ENTREVISTA
Jeff Koons: «Espero que, con el tiempo, la gente pueda relacionarse de forma sincera con mi trabajo y reflexione sobre él sin prejuicios»
Granada
Es uno de los artistas más cotizados del momento, énfant terrible del arte en los 90. Invitado por 'Picasso' entra en La Alhambra para dialogar con la Historia del Arte español
Lea otros textos del autor
Koons, ante una de sus obras en La Alhambra
Cualquiera diría que el casi setentón que ahora se pasea 'epifánico' por las salas del Museo de Bellas Artes de Granada (con sede en La Alhambra), con traje oscuro y modales de 'gentleman', fuera el 'énfant terrible' del arte contemporáneo en los 90 y ... 2000. Jeff Koons entra en este apabullante monumento invitado por Picasso (en realidad el Museo Picasso-Málaga), en un deseo de la pinacoteca de hacer rotar sus fondos por las provincias andaluzas.
Y su primer capítulo es 'Reflejos', cinco obras de ambos artistas que dialogan con la Historia del Arte español allí atesorado y que refuerzan su idea del arte como un ADNque se trasmite de unos autores a otros.
—Jeff Koons, Picasso y La Alhambra. ¿Qué podemos esperar de algo así?
—Creo que es una experiencia mágica, y para mí, se ha tratado de una experiencia ideal porque me permite mostrar la conectividad que se experimenta en el arte. Siempre he dicho que Picasso estuvo envuelto de cierta atemporalidad, que es una cualidad metafísica del arte. Por eso me atrajo siempre. Y, por lo mismo, me impliqué a mi modo en los aspectos más físicos del arte, en el pasado, en el presente y en futuro.
Aquí, en La Alhambra, poder reunir cinco obras como las convocadas es algo muy especial, pues estas se conectan con obras de la Historia del Arte español de la Colección del Museo de Bellas Artes, de forma que todo se siente vivo, se siente cierta interconectividad. Una especie de comunidad que se asienta en la alegría de todos los aspectos de la vida: el nacimiento, la transformación, el declive... La sensación que se produce a la hora de experimentar todo esto, la propia vida, es de alegría. Esa es la narrativa que emana de estas obras.
—Picasso no le es ajeno. Reconoce que, en un momento determinado, sustituyó como referente a Duchamp por Picasso. ¿Qué ocurrió?
—Desde el comienzo de mi carrera, ambos artistas han sido básicos. Y lo son por las transformaciones que supusieron para el arte desde los inicios del siglo XX. Pero si miramos a Picasso, su implicación con el ready made abre la disciplina a todo un mundo nuevo. Con él, el mantel con el que comemos se puede incorporar a la obra pictórica. El trabajo de Duchamp, su aproximación al ready made también fue muy reveladora, pero el gesto, su deseo de controlar demasiado el objeto, pesaba demasiado. Abrazar de otra manera, de manera completa la obra de Picasso, lo que me ocurrió hace unos 25 años, me ayudó a revigorizar mi trabajo, y me abrió a toda una serie de nuevas posibilidades.
—¿En qué sentido?
—Creo que aprendí a conectar más mi trabajo. Una de las cosas más importantes que de hecho celebramos aquí, en Granada, es cierta apertura a la Historia humana. Y tratar esa Historia como algo que sucede de forma simultánea, a pesar del paso del tiempo.
—¿Ha sido alguna vez su intención romper con la tradición o es usted un continuista mal entendido?
—Yo produzco mi obra con la idea de ser lo más generoso posible dentro del propio devenir de la Historia del Arte. He intentado abrirme a todo tipo de experiencias y cambiar o evolucionar como individuo a partir de esas experiencias de abrirme al mundo. Y creo que esto es lo que proponen todas las disciplinas de Humanidades: enseñarnos a proyectarnos hacia afuera, hacia el mundo exterior, para comunicar, y también llevar el mundo real hacia nosotros mismos. Eso cambia cómo somos y, por tanto, nuestra interacción con el mundo se vuelve distinta.
