UNA MIRADA ACADÉMICA
Historia del libro
Nos creemos los más listos, creemos que estamos saltando al futuro con nuestros progresos tecnológicos, pero es una tontería en comparación con lo conseguido por los pioneros de la escritura
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Tablilla cuneiforme
El invento humano más impresionante y más misterioso ha sido la capacidad de plasmar nuestra presencia en el planeta a través de algo más allá que la huella de la mano impresa en la pared de una cueva o de espectaculares pinturas de bisontes y ... caballos, que sin duda en sí mismas encierran un relato de supervivencia y arte. Se trata de la proeza mental de crear símbolos que narrasen ese mismo relato de una manera más compleja: la escritura. Una aventura apasionante a través de civilizaciones y civilizaciones, que también idearon la manera de materializar sus códigos de comunicación.
Nos creemos los más listos, creemos que estamos saltando al futuro con nuestros progresos tecnológicos, pero es una tontería en comparación con lo conseguido por los pioneros de la escritura. Aquello sí que fue difícil, extraordinario, algo sin lo que no podría existir esto: Internet, el soporte etéreo y evanescente de almacenamiento de la llamada «nube». Porque aquella gente se las ingenió para poder registrar y archivar el pensamiento y los avances artísticos y científicos trasformando lo que tenían a mano. De modo que las bibliotecas se alzaron como símbolo de poder hasta provocar legendarias competencias como la entablada por las bibliotecas de Pérgamo y Alejandría. Una apasionada rivalidad que desentraña el extraordinario libro 'Historia del libro', de Sven Dahl (1887-1963), director de la Biblioteca Real de Copenhague. Un estudio que además nos descubre el papiro y su expansión desde Egipto, o las tablillas cuneiformes de arcilla del periodo sumerio perfectamente organizadas y archivadas.
Aquella gente se las ingenió para poder registrar y archivar el pensamiento y los avances artísticos y científicos
Se guardaban en cajas de madera o en cestos distinguidos entre sí por etiquetas de arcilla. Escribir en ellas era laborioso y sumamente artístico por cierto, contando además con que la elaboración de las tablillas requería de cocción en el horno o bien de secado al sol. Están distribuidas en museos de todo el mundo y tenemos la suerte de poder contemplar algunas en el museo Arqueológico Nacional de Madrid, de lo que se deduce que, a pesar de su complicación, se escribía desenfrenadamente, no solo literatura, sino cualquier cosa de la vida cotidiana.
Sven Dahl nos regala una descripción detallada de este soporte tan artesanal y cuenta que cuando las tablillas cesaban de tener interés se hacía un amasijo con ellas y se las utilizaba para pavimentar las casas o los caminos, por lo que a una le sobrecoge la idea de cuántas sensaciones, sueños o simplemente listas de la compra habremos pisoteado sin saberlo como una metáfora de la ruda manera que tenemos los de ahora de considerarnos los mejores y más avanzados de la historia.