CRÍTICA DE:

'Mar en calma y feliz viaje', de Bette Howland: el Chicago de una gran escritora

NArrativa

Tras ser una de las mejores de su tiempo, cayó en el más absoluto de los olvidos durante décadas. Su obra está siendo rescatada

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Bette Howland (Chicago 1937-Tulsa, 2017)

Nadie observaba de manera tan áspera, deslumbrante y microinfinitesimal; nadie se abismaba con ese humor raro, distanciado, rebelándose con ferocidad de las convenciones como la escritora americana Bette Howland (Chicago 1937- Tulsa, 2017).

De un talento insólito y muy excepcional, en sus relatos ahora ... aparecidos 'Mar en calma y feliz viaje', Bette se aferraba a los detalles más nimios de lo cotidiano, hasta despedazarlos en ocasiones en piezas de unas pocas palabras, soltadas como si nada, sin un respiro, en diálogos veloces, cortantes, de pequeños shocks o muertes súbitas, desenganchadas de lo infraordinario, como diría Perec.

RELATOS

'Mar en calma y feliz viaje'

  • Autora Bette Howland
  • Editorial Tránsito
  • Año 2024
  • Páginas 432
  • Precio 23,95 euros

En sus narraciones sobre los barrios pobres y lúgubres, o bien en permanente tensión entre negros y blancos, del Chicago de los años 60 y 70, su perspicacia siempre se mostró sumamente singular, inesperada; discurría veloz, a mitad de camino entre lo experimental y un costumbrismo mordaz, arisco, brusco y cautivador a la vez, que no se parecía a nadie.

Pero tras haber publicado tres libros, tras ganar en 1984 la prestigiosa beca MacArthur y convertirse en una de las mejores de su tiempo; tras ser apoyada siempre incondicionalmente por Saul Bellow, con el que tuvo una relación sentimental, un día Bette dijo adiós a la escritura y cayó en el más absoluto de los olvidos durante décadas. Rescatada hace unos años tan solo por una revista, de forma totalmente casual, su fama se disparó y vinieron los premios póstumos, las ediciones y traducciones a otras lenguas.

Aunque provenía más bien de la estirpe de Raymond Carver, o bien de autores como Lucia Berlin y Vivian Gornick, su mundo, como el de Bellow, era sobre todo el del Chicago judío. O en todo caso, el de suburbios como South Side donde los tiroteos estaban a la orden del día, de un estupendo novelista como Nelson Algren, ambos hijos de maquinistas.

Un Chicago donde se acumulaban por segmentos y orígenes de todo tipo mujeres y hombres de la clase obrera atrapados en la «vieja e interminable» batalla de cada día, fundada más que nada en ganarse la vida. Gente por segmentos, de parecida «pobreza urbana» desde apaloches que aportaban su tristeza de «desolación rural» a «mexicanos, coreanos, negros, puertorriqueños, judíos jubilados». Todos, añadirá Howland, «se llevan más o menos bien, sin conflictos raciales; en honor a la verdad, esa es la menor de sus preocupaciones».

Todos también, como se irá viendo progresivamente en los relatos de Howland, en especial en el excelente 'Azul tristeza de Chicago', donde la intelectual 'outsider' de barrio obrero y madre soltera de dos hijos que es Bette presenta a todos los componentes de su disfuncional familia (su tío «poli» Rudy, su cabezota abuela que solo quiere sentarse y ver pasar la vida y a la gente desde un rellano, su madre que cuando le habla en 'yiddish' le sigue atemorizando, su padre de escuetas palabras en cartas «rayanas en el analfabetismo», su cuñada baptista y algo hortera Roxy, su tío Leon que vota a escondidas de su mujer no judía Irene a los demócratas, mientras que ella lo hace por los republicanos) todos ellos, más o menos felices, están sujetos a las diversas «mezcolanzas estadounidenses», como se refleja en la caótica boda a la que acuden entre la católica Millicent y su primo judío Gregg.

Su mundo, como el de Bellow, era el de suburbios donde los tiroteos estaban a la orden del día

Se siguen celebrando alegres bodas y los bar 'mitzvá' (rito religioso que coincide con el ingreso en la adolescencia), pero su padre quizá tenía razón: «Es el final del linaje. Todo había acabado. Los hijos de la abuela no iban a pronunciar un kaddish por ella. No sabían». Sin embargo, en las múltiples combinaciones del destino, nunca está todo dicho: su amigo Victor —de la magnífica 'nouvelle' que da título al volumen 'Mar en calma y feliz viaje'— un reconocido profesor, maestro de lenguas antiguas y modernas y una autoridad en Maimónides, acaba de morir, pero antes ha dejado estipulado en su testamento «un funeral judío ortodoxo». Pero, como puntualizará Bette, «eso es más fácil decirlo que hacerlo, como tú especialmente, debías saber: por ir al grano, tú, Victor Lazarus, no eras judío». Así que todos se pondrán a la rocambolesca labor de encontrar un rabino que acceda a llevar a cabo el funeral.

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