Crítica de:
'Kilómetro 101', de Maxim Ósipov: frío, vergüenza y desolación en la Rusia de Putin
NArrativa
Magnífico libro de relatos de uno de los mejores escritores actuales en lengua rusa. Imágenes familiares, a través de varias generaciones hasta nuestros días, salpicadas de recuerdos de gran crueldad
Otras críticas de la autora
Si hay un gigante en el mundo, tan temible como sorprendente y a la vez culturalmente más que admirable a través de las épocas, ese es el gran gigante ruso.
Desde los célebres destierros ya fueran de Lérmontov y Pushkin en la época de los ... zares y los dantescos gulags de la época estalinista, los relatos familiares de unos y otros, a través de las generaciones, hasta nuestros mismos días, se verían salpicados de recuerdos de pasados de una crueldad en ocasiones devastadora y de una violencia continuada. «En casi todas las familias ha habido en un pasado no lejano una serie de muertes violentas», afirma el escritor ruso Ósipov en su magnífico libro de relatos 'Kilómetro 101', ahora aparecido con una espléndida traducción de Ricardo San Vicente.
RELATOS
'Kilómetro 101'

- Autor Maxim Ósipov
- Editorial Libros del Asteroide
- Año 2024
- Páginas 232
- Precio 20,95 euros
La familia de Ósipov no sería una excepción. Médico especializado en cardiología a la vez que escritor, el que muchas veces ha sido llamado digno sucesor de esa tradición de médicos rusos representantes de lo más excelso de la literatura de su tiempo, como es el caso de Bulgákov y Chéjov pero también de un deslumbrante Vasili Aksiónov, autor de la monumental 'Una saga moscovita', e hijo a su vez de Evgenia Ginzburg, que dejó escrito uno de los mejores testimonios de los gulags ('El vértigo,' Galaxia Gutenberg) el destino de ser hijos y nietos de condenados no ha dejado de sucederse en muchos de estos grandes intelectuales.
Después de un encierro en los campos de trabajo, el bisabuelo de Maxim Ósipov (Moscú, 1963), uno de los mejores escritores actuales en lengua rusa, junto a la maravillosa autora de 'En memoria de la memoria' (Acantilado), Maria Stepanova (Moscú, 1973), tras volver de su encierro en los campos de trabajo, se vio obligado a vivir «en el kilómetro 101 hasta su muerte». Es decir, a esa distancia específica de la capital y grandes ciudades, cien kilómetros, que tenían que mantener, en un nuevo destierro, los presos tras cumplir sus condenas.
Un «idiotismo» del poder y de la burocracia; una indolencia congénita
Una amplia zona donde irían naciendo una serie de pequeñas poblaciones, como la ciudad de Tarusa, que inspira la mayoría de los textos incluidos en este estupendo volumen, como es el caso del primero 'En mi tierra', donde se instalaría Ósipov a ejercer la medicina en un hospital, tras una estancia en Estados Unidos: «¿Qué veo de bueno en todo esto? La libertad de ayudar a muchas personas. Hasta en el caso de que la ayuda no sea bien recibida: ofrecerla como posibilidad».
Por su parte, continuando con su línea genealógica, el padre de Ósipov, Aleksandr Fikhman, un ingeniero judío, nacido en el oeste de Ucrania, abandonó su ciudad natal en 1941, junto a sus padres y hermanas. Los judíos que no tuvieron tiempo a huir como ellos, unos 150.000, morirían en lugares del terror absoluto como el barranco de Babi Yar, cerca de Kiev. Un tema, la guerra de Ucrania y los numerosos y dolorosos exilios actuales, como el suyo propio, a Alemania, vía Armenia, que Ósipov recuerda en un brillantísimo y estremecedor yo acuso, de obligada lectura, incluido al final de este volumen con el título de 'Frío, vergüenza y liberación'.
Mirada lúcida
Como ya hacía en su igualmente admirable libro 'Piedra, papel, tijera' (Libros del Asteroide) Ósipov, gran conocedor de la literatura rusa, pespuntea sus relatos sin cesar de citas (ya sean de Pasternak, Tolstói, Tsvetáyeva, Platónov, y tantos otros) que junto a su mirada lúcida, a ratos tristemente irónica, aguda como el más feroz e implacable de los escalpelos, «Rusias, qué es lo que salva al país de la descomposición? En los peores momentos uno piensa: solo la inercia». El desamparo experimentado por médicos y pacientes es continuo.
Un conjunto de hábitos perniciosos y de «costumbres» heredadas y parasitarias como las deportaciones, se repiten desde la Rusia prerrevolucionaria hasta la época soviética. También un «idiotismo» del poder y de la burocracia; una indolencia congénita, «un poco amor a la vida» incluso a la hora de afrontar la enfermedad y la extinción; también la pervivencia de un tipo de analfabetismo entre la población que apenas les permite «construir palabras juntando letras», o bien esa obsesión, ese poder irrevocable y único que significa para muchos «el dinero y el alcohol, encarnaciones de la nada, del vacío, de la muerte».
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