EL DRAMA DEL EXILIO
Los Machado y su lección de Historia
Están todas las Españas que nos hacen perder el sueño: la de la huida y la de la supervivencia
José Machado, el cronista de los últimos momentos de su hermano en Collioure, por Pedro Corral
Otros textos del autor
![Antonio Machado, el gran poeta de la Generación de 1898](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/07/04/machado1.jpg)
Los españoles del exilio se pasaron toda su vida pidiendo favores. El favor de un país que los acogiera, de un empleo con el que no morirse de hambre, de una fe que mitigara su nostalgia de la España perdida. Llevaban a sus espaldas la ... lección más cruenta de la historia, la de una guerra entre hermanos, y algunos, como Ramón Gaya o los Lorca, los restos de una familia destrozada. Pero en los Machado hay algo más. Hay preguntas terribles que solo en el abismo de aquellos días, de todos aquellos años posteriores, adquieren la dimensión de una tragedia que no dejó nunca de agrandarse.
En los Machado están todas las Españas que nos hacen perder el sueño: la de la huida y la de la supervivencia, la de la muerte y la de la culpa. No hace falta preguntarse cuál de las dos experiencias de España hiela más la sangre, la de Antonio Machado o la de su hermano Manuel; cuál de las dos maneras en que Saturno devoró a sus hijos explica mejor nuestro destino trágico como país, el de la muerte de una madre y un hijo derrotados en el breve destierro de Collioure, o esa carrera ciega en los entresijos del bando franquista que hizo de Manuel Machado un hombre que cargó siempre con el peso de la culpa y con aquellas ausencias por las que guardó luto el resto de sus días.
Fueron las víctimas, como tantos, de aquellas ideologías que terminaron siendo una forma de resentimiento pueblerino
De una o de otra manera aquel tiempo convulso se los llevó a todos por delante. Fueron las víctimas, como tantos, de aquellas ideologías que terminaron siendo una forma de resentimiento pueblerino, e intentaron salvarse inútilmente de la sombra que proyectaba la mano de Caín. Siempre evocaremos al pobre Antonio Machado que, cuando le faltó el aire de España y vio perdida la memoria de los paisajes que expresó en sus poemas, se asfixió en la extrañeza de Collioure, viejo y vencido, viendo cómo la bala del desengaño le detenía el corazón. Ante la grandeza moral de este hombre, ante la grandeza moral de tantos hombres a un lado y otro de la frontera, cabe preguntarse para qué nos sirven hoy sus muertes, qué señalan hoy sus sacrificios, qué sentido tienen para nosotros sus cenizas.
Por qué a todos los que amaron España y fueron sombras de una historia imposible (a Unamuno, a Lorca, a Muñoz Seca, a Ramiro de Maeztu, a Antonio Machado, a Miguel Hernández… Y de tantos modos a Juan Ramón…) los perdemos en nuestras interesadas ideaciones históricas y no reconocemos a los hombres de carne, hueso y sentimientos que sufrieron la persecución de otros españoles, ese mal endémico que se repite, de una o de otra forma, con sangre o solo con infamias, generación tras generación.
La casa de General Arrando donde vivieron los Machado ya no existe. La han reformado y solo queda de aquel tiempo la fachada. Cuando paso por la acera y la miro siempre me pregunto lo mismo, si no hacemos una historia de fachadas mientras derrumbamos todos nuestros interiores.
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