CRÍTICA DE:
'El hombre que vendía comienzos de novela', de Matei Visniec: el big bang de la literatura
NARRATIVA
Esta obra del autor rumano es un festín y parodia deslumbrante del amor eterno, incesante, más allá de la muerte, por el arte literario
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Premio Jean Monnet de Literatura Europea y conocido dramaturgo, autor de una veintena de piezas teatrales representadas en numerosos países y festivales europeos, Matei Visniec (Radauti, 1956) ha alternado el francés con el rumano a lo largo de su obra. Galardonado en dos ... ocasiones en el célebre Festival de Aviñón de teatro, Visniec se exilió algo antes de la caída de Ceausescu, instalándose en París, donde vive.
Narrador y poeta igualmente, dotado de un feroz humor y de una incisiva lucidez crítica, algunos de los títulos de sus obras teatrales destilan ese tipo de poesía sarcástica y esa elasticidad irónica de lo no real que fue duramente sancionado durante la etapa comunista: 'La Vieja Dama que fabrica 37 cócteles molotov al día', 'La historia de los osos panda contada por un saxofonista con una novia en Fráncfort' o 'La Historia del Comunismo contada por enfermos mentales'.
NOVELA
'El hombre que vendía comienzos de novela'

- Autor Matei Visniec
- Editorial Galaxia Gutenberg
- Año 2025
- Páginas 378
- Precio 21 euros
En 2008 Visniec montó una obra dedicada al otro gran expatriado rumano en Francia, además de Ionesco, Cioran: 'Los desvíos de Cioran o buhardilla con vistas a la muerte'.
Su novela, definida por él mismo como “caleidoscópica”, El hombre que vendía comienzos de novela es un auténtico festín y parodia deslumbrante del amor eterno, incesante, más allá de la muerte, de la forma que sea, de un continente a otro, de un sistema político a otro, resistente a todas las catástrofes y acontecimientos, por la Literatura con mayúsculas.
En una sociedad frenética y acelerada que solo parece tener tiempo para los comienzos, y en un mundo en el que los artífices de la tecnología y sus siniestros e imprevisibles aparatos pueden sustituir perfectamente a un escritor inmovilizado por el temible bloqueo de 'la página en blanco', un bribón, o genio megalómano, Guy Courtois, al mando de una pintoresca Agencia de las Primeras Frases, ofrece sus servicios a escritores en estado de sequía. El protagonista de la novela lo conocerá casualmente en una soporífera ceremonia parisina, con la que el gremio habitual (escritores, críticos, directores de revistas y agentes literarios), «unos doscientos seres irremediablemente alcanzados por el virus de la literatura» se han reunido con ocasión de la entrega de «unos premios menores»
El escritor, mientras tanto, se pasa la vida «en una espera beckettiana» o, si se prefiere, en una espera a lo perro Hachiko
El estancado joven escritor, ansioso por lograr una mayor 'visibilidad', acepta el ofrecimiento y no tarda en iniciar una correspondencia con este nigromante misterioso o 'deus ex machina' de unos éxitos asegurados, según dice. El escritor, mientras tanto, se pasa la vida «en una espera beckettiana» o, si se prefiere, en una espera a lo perro Hachiko, que aguardó hasta su muerte la llegada de su amo.
Rellena páginas y más páginas en su ordenador y escribe relatos de todo tipo que combina con brillantes páginas autobiográficas (las páginas dedicadas a revisitar sus comienzos, a los veinte años, en el cenáculo comunista de la Casa de los Escritores en Bucarest, son realmente geniales) enviadas seguidamente a su 'protector' para que las evalúe, a la espera de recibir la frase 'big bang' tan anhelada.
Con fragmentos abandonados, relatos distópicos, sueños y disquisiciones sobre la forma de entender la literatura en América y Europa, o bien sobre escritores célebres —Proust, Kafka, Beckett, Camus, Kerouac— y comienzos míticos de novelas que captaron en su día la atención de miles de lectores, su ordenador se convierte con el tiempo en un recipiente caótico y en un puzle que, sin embargo, se va ordenando misteriosamente.
Loco y pretencioso, impostor o mago, como se irá descubriendo en este adictivo 'thriller' literario lleno de encrucijadas entre lo real y lo imaginario, con resoluciones sorprendentes, la Agencia Courtois, según confiesa su creador, trabajaba en secreto desde hacía mucho: «Nos corresponde a nosotros el mérito de haberle soplado un día a Kafka este extraordinario comienzo de novela: 'Alguien debía haber calumniado a Josef K., porque una buena mañana fue arrestado'».
Según este chiflado marchante de comienzos, uno de los grandes secretos de la historia literaria, que nunca se sabrá, es que Max Brod no era nada más ni nada menos que un enviado de la Agencia Literaria Courtois.
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