Lo moderno
Carta a Virgilio
Querido Arturo: quiero darte las gracias por tus novelas, pues en ellas estaban encerradas, aunque yo no pudiera saberlo entonces, todas mis aventuras de después
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![Arturo Pérez-Reverte](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/10/23/Reverte.jpg)
Jamás se me hubiera ocurrido escribir una carta de agradecimiento a Arturo Pérez-Reverte como sí he hecho, a mi manera, con otros escritores a los que admiro. Pero la ocasión se brindó a medias en otro lugar y no veo razones para no terminarla ... aquí. Querido Arturo: quiero darte las gracias por tus novelas, pues en ellas estaban encerradas, aunque yo no pudiera saberlo entonces, todas mis aventuras de después: aprendí que la lealtad de una mujer puede ser tan peligrosa como una estocada; que los Tigres son del norte y las Reinas, del sur; que el diablo enamorado tiene el nombre de la mujer que venció a Sherlock Holmes y que Olvido fue la única mujer a la que él nunca pudo olvidar.
Que un amor puede nacer a la sombra de las palmeras de Matisse, en Niza, y morir, como una foto borrada, en un hotel de Nápoles. O de Sorrento. Aprendí que en aquel Día de Cólera de 1808 nació nuestra 'Ilíada', que en una playa de Cádiz puede comenzar la 'Odisea'; que Sidi fue nuestro héroe de frontera al más puro estilo de John Ford. Supe que la hazaña de dos hombres buenos arrojó un poco más de luz a nuestro Siglo de las Luces y que la magistral narración de la contienda naval en las bocas de Escanderlu de aquellos Corsarios de Levante hizo removerse al mismísimo Patrick O'Brien en su tumba.
Además de los libros, que no es poco, quiero también darte las gracias por tu amistad
Además de los libros, que no es poco, quiero también darte las gracias por tu amistad; por esa involuntaria manera de mostrarme el mundo que me ha permitido atesorar cosas muy útiles: a reconocerme en una estirpe de mujeres que luchan solas en territorio enemigo, a navegar y a disparar, a que la mejor ideología es una biblioteca, a jugar en el gris de los escaques de un tablero de ajedrez, a distinguir la belleza que hay en una carga de caballería ligera, en la lealtad de un perro, en la luz de las trazadoras nocturnas en mitad de un fuego cruzado.
Entender que hay que pensar como un griego, luchar como un troyano y morir como un romano, y que el cazador termina, inevitablemente, pareciéndose a su presa. Te doy las gracias por todo eso y, especialmente, por haber sido y seguir siendo mi Virgilio en este infierno.
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