crítica DE:
'Kierkegaard', de Joakim Garff: un dandi del existencialismo teológico
ensayo
Esta obra sobre la figura del autor de 'El concepto de la angustia' es una de las cumbres del género biográfico e incluso más allá
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![El filósofo Soren Kierkegaard (Copenhague, 1813-1855)](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/02/06/soren-RpGZvheNIWKDFqXe3tXTN0I-1200x840@abc.jpg)
Cuando murió su padre, Soren escribió en su 'Diario': «Quiero ser ahora como ese río español de nombre impronunciable, hundirme bajo la tierra como el Guadalquivir. ¡Saldré otra vez!».
Soren nació en 1813, ingresó en la Universidad en 1830, se licenció en Teología en ... el 1840, se doctoró en el 1841 y murió en el 1855. Tenía cuarenta y dos años. El padre había enviudado y se había vuelto a casar con la criada embarazada. Con ella tuvo siete hijos. Soren era el más pequeño. Cuatro de ellos murieron antes de los treinta años.
ENSAYO
'Kierkegaard'
![Imagen - 'Kierkegaard'](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/02/06/1603portamolina-U22378028244BqM-224x330@abc.jpg)
- Autor Joakim Garff
- Editorial Tusquets
- Año 2024
- Páginas 960
- Precio 32 euros
El padre, muy religioso, vivió estas defunciones como un castigo a su supuesta sífilis que nunca se confirmó que la padeciera. Era un comerciante acaudalado, meticuloso, austero y lector. Gracias a la parte de su herencia, la otra le tocó a su único hermano vivo que le sobrevivió, pudo vivir el escritor muy dignamente a pesar de sus gastos desenfrenados. Soren fue un romántico tardío, un dandi a pesar de su no muy agraciado cuerpo, un hombre extravagante.
El cuerpo, para él, era un mal necesario, un envoltorio no demasiado bien diseñado. Iba habitualmente a los teatros y asociaciones culturales, compraba muchos libros, frecuentaba cafés, gastaba ropa muy cara, fumaba los mejores puros y el tabaco de pipa. Cuando sus propios libros no tenían suficientes compradores él se hacía cargo de la edición. Fue un gran lector. Su biblioteca rondaba los tres mil volúmenes. Pocas veces sus derechos de autor le satisfacieron. Marcaba y subrayaba las páginas, hacía anotaciones al margen con distintos colores. Le gustaban los libros bien editados y encuadernados. Esto último lo fue haciendo con todos sus propios volúmenes.
Cuando sus propios libros no tenían suficientes compradores él se hacía cargo de la edición
Pero además Kierkegaard frecuentaba las bibliotecas públicas. En la suya la literatura clásica y la teológica ocupaban un gran espacio. Y entre sus autores contemporáneos sobresalían, Hegel, Goethe, Schlegel, Novalis, Byron o Heine. También Schelling a quien escuchó en Berlín y transcribió las clases a las que asistió. Ambos eran antihegelianos. Kierkegaard apenas se movió de su ciudad natal. Y, en el extranjero, sólo estuvo en Berlín. En este sentido se asemeja mucho a Kavafis (Alejandría), Kafka (Praga), o a Pessoa (Lisboa). Este último tiene muchas semejanzas con él. Entre otras cosas porque el danés utilizó muchos heterónimos para firmar gran parte de su obra, como posteriormente hizo el portugués. A Soren le gustaba mucho el caminar, perderse entre la multitud. Según los días, iba acompañado por un bastón de bambú o con alguno de los tres paraguas de colores que tenía. Hablaba con la gente, era un filósofo callejero, un peripatético.
En 'Sobre el concepto de ironía' escribe que Sócrates era un virtuoso del contacto fortuito. «No pierdas las ganas de caminar», decía Soren. Al regresar de sus paseos, escribía de pie con su sombrero aún puesto y el bastón o el paraguas a su vera. En todas las habitaciones de sus respectivas casas, había una mesa con tintero, papel y pluma. El filósofo caminaba de arriba abajo por todas estas estancias, y si lo asaltaba algún pensamiento inesperadamente corría a apuntarlo. Su relación con Andersen fue muy mala. A diferencia del teólogo, el novelista había vivido diez años fuera de su país. Uno era un triunfador y el otro un medio fracasado. «Solo después de mi muerte me llegarán a entender» escribió Kierkegaard. Soren se metió bastante con su coterráneo «talento sin genio»; y este le respondió muy cruelmente en 'Una comedia al aire libre'.
