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El peligro de la noticia deseada
Cuando la opinión pública desea no saber. La primera reacción es la negación: borrar lo evidente, sacarlo de plano y agredir al mensajero
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![El filósofo y periodista Miguel Wiñazki (Buenos Aires, 1956)](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/07/23/miguel.jpg)
«Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente», dijo alguna vez el enigmático y poderoso empresario Alfredo Yabrán, que era sospechado de prácticas mafiosas y protegido por gran parte de la clase política, pero a quien la sociedad ... no le conocía ni la cara. Un fotógrafo de la revista 'Noticias' –José Luis Cabezas– lo retrató por fin en un balneario. Poco después un grupo secuestró a Cabezas, lo ejecutó de dos balazos y lo calcinó dentro de su propio coche. Ese crimen y otras acusaciones graves obligaron al empresario a defenderse en televisión; cuando se vio acorralado por una orden judicial y por la policía, se voló la cabeza con una escopeta.
Desde el minuto uno, comenzó a flotar la idea de que se trataba de un montaje porque «un hombre así nunca se suicidaría». Corría el año 1998, y yo infiltré a un reportero en la sala de autopsias y le ordené que publicara luego la verdad a página completa: era Alfredo Yabrán, sin la menor duda. Pero los lectores no lo creyeron, y el asunto se transformó en un mito urbano. Todavía algún taxista memorioso de Buenos Aires, si ustedes le preguntan, les dirá que Yabrán se hizo una cirugía plástica y está viviendo plácidamente en el Caribe bajo una nueva identidad.
El filósofo Miguel Wiñazki analiza el episodio en su clásico ensayo 'La noticia deseada', donde explora no las 'fake news' operadas por sectores interesados, sino las falsedades o delirios que el inconsciente colectivo necesita y convierte en presunta verdad razonada e incuestionable. Otro capítulo de su libro alude casualmente a una investigación que empujé en mis años como editor de diarios, cuando pertenecía –al decir de un director de la época– al «lejano y salvaje oeste del periodismo argentino».
Una infidencia nos permitió indagar entonces las andanzas secretas de los hijos de Fernando de la Rúa, que en ese momento era la «gran esperanza» para aquellos que pretendían dejar atrás al largo reinado peronista de Carlos Menem. Lo que detectamos y expusimos fue la connivencia de sus hijos —estudiantes— con profesores de la Universidad de Buenos Aires, que eran porosos a la influencia de esa figura política y aparentemente les mejoraban a los muchachos el desempeño académico en distintas asignaturas. A los lectores la denuncia les parecía sencillamente inverosímil, por más que la presentábamos con datos y testigos.
Más tarde Fernando de la Rúa se hizo del poder y sus dos hijos formaron parte del 'petit comité'. La gestión fue muy desafortunada y todo acabó en la famosa crisis de 2001: De la Rúa debió renunciar y partir en helicóptero de la Casa Rosada y dejar atrás muertos y heridos en protestas callejeras y un colapso económico pavoroso. Fue entonces cuando muchos lectores que nos habían dado la espalda, comenzaron a recriminarnos: ¿por qué no habíamos insistido, por qué no habíamos ido más a fondo con la indagación de la familia presidencial?
Dice Wiñazki que fue un ejemplo de noticia indeseada: «Cuando la opinión pública desea no saber. La primera reacción es la negación: borrar lo evidente, sacarlo de plano y agredir al mensajero». Lecciones que deja la experiencia y que nos resuenan en el presente.
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