CRÍTICA DE:
'Mapa de soledades', de Juan Gómez Bárcena: islas, deseos y una habitación propia
ENSAYO
Un libro deslumbrante en el que el autor santanderino destila reflexiones lúcidas y una investigación sobre la soledad
Otras críticas de la autora
Escribió Pascal que «La infelicidad del hombre se basa sólo en una cosa: que es incapaz de quedarse solo en una habitación». La soledad asusta, pero también la necesitamos. Hay soledades impuestas y soledades deseadas: no es lo mismo la que reivindica Virginia ... Woolf dentro de su habitación propia, o en la que se refugia Emily Dickinson en su dormitorio-santuario de Amherst, que la de Pedro Serrano, el militar español que naufragó en aguas del Caribe e inspiró el personaje de Robinson Crusoe o la de Petrarca cuando coronó la cima del Mont Ventoux.
Son tan diferentes que hasta pueden ser nombradas de forma distinta: soledad, solitud, soledumbre. Muchos matices agrandan esa definición básica que habla de una «carencia voluntaria o involuntaria de compañía», y en ellos se apoya Juan Gómez Bárcena (Santander, 1984) para construir un libro deslumbrante, lleno de erudición, en el que el autor destila abundantes lecturas, reflexiones lúcidas y horas de investigación en diferentes disciplinas: historia, literatura, sociología, neurociencia, antropología, religión…
ENSAYO
'Mapa de soledades'
![Imagen - 'Mapa de soledades'](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2025/01/09/1648portaeva-U31717681028xKb-224x330@diario_abc.jpg)
- Autor Juan Gómez Bárcena
- Editorial Seix Barral
- Año 2024
- Páginas 400
- Precio 21,90 euros
El libro surge de un viaje del autor a la selva argentina donde Horacio Quiroga se aisló del mundo con su familia. La cosa acabó mal —no hago espóiler, pero hay muertes, maltrato y suicidios—, pero abre una poderosa puerta de entrada a este libro que, organizado como un atlas, nos lleva por selvas y desiertos, océanos e islas, cumbres y polos o el cosmos. Cada uno de estos espacios nombra un capítulo, a los que se suman otros con espacios en cuya creación ha intervenido el hombre, como el hogar, el jardín, la ciudad o la frontera, y otros simbólicos, como la piel o una Terra incógnita más espiritual.
Paseando por estos espacios, el autor aborda distintas soledades: a las mencionadas se suman otras como la del monje que elige recluirse, la del explorador en el polo, la del astronauta en la inmensidad del espacio; la de la ballena que lleva treinta años emitiendo su canto en una frecuencia distinta a la de su especie, y nadie la oye; la del dirigente nazi en la cárcel, la de la cantante que actúa ante miles de personas pero se va a casa sola; la soledad que se siente estando acompañados, en medio de un grupo de gente o en una ciudad vibrante; la soledad antes de la muerte.
Un capítulo va sobre los totalitarismos y cómo usan la solitud para manipular
Si lo que cuenta es interesante, con un texto salpicado de datos curiosos, hechos históricos, referencias a libros…, el modo en que lo cuenta es aún mejor. El autor muestra un gran talento narrativo y mucha inteligencia para dar forma y elegir un tono natural y cercano, exento de pedantería, sin renunciar a una escritura hermosa y cuidada: en el libro hay mucha poesía y un modo de contar que fluye y acompaña al lector en un plácido dejarse llevar que esconde una arquitectura impecable: el modo en que Gómez Bárcena va hilando los temas recuerda a una conversación entre amigos, sin orden aparente, pero que encierra una lógica sólida detrás. Hay ideas importantes.
Uno de los capítulos más interesantes es el dedicado a los totalitarismos y cómo los líderes populistas se sirven de la soledad para manipular y desinformar; también la diferente consideración que tiene la soledad del hombre —elegida o heroica— y la de la mujer —o solterona, es decir, fracasada por no tener un hombre al lado, o sospechosa—. La más importante subyace a lo largo de las cuatrocientas páginas: lo mucho que necesitamos al otro para vivir una vida plena.
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