Sus tres personajes preferidos de ficción fueron: Fausto, Don Juan y El judío errante
Sus tres personajes preferidos de ficción fueron: Fausto, Don Juan y El judío errante. Fausto representaba la duda, la incompatibilidad con el mundo moderno que caracterizaba al intelectual. No estaba muy de acuerdo con la versión de Goethe, más conciliadora. Fausto no debía ser interpretado como un hereje converso. Don Juan lo acercó a España. Representaba el placer. Mientras que El judío errante era la humanización de la desesperación. Duda, placer y desesperación conformaban al propio Soren. Para él la seducción, en 'Diario de un seductor,' era una especie de vampirismo refinado e intelectualmente elevado a la categoría de arte. El 'Diario de un seductor' fue recibido por la prensa con los siguientes adjetivos: repugnante, asqueroso y provocador. Soren se quejaba de su abandono, pero hasta lo recibió el rey Cristián VIII. Él, como presente, le regaló su libro 'Las obras del amor.' El rey le confesó que su literatura era tan profunda que no estaba a su alcance. Kierkegaard le dio la razón.
La enfermedad de los celos es uno de los temas esenciales del libro. Los suyos propios con respecto a Regine. Este ensayo lo escribió por las mismas fechas en que, en Bruselas, Marx y Engels estaban redactando el 'Manifiesto comunista' (1848). Soren no lo leyó aunque escuchó referencias. Nada más alejado de su pensamiento. En un pasaje de su 'Post scriptum' científico y definitivo, alaba la libertad del individuo y la monarquía. Tenía sus dudas sobre la democracia y el liberalismo. Nunca llegó a entender las diferencias entre el socialismo y el comunismo. Sí reconoció que este último coincidía al menos con el cristianismo en lo referente a la igualdad de todos los hombres. Todos los hombres, en su caso, con Dios. La misericordia era esencial. El séptimo capítulo de la segunda parte de 'Las obras del amor', fue escrito contra el comunismo.
Para acceder a la Universidad tuvo que examinarse de danés, francés, alemán, religión, hebreo, matemáticas, historia, escritura y latín. Esta última lengua era la oficial para los exámenes. Fue excluido del ejército. El 'Diario' es una fuente fundamental para conocer su pensamiento y su acontecer. No es históricamente preciso, o simplemente narrativo, no es indicativo sino subjetivo. Contiene notas de los pocos viajes, lecciones universitarias, lecturas, laboratorio experimental de ideas, todo aquello que lo ayudaba a la autocomprensión.
Regina fue un personaje clave en su vida. Estuvieron prometidos. Finalmente le devolvió el anillo de compromiso con una carta que incluyó en su libro ¿Culpable o inocente?. «Olvida a quien escribe esto. No puedo hacer feliz a una muchacha. Mi vida intelectual y mi valor como marido son incompatibles». Algo por el estilo le escribirá Pessoa a Ofelia. En Copenhague causó revuelo. Nunca dejaron de cruzarse por las calles e inventaron una especie de lenguaje de gestos. Sabían perfectamente sus horarios. Soren dejó escrito en su único testamento que la declaraba su heredera universal. Pero Regina estaba casada y aceptarlo sería casi una confesión de bigamia. Ella le dijo a su único hermano vivo con el que Soren llevaba años sin hablarse, que ejecutaran el testamento obviando los deseos del difunto. La fortuna de Kierkegaard estaba muy mermada. Peter Christian también se había graduado en Teología y su tesis había tratado sobre la Mentira.
Esta biografía es un monumento, pero no debería haber sido escrita sólo para daneses
¿Cómo sobrellevó su sexualidad Kierkegaard? No se sabe. Circulaban rumores de burdeles, alguna mesonera, sífilis, de un pene curvo cuya maniobrabilidad vaginal podría haberse visto un tanto limitada. El escritor siempre tuvo una relación tensa con su sexualidad. ¿El recuerdo culpable del padre? ¿Miedo a los efectos secundarios de la masturbación y el onanismo? El galanteo y la falta de actividad fue lo más seguro. La tentación, el pecado, la mala conciencia.
