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Cinco minutos de gloria

El altar de los muertos

Si tengo que elegir una tradición de fuera para recordar a nuestros difuntos, me quedo con ésta antes que con Halloween. España es más de calaveras

Un hombre disfrazado de catrín frente a una mega ofrenda de Día de Muertos en México efe
Laura Revuelta

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Pasaba el otro día por la Casa de México en Madrid y me sorprendió la larguísima cola que se concentraba a sus puertas para entrar a ver el altar de muertos. Recordé que se acerca el Día de Todos los Santos. Como conozco la ... tradición mexicana, visualicé que lo que allí habían montado era una escenografía de exuberantes colores en torno a la cual danza una corte de hilarantes Catrinas. De primeras, el concepto altar de muertos me parece raro –nada tiene que ver con la cultura occidental–, y hermoso, porque transmuta el dolor de la pérdida en algo festivo. El difunto no es alguien que se ha ido para siempre, sino que reaparece para celebrar, recordar, con los que todavía quedamos en este mundo. El luto, tan nuestro, se viste de colores y la siniestra calavera o vánitas baila y se burla de la parca sin parar. Porque, claro, no resulta fácil chotearse de algo tan serio. Si tengo que elegir una tradición de fuera para recordar a nuestros difuntos, me quedo con ésta antes que con Halloween. España es más de calaveras (me vienen a la memoria las de los bodegones barrocos o las de los carnavales, de Gutiérrez-Solana, donde todo es muy oscuro y la mueca se retuerce más siniestra) que de calabazas, de sustos que de tratos.

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