Y trascendemos. Yo intento trascender como individuo, como artista, y, automáticamente, quiero compartir esas información con el espectador. De forma que el mío es un viaje personal pero que quiere conectarse con el ADN, con la línea sanguínea o la herencia de todo lo que hago y todo lo ya realizado. Este ejercicio es básico para comprender las libertades de las que gozamos como seres humanos, como individuos que pueden trascender y convertirse en algo más. Picasso lucho por ello a lo largo de toda su vida y yo trato de conseguirlo también como artista, ser tan generoso como sea posible. Espero convertirme en un símbolo de trascendencia.
—¿Qué opina de la 'cultura de la cancelación', que en 2023, el Año Picasso, afectó de alguna manera al pintor español?
—Una de las cosas interesantes de este proyecto es que podemos ver muchos hechos distintos del mundo, distintos periodos, distintos diálogos, aspectos que se han sucedido y, asimismo, las consecuencias de la destrucción. Así es la experiencia humana del universo: un cambio constante; una transformación. Y todos somos parte de eso. Creo que uno de los símbolos de esta exposición es que hay cosas en las que podemos creer y a las que podemos aferrarnos de manera cariñosa y otras que no. Y la obra de Picasso, para mí, es de las primeras. Lo que comunica, su mensaje para la sociedad, su energía, su manera de afrontar el Clasicismo, la llegada al Cubismo, su realismo... Hasta que en su vejez crea su obra más potente. El tema de la cancelación está en la agenda biológica, en la vida diaria. Pero lo que realmente es fuerte, sobrevive. Y Picasso lo es y sobrevivirá a sus cancelaciones.
—Con usted, en cambio, no hay términos medios: es un artista al que se le ama o se le odia. Es evidente que el mercado reconoce su valía, pero, ¿se siente reconocido por la crítica?
—Cuando un artista comienza una carrera, su objetivo es hacerlo lo mejor posible, compartir con los otros sus avances. Se plantea qué es lo que quiere comunicar, qué quiere hacer. Y aparece el dolor si parece que alguien no asume tus intenciones. Pero lo que equilibra esos vaivenes son exposiciones como la que celebramos aquí, repleta de aspectos poéticos, sensibles, y personas que están más interesadas en la Historia, también en el futuro. En la abstracción de lo que podemos experimentar en la vida. A mí eso me interesa más. Bernard Picasso, por ejemplo, representa eso. Absolutamente. Como amigo, me ha permitido compartir con él momentos mucho más poéticos y profundos que lo que queda siempre en la superficie.
En primer plano, 'Cabeza con casco', de Picasso
—Tiene buenas palabras para uno de los artífices de este proyecto...
—La razón por la que lo menciono es que la idea o semilla de este proyecto es suya. Que nace de su deseo de implicarse con otros museos, otras instituciones en Andalucía, más allá del Museo Picasso-Málaga. En un momento como ese es en los que se siente una epifanía, y conectas con la belleza y la alegría de la vida.
—¿Qué les dice a los que creen que es usted una marca, u producto del mercado?
—Lo único que espero es que, con el tiempo, la gente pueda relacionarse de forma sincera con mi trabajo y reflexione sobre él sin prejuicios. Yo sí que sé cuál es mi vida, cuál es mi obra, y la relación entre ambas. La primera no fue nunca más profunda y plena que en mi juventud, cuando todo era puro, era excitación, emocional y física, secreciones químicas respondiendo a estímulos de manera virulenta. Pero con el tiempo llega la sabiduría y una sensación de apertura que te permite implicarte con las cosas. Yo nunca cambiaré este momento que estoy viviendo aquí ahora por ningún otro. De forma que todos contamos con una experiencia vital personal y solo podemos aspirar a que esto se convierta en modelo a seguir, que pueda servir a otros, más allá de hijos, familiares o amigos.
—La perfección y la belleza era una obsesión del mundo clásico al que hacen alusión las obras que presenta en La Alhambra. ¿Es la perfección una obsesión para usted?
