A LA SAZÓN
Las mañanas triunfantes
Si Luis Alberto de Cuenca es el gran poeta de la infancia dichosa es porque ni la recuerda ni la echa en falta: la vive
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Si Luis Alberto de Cuenca es el gran poeta de la infancia dichosa es porque ni la recuerda ni la echa en falta: la vive. En vez de amurriarse entre fotos amarillentas, habita el mundo de color de Tintín, Dan Dare y Flash ... Gordon, cuyas irisaciones son inasequibles al ojo adulto. Que otros canten la infancia como un Edén perdido; él, puer aeternus, la dibuja con la línea clara —antorcha en el subterráneo— de quien la sigue viendo a diario. Todos fuimos pequeños, en efecto, pero solo unos pocos lo recuerdan.
La niñez es un tratado de héroes, una escuela de caballería donde se aprende a mirar el mundo con ojos de leyenda. ¡Venturosos los que aún disponen de mañanas triunfantes! Uno sale de casa con espíritu de corsario, convencido de que la ciudad es un tablero de juego...
Dicen que en su mocedad, cuando aún no ceñía lauro ni corona, Luis Alberto bebió de la pócima de Merlín y trasegó unos 'gimlets' con Philip Marlowe, a quien presentó a la Dama del Lago; que alternó con un argentino invidente de pelo cano que le recordó a aquel aedo jonio, igual de cegato, que en una gruta del Peloponeso le había embriagado con un vino tracio.
La niñez es una escuela de caballería donde se aprende a mirar el mundo con ojos de leyenda
Yo, francamente, no me lo creo. Y, sin embargo, ¿de dónde salen esos versos que adunan el rumor de Troya y la cadencia de un 'noir'? ¿Cómo explicar que, andando el tiempo, terminaría rescatando a ninfas malcasadas, robando el corazón a la dama de Shalott y haciendo la cobra a vampiresas de melena roja y alma negra? ¿Que, cumpliendo el sueño infantil, trabaría nupcias con la mismísima Leia Organa?
En los dominios de Luis Alberto I el Magnífico no hay linde que separe lo sublime y lo mundano. Wonder Woman y Orfeo se sientan a la misma mesa y Beowulf trueca la espada por una entrada de cine. ¡Hasta los dioses bajan de su pedestal olímpico y arrastran los pies por el asfalto! Hubo quien vio a Atenea Parthenos acodada en la barra del Balmoral... ¿Estoy fabulando? Quizá, pero así hay que leer a Luis Alberto: con un pie en Elsinore y otro en el barrio de Salamanca. Mientras existan sus versos, las mañanas triunfantes nunca dejarán de romper.
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