' convertida en clásico por Kurosawa, trabajaba en un ficticio amor prohibido con notas de 'thriller', el director se enamoraba locamente de Kim Novak, evocando en cada plano al Godard obnubilado ante Anna Karina o al Sternberg que no podía pensar más que en Marlene Dietrich. Se rumoreaba que al final del rodaje se casarían y que Columbia, la productora, les regalaría la casa, valorada en un cuarto de millón de dólares, en torno a la cuál giraba la trama. Pero a medida que avanzaban las semanas, el amor entre ambos se erosionaba como un espejo diabólico de los protagonistas, y al final acabó el film y no hubo boda, sino ruptura.

Luego la vida continuó para ambos alejados de ellos mismos y asqueados de Hollywood: Quine, amargado por el escaso reconocimiento, se pegó un tiro con 68 años; Novak aún vive a los casi cien, rodeada de animales, en un rancho de Oregón. El final de la película queda reservado para los que decidan darse ese placer, aunque sí puedo adelantarles que, efectivamente, siempre seremos un extraño para aquel a quien amamos.

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