Todo lo sublimó con la escritura. Así se expresa en 'El concepto de la angustia'. Y en 'La enfermedad mortal' reconoce la ayuda de Dios contra el pecado. 'El concepto de la angustia' tuvo dificultades críticas y de comercialización. En este libro se adelantó a Freud. La autocontemplación y la introspección como los únicos métodos psicológicos legítimos. La histeria y la agresión eran cuestiones sexuales. Y como Jung, Soren reconoce la continuidad de un yo teológico a través y a pesar de las determinaciones psíquicas.
A los críticos en general los acusaba de charlatanes. Él prefería a un buen lector frente a cientos malos. Utilizó mucho la prensa como colaborador, sus heterónimos o pseudónimos, pero no le gustaba. Y, sin embargo, defendió la libertad de expresión. Buscó también a través de las ciencias naturales el destino que Dios quería para él. Su tesis la dedicó a la ironía como un distanciamiento intelectual con los otros, con el mundo y consigo mismo. Autor de 'O lo uno o lo otro', una colección de papeles dispersos firmados por Victor Eremita, donjuanista y escéptico; en 'Dos discursos edificantes' mostró el miedo por el erotismo espiritual frente al de Regina. 'La repetición' es, quizás, una de sus obras más adelantadas a su tiempo. En ella rechaza las reglas estructurales no sólo de la novela sino de la escritura en general. Un libro de referencia de la posmodernidad y de la deconstrucción.
Así como todo conocer es un recordar (griegos), la filosofía moderna enseñará que la vida entera es una repetición. La repetición y el recuerdo son el mismo movimiento sólo que en direcciones opuestas, pues lo que se recuerda ha sido y se repite hacia atrás. La verdadera repetición, en cambio, se recuerda hacia delante. Lo escribe Constantin Constantius. 'Temor y temblor' tiene muchas similitudes con 'La repetición'. La primera se refiere a Abraham; mientras que la segunda a Jacob. «El salto, la paradoja, la fe en virtud de lo absurdo y, en suma, todo aquello que está más allá de la ciencia y del pensamiento, más allá de toda racionalidad» comenta Joakim Garff. Aquí aparece el heterónimo o seudónimo Johannes de silentio. Migajas filosóficas lo firma Johanes Climacus.
Dudas de fe
Kierkegaard no recibía a nadie en su casa. Tenía pavor a los incendios. En 1795 Copenhague había sido destruida por las llamas. Su comportamiento, no en sus formas, tenía cierto aire primitivista. Él siempre defendió la primitividad, por eso a Hegel no lo tragaba porque decía que era tan abstracto que había que acudir al rescate de sus lectores. Kierkegaard que viene de Schopenhauer es, además, el precursor de los existencialistas. Pero Sartre o Camus eran ateos y Soren cristiano. Un cristiano protestante contrario a la Iglesia Oficial Danesa. Al principio fue pietista (luterano), pero evolucionó hacia la total libertad de conciencia e interpretación individual de los Evangelios. A ello se refiere en 'De ómnibus dubitandum'.
Esta biografía de Garff es extraordinaria, un monumento, pero no debería haber sido escrita sólo para daneses. Me refiero a que la mayor parte de los europeos, los católicos fundamentalmente, se pierden en esa geografía religiosalocal tan compleja, diversa y llena de personalidades que representan muchas tendencias. Hay una infinidad de páginas dedicadas a los conflictos teológicos y disputas de Kierkegaard con sus contemporáneos que son fundamentales, pero hubiera estado bien al menos un capítulo muy didáctico explicatorio. Esto debería haberlo visto el editor español. Y ya digo que esta obra es una de las cumbres del género biográfico e incluso más allá.
Al teólogo le encantaba ir de iglesia en iglesia, tuviera la tendencia que tuviera, escuchando los sermones de sus 'competidores'. En invierno era casi el único feligrés. Soren, en sus momentos de máxima desesperación, quiso hacerse cura rural. Tuvo muchas dudas de fe. A su amigo judío Israel Levin le comentó un día lo siguiente: «Suerte de no tener ningún Cristo y ser libre de poder disfrutar de la vida». Su hermano lo enterró a desgana y únicamente colocó su nombre como uno más del resto de la familia. Años después se le puso un mármol de honor. Al cementerio acudieron muchas más personas que lectores.
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