Palabras contadas
Valencia espera
Lo raro es asistir a una crisis como la de la política cultural en Valencia. Allí, todo es desierto, han renunciado a las historias, no hay plan, ni ideas
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Ya que la política se convirtió hace algunos años en una factoría de ficciones creo que los gobiernos podrían formarse siguiendo las bases de un concurso literario. Las reglas, digo, y no sólo las trampas. Aunque no resulte difícil saltarse la plica, al menos deberían ... cumplir la más importante de todas: la repugna por el plagio (claro que ahí entraríamos en el primer conflicto con el Gobierno actual). En los mítines nos recitan cuentos zafios que sólo sirven para negar corruptelas y abusos de poder. Lo sé porque me siento a veces a comer palomitas viendo el telediario.
¿De veras nos dejamos convencer por una literatura tan barata que apenas sirve para tapar las vergüenzas de estos superhéroes y declararse archienemigos de archificción unos y otros? Aun así, valoramos las buenas ficciones, cada vez más difíciles de encontrar. En el ámbito de la cultura se compran cuentos baratos, a menudo sincronizados con la política, pero también se pueden hallar relatos que nos unen con el acervo de nuestra comunidad. Lo raro es asistir a una crisis como la de la política cultural en Valencia.
Allí, todo es desierto, han renunciado a las historias, no hay plan, ni ideas para instituciones y museos encallados en la pereza de la (no) gestión. El PP valenciano volvió a esconder la cartera de Cultura en Educación. Y nadie piensa en que los ciudadanos que han sufrido la dana podrían tener en la cultura un espejo y un consuelo. En un mundo donde tanto cotizan las buenas ficciones, esta renuncia es un suicidio político. Si no lo saben, alguien se lo dirá.
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