—Creo que no. Mi padre era decorador de interiores. Alguien que sí que se preocupaba por la perfección. Él me enseñó que los detalles son importantes, o que si quieres que algo se dote de un tamaño, una medida o una forma determinada, tienes que controlar ese proceso. Pero intentar ser perfeccionista es como el perro que se muerde la cola: la energía que se pierde en eso es la que tiene que revertir en hacer la mejor obra de arte. Así que lo suyo es alcanzar un equilibrio entre el punto más alto al que puedes llegar planteando algo originariamente pero nunca rendirte ni pretender obtener más de lo que puedes.
—Hace unos años declaró que la del Guggeheim de Bilbao había sido una de sus mejores exposiciones en España por el juego que da el edificio. ¿Y La Alhambra?
—Es cierto que el espacio del Guggenheim es más moderno, envolvente y contemporáneo, lo que disfruté mucho. Además es sede de una obra, el 'Puppy', expuesta de manera permanente. Pero Andalucía es la región en la que nació Picasso, aquí nació su genio y la tradición y la obra que le afectó como individuo. Si analizamos la historia del Modernismo vemos que viene de artistas que entablaron relación con un arte español tremendo, magnífico. Y poder ver que mi trabajo se relaciona con el suyo y con artistas como los que alberga el Museo de Bellas Artes de Granada es tremendo, porque ya emanan aspectos que veremos también en Dalí, que estaban en Sánchez Cotán o en Velázquez, en toda la pintura española, Goya, El Greco...
Koons, a la derecha, con Bernard Ruiz-Picasso
Todos estos pintores son la base para entender la profundidad o el diálogo que podemos tener con el arte. La oscuridad que emana de muchas obras, sus pigmentos más oscuros, son resultado de un dialogo con un mundo exterior que entra de lleno en el interior (y hay pocas cosas que sean blancas en el interior de nuestros cuerpos). Para mí es un símbolo de cierto diálogo con lo anterior y lo posterior. Y de cómo continuamos siendo trascendentales, cómo cambiamos en la interacción.
—En 2015 se midió con Miguel Ángel en Florencia. ¿Prefiere la relación con los artistas de la Historia del Arte que con sus contemporáneos?
—Insisto en que yo me desarrollo en una contemporaneidad determinada, sé en qué momento y en qué contexto político estoy viviendo. Atiendo a las noticias que se suceden en todo el planeta. Y me atraen las vidas de otras personas que vivieron momentos distintos porque estas cualidades, que son universales, continúan marcando el diálogo de lo que sigue siendo relevante aún hoy y hace que vuelvan a la palestra. Y de manera orgánica persigo que esto revierta en mi trabajo. Intento entablar diálogo con cuestiones que van más allá de este momento, que son más universales. Conectamos así con un vocabulario en el que el tiempo y el espacio son importantes. Esta exposición se compone de solo cinco obras, pero en las galerías que se disponen la influencia del tiempo y del espacio son trascendentales.
—En qué punto se encuentra hoy: ¿es Jeff Koons un artista neobarroco o un neo pop, como le consideró en su momento la crítica?
—No sabría decir que término será el mejor para aplicar a lo que hago. Tengo claro que soy un artista contemporáneo. Estoy aquí, en este momento. Pero me gusta involucrarme en la celebración de un diálogo y preguntarme qué es ser humano y aislar las tremendas oportunidades que nos da la vida como personas. Tenemos que implicarnos con fuerza en el diálogo que entablamos con la vida, con el momento. Se trata de comprender que el arte es mucho más que un objeto, mucho más que lo que tienes delante. El arte está dentro de esa realidad física porque es una potencialidad en sí misma. Como artistas, tenemos la oportunidad de generar un efecto en la vida de otros.
'Reflejos. Picasso /Koons en La Alhambra'
La Alhambra. Granada. Organiza: Museo Picasso-Málaga y FABA. Comisarios: M. López-Remiro y R. Tenorio. Patrocina:Unicaja. Hasta el 16 de marzo de 2025
—Usted es además coleccionista de arte clásico, tiene cosas de Picasso. ¿Qué le interesa de esta faceta?
—Hubo un momento en mi vida en el que me pude permitir lo de coleccionar. El arte es mi vida y el del coleccionismo es otro tipo de diálogo que disfruto mucho y que comparto con mi mujer. Es esa sensación de proteger a determinados autores y conseguir que su obra permanezca custodiada para el futuro.